Casi Muerta. Блейк Пирс
Читать онлайн книгу.de haber comido el pastel hojaldrado relleno de mascarpone.
Luego se dirigió a la casa y se detuvo delante de la puerta ornamentada de hierro forjado cuando faltaban exactamente dos minutos para las dos.
Estaba temblando de los nervios y deseaba ser más segura respecto a su propia habilidad para decidir si el trabajo era el indicado para ella. Tendría que tomar una decisión apresurada al respecto. Tendría que considerar un montón de variables, y ¿qué ocurriría si se olvidaba de las más importantes?
Parecía un gran salto de fe solo de pensar en volver a trabajar como niñera después de las experiencias que había tenido. Si no hubiese estado tan decidida a permanecer en la zona y descubrir qué le había ocurrido Jacqui, nunca habría considerado aceptar este empleo.
Obligándose a sí misma a respirar hondo y permanecer tranquila, Cassie salió por la ventana del auto y presionó el botón de la puerta.
Luego de una pausa, la puerta se abrió y ella se dirigió por la entrada asfaltada que se abría camino entre los jardines.
Se estacionó debajo de un olivar italiano al lado de un garaje triple, y la animó ver que no había otros autos estacionados allí. Con suerte, eso quería decir que era la primera candidata en llegar.
Cassie caminó por el sendero hacia la enorme puerta de madera. Tocó el timbre y lo escuchó sonar a lo lejos, dentro de la casa.
Había esperado que le abriera la puerta una criada o asistente de recepción, pero unos momentos después, escuchó el clic de los tacos y una mujer que parecía tener alrededor de cuarenta años, con un aire inconfundible de autoridad, abrió la puerta de entrada.
Le llevaba al menos media cabeza de altura a Cassie, pero en su mayoría era gracias a un precioso par de botas de cuero azul, con tacos altos y curvos. Su cabello oscuro estaba arreglado ingeniosamente con ondas que le caían sobre los hombros. Una cadena pesada de oro le brillaba alrededor del cuello y las pulseras de oro que tenía en las muñecas tintinearon al abrir la puerta.
–Buongiorno —dijo ella, su voz también tenía un tono autoritario—. ¿Estás aquí por la entrevista para el puesto de niñera?
–Buenas tardes. Sí, mi nombre es Cassie Vale. Sé que llegué temprano. La mujer con la que hablé me dijo a las dos y media, pero no quería llegar tarde.
Consciente de que farfullaba nerviosamente, Cassie cerró la boca rápidamente.
Pero la mujer parecía encantada con su puntualidad. Los labios perfectamente maquillados se curvaron en una sonrisa.
–La puntualidad es una cortesía. Yo insisto con ella, para mí y para todos los que trabajan conmigo. Así que te agradezco por la cortesía. Soy Ottavia Rossi. Por favor, entra.
Abrumada por ya haber causado una buena impresión, especialmente ya que la presencia de la mujer le resultaba intimidante, Cassie la siguió.
Entró en el espacioso atrio y notó una cantidad de obras de arte coloridas y objetos de decoración en exhibición. Las pinturas coloridas, los jarrones y las alfombras vibrantes resaltaban y hacían que el hogar pareciera una galería de arte moderna, pero también acogedora.
Más adelante había una alta escalera de mármol blanco que llevaba a los pisos de arriba.
A Cassie le atrajo la atención un modelo, a la altura de la cintura, de zapatos de taco alto color rojo brillante sobre un pedestal, a la derecha de la escalera. El diseño del zapato era atrevido y bello.
La señora Rossi sonrió al ver hacia donde apuntaba la mirada de Cassie.
–Ese es nuestro modelo “Nina” que propulsó a Rossi Shoes a la fama internacional en los años setenta. El diseño estaba décadas adelantado a su tiempo y en cuanto al color, a la gente le sorprendía pero no le escandalizaba tanto como para no comprarlo.
–Es hermoso —dijo Cassie.
Supuso que Ottavia Rossi debía ser la dueña de esta empresa internacional que, si había funcionado en los setenta, probablemente era un negocio familiar de larga data.
La señora Rossi la condujo rodeando la escalera y luego por un corredor. Cassie estiró el cuello para ver las arcadas que conducían a una sala enorme y moderna, y a una cocina brillante en la que estaba trabajando una cocinera.
Hacia el final del corredor había una puerta cerrada. Ella la abrió y guió a Cassie hacia su interior.
Este elegante lugar era el estudio de la señora Rossi. Ella se sentó en la mesa blanca y curva y le hizo señas a Cassie para que se sentara del otro lado.
De pronto, Cassie se dio cuenta de que había llegado con las manos vacías. No había preparado un currículum, ni siquiera había impreso sus datos personales ni tampoco había hecho una copia de su pasaporte y su licencia para conducir. Esta mujer era empresaria y seguramente esperaba esas cosas. Cassie se sintió horrorizada por haberse olvidado de hacerlo.
–Lo siento mucho —comenzó ella—. Hace poco que llegué a Italia y aún no he actualizado mi currículum. Esta oportunidad laboral fue tan inesperada que me apresuré a venir hasta aquí para averiguar más.
Para su alivio, la señora Rossi asintió.
–Entiendo. Yo también viajé mucho a los veintipocos años, pareces tener esa edad ahora, ¿estoy acertada?
Cassie asintió.
–Sí. Tengo mi pasaporte conmigo si quisiera echarle un vistazo
–Gracias.
La señora Rossi tomó el documento y lo hojeó brevemente antes de devolvérselo a Cassie.
–Ahora, ¿podrías hacerme un breve resumen de tu experiencia laboral? —Dijo ella.
Al escuchar eso, Cassie sintió un malestar porque se dio cuenta de que ni siquiera podía darle referencias de los trabajos que había realizado desde que estaba en Europa. Su primer jefe estaba envuelto en un juicio por homicidio y no tendría nada bueno para decir de ella. En realidad, Cassie estaba segura de que él inmediatamente intentaría culparla a ella e insistir que él había sido acusado erróneamente.
Su segundo jefe estaba muerto, había sido asesinado mientras Cassie era su empleada. Nadie en esa familia podría dar referencias. Esto no era tan solo un desastre, era una catástrofe.
CAPÍTULO SEIS
Cassie permaneció en silencio con la mente acelerada. Sabía que la señora Rossi estaba esperando a que hablara y que cualquier vacilación levantaría sospechas, pero no tenía idea de qué decir.
La palabra “homicidio” sería suficiente para desalentar a cualquier empleador. Más allá de las circunstancias, cualquiera decidiría que no valía la pena el riesgo.
Cassie no podía culparlos. Comenzó a preguntarse si no era ella que atraía la mala suerte o si sus propias decisiones habían causado que ocurrieran esos horribles incidentes.
Su única opción era pasar por alto su experiencia reciente y enfocarse en el trabajo que había hecho en Estados Unidos.
Se aclaró la garganta antes de hablar.
–Me fui de casa cuando tenía dieciséis y solventé mis estudios universitarios trabajando más que nada como mesera —dijo ella.
No profundizó en las razones por las que se había ido, pero esperaba que ser independiente y autosuficiente ganara la aprobación de la señora Rossi. Para su alivio, la empresaria asintió con aprobación.
–Durante ese tiempo hice algunas tutorías ayudando a niños pequeños con sus estudios, y también trabajé en una guardería durante un breve periodo para cubrir una licencia maternal. No tengo antecedentes y tengo todos los permisos necesarios para trabajar, se lo puedo mostrar en mi teléfono. También tengo una referencia del restaurante en donde trabajé durante dos años, que dice que soy una trabajadora confiable que siempre se desvive para complacer a los clientes.
Afortunadamente, esos documentos habían sido parte de su primera solicitud de trabajo como niñera y tenía las copias guardadas