Te Tengo. Victory Storm

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Te Tengo - Victory Storm


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sin saber qué era. Todavía estaba sorprendida por esos ojos.

      Incapaz de controlarme y de concentrarme en la conversación de mi mesa, volví a mirar a aquel hombre.

      Me estremecí cuando noté que continuaba mirándome.

      Estaba por quitar la mirada de nuevo, pero una parte de mi decidió mantenerla y no mostrar que estaba incomoda.

      Además, quería saber! Era él, el famoso Lorenzo Orlando?

      Mantuve la mirada encadenada a la suya.

      Incluso si la luz era baja, noté el color ámbar de sus ojos. Un color amarillo ocre con vetas cobrizas.

      Nunca había visto ojos de ese color y quedé sin aliento.

      Tenían algo de magnético, fascinante y hipnótico.

       Es él, Lorenzo Orlando! Estoy segura!

      Me quedé allí admirándolo, dejando fluir la mirada sobre su rostro anguloso, sobre su piel bronceada y sobre su barba descuidada que sombreaba su mandíbula.

      Estaba sorprendida. Esperaba encontrarme de frente a un hombre cuidado hasta en los más mínimos detalles, muy atento en dar una imagen perfecta de sí mismo. Y por el contrario…

      El toque de barba, los cabellos castaños despeinados, algunas ojeras… me daba más la impresión de un hombre que había vivido, uno al que la vida no le había regalado el mundo en sus manos, pero que había tenido que crearse su espacio, él solo.

      Estaba fascinada y encantada por esa imagen.

      Sin embargo, Lorenzo Orlando era cualquier cosa menos un hombre descuidado, excesivamente extravagante o poco atento a los detalles.

      Parecía que cada cosa fuera perfecta en su imperfección y, su traje de seda oscuro, combinaba con la camisa negra abierta en la parte delantera, dándole un aire de poder que brotaba en cada poro.

      Era descaradamente irresistible. Su modo compuesto y controlado como estaba sentado, se llevaba el trago a la boca seductora y me miraba, me perturbaba y me atraía como una polilla al fuego.

       Peligroso y fascinante como un demonio.

      Eso es lo que pensaba de él.

      Todavía estaba atrapada mirándolo cuando lo vi levantar la copa de su Manhattan y hacer un brindis en mi dirección.

      Sentí los pómulos estallar y su sonrisa seductora me hizo entender cuánto era evidente mi vergüenza.

      Me dio tanta vergüenza que quité la mirada.

      Tenía el corazón que me latía muy fuerte, estaba muy agitada.

      La idea de haberme dejado atrapar dos veces mirando a un hombre que nunca habría tenido que encontrar, me hizo dar ganas de escapar corriendo.

       Ginebra, estás jugando con fuego!

      Miré de nuevo a mi mesa y me encontré de frene a una jarra de cerveza.

      Sobre el vaso, estaba la marca de la cerveza italiana Menabrea.

      Hice una mueca.

      Odiaba la cerveza.

      Incapaz de hacer nada, al final me rendí en escuchar a Mike que había comenzado a hablarme de su ex novia, con quien había estado cuatro años.

      Fingí interés por un buen tiempo.

      En realidad, mi mente continuaba a volver sobre aquel hombre a pocos metros de distancia y sobre sus ojos dorados que me hipnotizaban.

      Lamentablemente, después de un cuarto de hora ya estaba aburrida y, sin poder detenerme, mi mirada fue de nuevo a posarse sobre Lorenzo Orlando.

      No podía entender cómo un hombre como él, podía hacerle mal a un Rinaldi.

      A pesar de que intuía un velo de tiniebla y agresividad, Lorenzo parecía una persona demasiado controlada y relajada para hacerle mal a alguien.

      Como si hubiera sentido mi mirada sobre él, de repente lo vi girarse hacia mí.

      Se me detuvo la respiración cuando noté su mirada hacerse dura y sospechosa.

      Sí, Lorenzo Orlando era un hombre peligroso y de repente me sentí atrapada.

      Volví inmediatamente sobre Mike y me prometí no posar más los ojos sobre Lorenzo.

      4

      GINEBRA

      A pesar de que tenía mucho prestigio y que era de pura malta italiana, no me parecía apropiado tomar una cerveza Menabrea en un local como ese. Además, nunca me había gustado.

      Decidida a ordenar mi usual y amado Bellini y, a liberarme de Mike y de su discurso, detallado hasta en los más mínimos detalles, sobre el motivo de la ruptura con su ex novia, me levanté y fui directamente a la barra a pedir algo para tomar.

      Me acomodé en una banqueta y esperé al barman, que vino inmediatamente a servirme.

      “Un Bellini, por favor”, ordené gentilmente.

      De inmediato, el camarero tomó un durazno maduro y se dispuso a batir la pulpa para luego hacerlo filtrar con un colador de malla estrecha.

      Estaba tan encantada con sus movimientos fluidos y precisos y, por la música que estaba sonando la música Faulkner en el piano allí cerca, que no me di cuenta que una persona que se había sentado cerca de mí.

      “Buenas noches”, me susurró de repente una voz cálida y profunda a mi lado, haciéndome sobresaltar.

      Mi di vueltas hacia mi izquierda y me encontré a pocos centímetros de Lorenzo Orlando.

      De golpe, sentí la garganta arder y secarse completamente, mientras mi corazón comenzó a martillarme violentamente en el pecho.

      Después de haberme dejado atrapar tres veces mientras lo miraba, había hecho de todo para distraerme y olvidar todos los peligros que estaba corriendo estando allí.

      Por suerte, los discursos de Mike me habían ayudado pero ahora me sentía sola, indefensa y totalmente vulnerable por esa presencia elegante y amenazante.

      Intenté responder a su saludo, pero era como si cada sílaba me hubiera quedado encastrada en la garganta, sofocándome.

      Me parecía que me quemaba bajo su mirada ámbar, mientras me miraba insistentemente buscando una respuesta de mi parte. Estaba incrédulo y perplejo por mi silencio.

      Estaba tan agitada que mi mente quedó en blanco y no recordaba más nada. La única cosa que escuchaba en mi cabeza era de no dejarme descubrir diciendo mi verdadero nombre.

      Miré a Maya buscando ayuda, pero se estaba besando con Lucky.

      Volví con la mirada hacia Lorenzo.

      Todavía me estaba mirando y yo me sentí más atrapada que antes.

      Sentí la tentación de escapar y desaparecer para siempre, pero por suerte el barman vino en mi ayuda, ofreciéndome el Bellini.

      Intentando controlar el temblor y la dificultad para respirar, tomé la copa.

      Haciendo girar el taburete para levantarme, mis rodillas se encontraron sutilmente con las del hombre y, sentí que me faltaba el aliento.

      Levanté la mirada esperando ver indiferencia o distracción en sus ojos, pero me vi fulminada por la oscuridad de sus pupilas dilatadas.

      Con su ropa negra me hacía recordar a una pantera, antes de atacar a su presa.

      “Discúlpeme”, susurré débilmente, moviéndome rápidamente y dirigiéndome hacia mi amiga.

      Estaba por dar un paso lejos de quien estaba destruyendo mi autocontrol, cuando sentí que me tomaban fuerte pero delicadamente por el brazo.

      Me detuve asustada y vi la mano bronceada


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