E-Pack Bianca septiembre 2020. Varias Autoras

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4

       Capítulo 5

       Capítulo 6

       Capítulo 7

       Capítulo 8

       Capítulo 9

       Capítulo 10

       Capítulo 11

       Capítulo 12

       Capítulo 13

       Capítulo 14

       Epílogo

       Si te ha gustado este libro…

      

      EL CORAZÓN de Milly palpitó de emoción cuando vio el nombre de Brooke en la pantalla de su viejo teléfono móvil. Hacía mucho que no sabía nada de su famosa y sofisticada media hermana. Brooke solía tener una actitud fría y crítica con ella, pero sabía que cuando la llamaba era porque la necesitaba. Le gustaba sentirse necesitada, y en el fondo estaba convencida de que la quería, aunque fuese demasiado orgullosa como para reconocerlo.

      Si no la viera como alguien en quien podía confiar, no le hablaría de sus asuntos privados. Además, solo se tenían la una a la otra; no les quedaba ningún pariente vivo. Y con lo revuelta que estaba la vida de Brooke por culpa del tirano posesivo con el que había cometido el error de casarse, tampoco le extrañaba que la necesitara. ¿Qué clase de hombre intentaría dinamitar la carrera de su esposa? ¿Qué hombre querría divorciarse de una mujer tan hermosa y con tanto talento solo por un rumor de que le había engañado con otro? Brooke le había dicho entre sollozos, al contárselo, que se negaba a escucharla y que estaba empezando a pensar que le había tendido una trampa porque quería deshacerse de ella, que estaba convencida de que había pagado a aquel baboso para llevarla engañada a una habitación de hotel y luego difundir la mentira de que se había acostado con ella.

      –Brooke, ¡qué sorpresa! –exclamó–. ¿Cómo es…?

      –Escucha, Milly, necesito tu ayuda –la interrumpió Brooke–. Tienes que hacerte pasar por mí. Solo será unos días.

      –¿Unos días? –repitió Milly desconcertada. Se había hecho pasar por ella otras veces, pero nunca más de unas horas–. ¿Cómo voy a hacer eso? Aunque nos parezcamos, en cuanto abra la boca la gente se daría cuenta de que no soy…

      –Te alojarás en un hotel de lujo en el centro de Londres –replicó Brooke con aspereza–. No tendrás que hablar con nadie más que con el servicio de habitaciones; ni podrás salir de la suite.

      Milly frunció el ceño.

      –Pero… cuando dices unos días… ¿de cuántos días estamos hablando? –inquirió nerviosa.

      –Cinco o seis nada más.

      –¿Cinco o seis? Pero es que no puedo faltar tantos días al trabajo… –contestó Milly, en un tono de disculpa–. No quiero perder mi empleo.

      –¡Por amor de Dios!, ¡eres camarera, no neurocirujana! –le recordó Brooke con brusquedad–. En esta época del año puedes encontrar trabajos eventuales en cualquier sitio, y si necesitas que vuelva a pagarte el alquiler, lo haré.

      Milly se sonrojó. Era verdad que podría encontrar otro empleo con relativa facilidad, y si Brooke la compensaba pagándole el alquiler de su estudio, difícilmente podría negarse. Aunque la última vez que no había podido pagar el alquiler había acabado teniendo que dormir en el sofá de una amiga, era algo en lo que intentaba no pensar. Cierto que esa vez Brooke había olvidado darle el dinero que le había prometido prestarle, pero la culpa era suya por no habérselo recordado porque le daba vergüenza.

      Milly prefirió no sacar a relucir la diferencia entre las finanzas de ambas. No le sorprendía que Brooke no quisiera que la vieran en público con ella, y que no la invitara nunca a ningún evento en su glamuroso mundo, salvo para que se hiciese pasar por ella. Claro que.. ¿qué otra cosa podía esperar?, se preguntó con tristeza. La verdad era que tenía suerte de que Brooke hubiera accedido siquiera a relacionarse con ella…

      Brooke se había puesto en contacto con ella poco después de que cumpliera los dieciocho años, cuando acababa de dejar la casa de acogida del ayuntamiento en la que se había criado tras la muerte de su madre. Milly siempre había sabido que era hija ilegítima, pero no que su padre tenía otra hija. En un primer momento las palabras que Brooke había empleado para referirse a su madre la habían ofendido y chocado, pero al ponerse en su lugar había comprendido que se sintiera traicionada por su padre, y había disculpado su manera de expresarse.

      –¡Tu madre fue la zorra que casi destruyó el matrimonio de mis padres! –le había dicho con aspereza el día que se habían conocido.

      Siendo justos, era verdad que su madre, Natalia Taylor, una joven modelo, se había convertido en la amante del rico empresario William Jackson, el padre de Milly, a sabiendas de que era un hombre casado, infligiendo un sufrimiento terrible a su esposa y a su hija.

      Sin embargo, aunque William había amenazado con dejar a su esposa, no llegó a hacerlo porque un infarto segó su vida. Brooke tenía quince años y ella solo nueve. Su madre murió apenas un par de años después, en un accidente de tráfico, y a ella la enviaron al hogar de acogida, donde había permanecido hasta alcanzar la mayoría de edad.

      Al conocerse, las dos se habían sorprendido del parecido entre ellas. Ambas habían heredado de su padre el cabello rubio y rizado y los ojos azules. Sin embargo, Milly había nacido con el caballete de la nariz bastante pronunciado, y por sus facciones podría decirse que era bonita, pero no una belleza, como Brooke.

      Había sido idea de esta utilizarla como a su doble para evitar los eventos que le resultaban aburridos o, más frecuentemente, para confundir a los paparazzi que seguían sus pasos como sabuesos, y que algunas veces la fotografiaban en lugares donde no quería que se la viese, o con personas con quienes no quería que se la viese. Estaba obsesionada con controlar y moldear la imagen que se daba de ella en los medios.

      Por eso había llegado al extremo de decirle que para poder hacerse pasar por ella tendría que «arreglarse» la nariz para que se pareciese a la suya, que era mucho más elegante. En un primer momento ella se había negado en redondo, no porque sintiese un especial cariño por su nariz imperfecta, sino simplemente porque era su nariz y estaba acostumbrada a sus defectos.

      Brooke se había puesto hecha un basilisco ante su negativa y había cortado todo contacto con ella durante semanas, haciéndola sentirse fatal. Cuando había vuelto a llamarla, un mes y medio después, se había sentido tan aliviada que había acabado accediendo a someterse a esa operación estética y antes de que pudiera cambiar de opinión Brooke la había llevado a una clínica privada para que se la hicieran.

      La primera vez que se había hecho pasar por Brooke para que pudiera escaquearse de un aburrido evento benéfico, había pasado unos nervios tremendos a pesar de ir vestida, peinada


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