E-Pack Bianca 2 septiembre 2020. Varias Autoras

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E-Pack Bianca 2 septiembre 2020 - Varias Autoras


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cabo de un rato, Apollo se detuvo en mitad de la piscina.

      –Voy a soltarte las manos, pero me quedaré aquí. Sigue moviendo las piernas y usa los brazos y las manos para avanzar por el agua.

      Apollo la soltó y Sasha comenzó a mover los brazos y las piernas. Al cabo de unos instantes se percató de que iba siguiendo a Apollo mientras él retrocedía por el agua, alejándose de ella.

      Sasha se detuvo y, en cuanto dejó de mover las piernas y los brazos, comenzó a hundirse. Al ver que se le metía la cabeza bajo el agua, él la agarró rápidamente.

      –¡Me has engañado! –exclamó ella, tosiendo.

      Él la sujetó con fuerza.

      –Estabas nadando, Sasha, y ni siquiera te has dado cuenta.

      –Suéltame otra vez, quiero hacerlo sola.

      –¿Estás segura?

      Ella asintió.

      Apollo la soltó y ella comenzó a mover los brazos y las piernas con rapidez.

      –¡No me hundo! –exclamó.

      Apollo sonrió. Al verlo, Sasha se quedó paralizada y comenzó a hundirse otra vez.

      Cuando Apollo la agarró de nuevo, se moría de vergüenza. El efecto de su sonrisa había hecho que se hundiera.

      –¿Estás bien? –preguntó él con el ceño fruncido.

      Ella asintió, y entonces se dio cuenta de que él la sujetaba por debajo de los brazos y le rozaba el lateral de los senos.

      Estaban muy cerca. Tan cerca que Sasha podía ver las pintitas oscuras de los ojos verdes de Apollo. La barba incipiente de su mentón y la fina capa de vello de su torso.

      El ambiente estaba cargado de tensión. Él posó la mirada sobre los labios de Sasha y después más abajo. Sonrojándose, murmuró:

      –Theos.

      Sasha miró hacia abajo y vio lo que él estaba mirando. El bañador mojado era casi transparente y la areola de sus pechos se veía claramente, como si estuviera desnuda.

      Sasha se fijó en el torso desnudo de Apollo. Con solo inclinar la cabeza podía besárselo y saborear su piel.

      Él murmuró algo en griego y comenzó a guiar a Sasha hacia los escalones. Ella se sentía como si fuera de gelatina. No estaba segura de si podría sostenerse en pie. Apollo todavía la sujetaba por debajo de los brazos y la sentó en los escalones.

      Se inclinó sobre ella, con las manos a cada lado de su cuerpo.

      –¿Qué estás haciendo conmigo, bruja? Solo puedo pensar en poseerte otra vez.

      Sasha trató de pensar algo coherente, pero no podía dejar de fijarse en su boca. Deseaba que él la besara y sentía rabia porque a pesar de que su cuerpo sabía lo que era hacer el amor con él, ella no.

      –Por favor, Apollo.

      –¿Qué ocurre, fueguecito? ¿Qué es lo que quieres?

      «Fueguecito».

      La palabra resonó en su cabeza. Él la había llamado así antes. Una vez que él estaba tumbado a su lado en la cama acariciándole el cabello y le había dicho:

      –Es como un fueguecito…

      –A ti… Te quiero a ti –consiguió decir ella.

      Él llevó la mano sobre su hombro y le retiró el tirante del bañador, despacio. Sasha sintió que se le ponía la piel de gallina.

      Entonces, él agachó la cabeza y le cubrió el pezón con la boca. Ella notó un fuerte calor en la entrepierna. Intentó cerrarlas con fuerza, pero Apollo estaba entre ellas, y la sujetaba por el trasero para atraerla hacia sí.

      Apollo no podía contenerse más. Jugueteó con la lengua sobre su pezón y sintió que se ponía todavía más turgente. Se lo mordisqueó y después se lo acarició de nuevo. Ella estaba temblando. Él le retiró el resto del bañador y la besó en el otro pecho.

      Sasha echó la cabeza hacia atrás y su cabello rojizo se esparció por el agua. Era como una sirena que trataba de arrastrarlo a la perdición, pero no le importaba.

      En esos momentos, él estaba ardiente de deseo y buscaba saciarlo. La miró a los ojos y vio que se le habían oscurecido a causa del deseo. Por un lado, no podía creer que se hubiera rendido de esa manera, pero era humano y no podía resistirse…

      –Te deseo, Sasha.

      Sasha miró a Apollo. Nunca se había sentido tan conectada con alguien.

      –Yo también te deseo.

      Él la miró de arriba abajo y le recolocó el bañador. Al sentir la tela mojada sobre sus senos, Sasha se estremeció. Apollo la miró.

      –¿Estás bien?

      Ella asintió y lo agarró de los brazos.

      –Por favor… Apollo.

      Ella ni siquiera sabía qué era lo que le pedía, solo que necesitaba estar con ese hombre de la forma más sencilla. Y en ese mismo instante.

      Él murmuró algo en griego y la tomó entre sus brazos, sacándola del agua. Justo cuando se disponía a regresar hacia la casa, se detuvo.

      Sasha estaba a punto de preguntarle qué pasaba cuando oyó el ruido de un helicóptero. Apollo se puso tenso y blasfemó. Entonces, Sasha vio que el helicóptero se acercaba a la isla.

      Apollo se dirigió hacia las tumbonas con ella en brazos. La dejó en el suelo y le tendió el caftán:

      –Póntelo.

      Sasha obedeció, sintiendo la necesidad de cubrirse una pizca. Sobre todo, después de todo lo que había sentido momentos antes.

      Y de lo que todavía sentía.

      –¿Qué ocurre? –preguntó ella.

      Apollo la miró y se pasó la mano por el cabello.

      –Me olvidé de la fiesta de esta noche en Santorini. Le pedí al piloto que viniera a recogernos.

      –¿A recogernos?

      –Sí –la miró fijamente y Sasha se estremeció. Él la sujetó por la barbilla–. Vendrás conmigo. Sé lo que hiciste y nunca te perdonaré por ello, pero te deseo agapi mou. Y acabaremos lo que hemos empezado.

      Sasha movió la cabeza para soltarse.

      –Quizá no quiero terminar lo que hemos empezado. ¿Por qué iba a permitir que alguien que no me estima me haga el amor?

      Se percató de que estaba dolida y se sintió humillada.

      Apollo negaba con la cabeza.

      –Esto va más allá. Es pura química y no creo que ninguno de los dos seamos lo suficientemente fuertes como para resistirnos.

      Sasha estaba confusa.

      En ese momento, oyó un sonido y, al girarse, vio aparecer a Olympia. La mujer le dijo algo a Apollo en griego. Él contestó y le dijo a Sasha.

      –Ve con Olympia. Ella te ayudará a prepararte.

      Al cabo de un momento, y a pesar de que deseaba patalear en el suelo como si fuera una adolescente, Sasha siguió a la mujer hasta la casa. ¿A quién trataba de engañar? Apollo tenía razón. Entre ellos había una intensa atracción y, a pesar de todo lo que había sucedido, si él volvía a tocarla de nuevo, ella no tendría fuerzas ni voluntad para resistirse.

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