Rompe con el estrés. Ángel Alcalá
Читать онлайн книгу.confundido el estrés con las emociones concretas que lo acompañan. Los indicadores emocionales están muy relacionados con los somáticos y, con frecuencia, los unos son causa de los otros —y viceversa—. Las emociones asociadas al estrés son las negativas: ansiedad, depresión, ira, etc. y estados de ánimo como la impaciencia o frustración. Los indicadores somáticos son percibidos por los sujetos y expresados como quejas, siendo los más habituales: la fatiga, el insomnio, el temblor y los dolores de distinto tipo. Muchos de estos aspectos somáticos no son más que los componentes de la reacción emocional, como por ejemplo en el caso de la ansiedad.
Parece que la ansiedad se relaciona con un estado de estrés temporal y la depresión con uno crónico, por lo que puede darse que la prolongación de sucesivos estados acumulativos de situaciones temporalmente estresantes acaben, con el tiempo, desembocando en una depresión. Los indicativos cognitivos y comportamentales pueden convertirse en formas de afrontar el estrés más o menos eficaces. Entre los primeros destacan: la indecisión, la actividad mental acelerada, la pérdida del sentido del humor o de la memoria. Entre los comportamentales: estados de nerviosismo diverso, como morderse las uñas, no poder estarse quieto, trastornos alimentarios, fumar.
A pesar de todo lo dicho hay que tener en cuenta que ni se puede ni se debe “eliminar” el estrés. El estrés es necesario para la vida, es la fuerza que nos ayuda a avanzar, la clave consiste en aprovechar la fuerza que proporciona la activación psicofisiológica que surge ante las circunstancias y situaciones que demandan nuestro esfuerzo e intervención. Es necesario también saber detectar cuándo ese estado se repite con demasiada frecuencia o de manera inútil, desproporcionada o no adecuada, poniendo así en peligro el bienestar y la salud.
En ocasiones es necesario revisar cómo se está evaluando una situación. Hay determinadas personas y situaciones en nuestra vida que percibimos siempre como amenazantes, esto no nos permite actuar (o por lo menos hacerlo reflexivamente), con lo que perpetuamos y sobredimensionamos el problema. Con frecuencia, si analizamos estas situaciones más ampliamente, o desde puntos de vista alternativos, nos daríamos cuenta de que el derroche de energía que empleamos no es necesario.
Existen determinadas características que parecen proteger del estrés, las personas que las poseen suelen tender a comprometerse con lo que hacen y creen que los resultados, en gran medida, dependen de sus acciones. Reconocen y confían en sus valores, metas y prioridades, así como aprecian, en su justa medida, sus capacidades. Su sistema de creencias minimiza la sensación de amenaza ante ciertos acontecimientos, y ante otros reaccionan considerándolos como una oportunidad para el crecimiento personal. Son flexibles y toleran la ambigüedad, la responsabilidad juega un papel importante y valorado en su comportamiento, y suelen poseer creencias sobre la existencia que les permiten atribuir significado a la vida y les sirven para mantener la esperanza en los momentos más difíciles. Sin embargo, el estrés es esto y mucho más. Es la base de la salud física y psíquica —si sabemos manejarlo—, es herramienta y es veneno, todo en uno. Vamos a adentrarnos en él, y a aprender de él.
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