Los magos de Hitler. Jesus Hernandez
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La situación social y política de la Alemania de los años treinta era terreno abonado para la semilla nacionalsocialista. El fin de la primera guerra mundial se había llevado por adelante, además de tres imperios europeos, las férreas estructuras sociales heredadas del siglo xix. Había eclosionado la sociedad de masas y, con ella, una nueva etapa para la que no eran válidas las convicciones anteriores, que hasta ese momento parecían inamovibles. Esos vientos de cambio se tradujeron en el advenimiento de grandes utopías políticas como el fascismo o el comunismo. Las democracias parlamentarias eran percibidas por muchos como un instrumento caduco; el totalitarismo, del signo que fuera, representaba la modernidad.
Ese hacer tabula rasa del pasado fue asumido plenamente por el nacionalsocialismo. Los ideólogos nazis se aprestaron a reescribir prácticamente todos los campos del saber humano, según su propia Weltanschauung o visión del mundo. No parecía haber límites para ello; cualquier teoría, por disparatada que fuera, era susceptible de adquirir verosimilitud si servía para los propósitos nacionalsocialistas, especialmente en su política racial. Todo aquello que sirviese para demostrar la superioridad de la raza aria se compendiaba en una colección de grotescas teorías que, cuando los nazis alcanzasen el poder, pasaría a ser materia de estudio en las escuelas y universidades. Ese interés por las pseudociencias llevaría aparejado un interés por la astrología y la adivinación, compartido por la mayoría de los primeros dirigentes del partido nazi. De este modo, la atracción por las artes adivinatorias no sería una anécdota o una coincidencia, sino que formaba parte del sustrato en el que había surgido y crecido el movimiento nacionalsocialista.
influencia de los astrólogos
A pesar de esa fascinación que miembros destacados de la cúpula nazi sentían por las artes adivinatorias, cuando Hitler llegó a la Cancillería se consideró que tales prácticas eran perniciosas para la población.
A partir de entonces, se sometió a los astrólogos y videntes a un progresivo acoso que culminaría en junio de 1941 con la ola de detenciones que siguió a la desbandada de Rudolf Hess.
Desde la mentalidad actual, puede sorprender que un colectivo como éste pudiera acabar situado en el punto de mira del régimen nazi. Pero hay que tener presente que entonces, tanto en Alemania como en el resto de Europa, la astrología y la adivinación gozaban de cierta consideración en algunas capas de la sociedad, y la influencia que ejercían sus practicantes más destacados sobre estas personas no era desdeñable. Por ejemplo, a finales de año solían publicarse almanaques en los que los astrólogos más conocidos avanzaban los pronósticos para el año que estaba a punto de comenzar, unos vaticinios que podían alcanzar un gran eco. Asimismo, las revistas de astrología contaban con un público fiel, al igual que las publicaciones sensacionalistas que trataban de adivinación, espiritismo, clarividencia o telepatía; entre ellas destacó la que editaba el célebre mago Erik Jan Hanussen, cuyas predicciones tenían una enorme repercusión. Del mismo modo, en las ciudades germanas proliferaron los gabinetes astrológicos; se considera que, por entonces, Alemania tenía la proporción de astrólogos más alta de Europa.
Todo ello conformaba un sector que, por su propia naturaleza, escapaba al control que pretendían ejercer los nazis sobre todos los elementos de la sociedad germana. La de astrólogo no era una profesión regularizada que pudiera ser vigilada de cerca, como otras profesiones liberales que tuvieron que encuadrarse a la fuerza en el engranaje social de la nueva Alemania. Para los nazis, existía el riesgo de que los vaticinios astrológicos se pudieran convertir en un eficaz instrumento de oposición al régimen desde una cierta impunidad. Un astrólogo que quisiera hacer públicas sus críticas podría hacerlo disfrazándolas de pronósticos y, en el caso de tener que hacer frente a su responsabilidad, siempre podría eludirla remitiéndose a los cálculos astrológicos.
Así, es significativo que, desde el primer momento, se prohibiese confeccionar el horóscopo de Hitler y los principales dirigentes nazis, y, durante la guerra, se castigase duramente realizar cualquier vaticinio sobre el desenlace del conflicto. Por tanto, estaba claro que la astrología y las demás artes adivinatorias eran percibidas por el régimen nazi como una fuente de disidencia que éste no estaba dispuesto a tolerar.
el antiguo arte de la astrología
Hoy día, cuando la astrología es percibida mayoritariamente como un simple pasatiempo y los astrólogos carecen de la preeminencia que lograron tener durante la Alemania de entreguerras, se hace muy difícil entender esa posición beligerante que el régimen de Hitler mantuvo contra ella. El que un poder omnímodo como el que ostentaron los nazis dirigiese su atención hacia la astrología con el objetivo de controlarla y ponerla a su servicio no resultará comprensible para nosotros si creemos que la relevancia de ese método de adivinación era entonces la misma que posee ahora.
En la actualidad, la presencia pública de la astrología se limita a algunos programas marginales de televisión y a los horóscopos que se publican en diarios y revistas. El origen de estas columnas astrológicas se encuentra en la prensa francesa de principios del siglo xx, cuando el Journal de la Femme, Paris-Soir, Marie-Claire y, posteriormente, otras revistas dedicadas a desvelar escándalos de la vida social parisina empezaron a publicar horóscopos con ese tipo de augurios con los que cualquier persona podría sentirse identificada. Un siglo después, no hay periódico o revista que no publique los horóscopos correspondientes a los doce signos del zodiaco griego, vaticinando cada uno de ellos el futuro inmediato de la doceava parte de los seres del planeta, sin que semejante incongruencia suponga un impedimento para su publicación.2
Para apreciar en toda su amplitud el drama que vivieron los astrólogos bajo el Tercer Reich, hay que tener presente que ellos sí estaban convencidos de que la astrología podía y debía ocupar un lugar entre las demás ciencias, y muchos de ellos no ahorraron esfuerzos en conseguirlo. La actual visión lúdica de la astrología poco tiene que ver con la práctica que se lleva a cabo siguiendo los argumentos y datos propios de esta disciplina, a pesar de que la astrología no sea en absoluto una ciencia. Los astrólogos que protagonizan las historias recogidas en este libro creían honestamente que los astros tienen una influencia real sobre el destino de las personas y confiaban en la validez de sus métodos de adivinación, que se habían ido sistematizando a lo largo de los siglos.
A fin de comprender la naturaleza del trabajo llevado a cabo por aquellos hombres, se hace necesario aportar un breve recorrido histórico por esta creencia milenaria y proporcionar al lector algunos de sus conceptos básicos. Aunque la astrología presenta una base matemática, ésta no es más que un mero fundamento para el complicado castillo de naipes que se levanta sobre ella y que nada tiene que ver con el método científico. La astrología es un arte que se ha ido conformando con el paso de los siglos, en el que la intuición de quien la practica cuenta más que la deducción mediante datos y cálculos basados en métodos matemáticos y geométricos. Así pues, la astrología no es una materia susceptible de ser racionalizada, ya que se basa en la interpretación personal del astrólogo, quien elaborará un dictamen que siempre estará sujeto, como cualquier oráculo, a variaciones y matices.
Los primeros testimonios de la adivinación mediante la astrología aparecen en la Biblia referidos a la región de Caldea y Babilonia, hacia el año 605 a. C., aunque se cree que la práctica astrológica y su estudio existían en la región desde mucho antes. A partir de esa región se propagaron esos conocimientos a Egipto y Grecia. En el Imperio romano, nadie que se preciase de poseer un estatus social podía prescindir de un astrólogo a su servicio. Por entonces, astrología y astronomía se hallaban unidas; el más destacado astrónomo de la Antigüedad, Claudio Ptolomeo (90-168 d. C.) escribió un volumen dedicado exclusivamente a la astrología, en el que exponía con gran amplitud el influjo de los astros sobre los seres humanos. Durante la Edad Media, el cristianismo mostró su rechazo a la astrología, equiparándola a la magia, pero con el Renacimiento los propios papas se entregarían abiertamente al estudio astrológico. Durante todo ese tiempo, la frontera entre astronomía y astrología seguía sin estar definida; por ejemplo, destacados astrónomos como Tycho Brahe (1546-1601) y Johannes Kepler (1571-1630) acostumbraban a confeccionar horóscopos.
No sería hasta la irrupción de Isaac Newton (1642-1727), quien había estudiado astrología y alquimia