Casada con un desconocido. Эбби Грин
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Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 2020 Abby Green
© 2020 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Casada con un desconocido, n.º 2805 - septiembre 2020
Título original: The Greek’s Unknown Bride
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Bianca y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.
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Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 978-84-1348-693-2
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Índice
Capítulo 1
APOLLO Vasilis miró por la ventana hacia el lago situado en aquellos frondosos jardines. Atenas se veía en la distancia bajo la bruma y el mar apenas era una línea perceptible en el horizonte, pero él no se fijó en nada de eso. Tenía los brazos cruzados sobre el pecho y la tensión se había apoderado de su cuerpo. Una tensión que llevaba experimentando desde hacía tres meses.
Se oía un pitido intermitente detrás de él y, de pronto, cambió de ritmo y se hizo más rápido. El ritmo cardiaco había aumentado. Ella se estaba despertando. Por fin.
Él se volvió. Había una mujer tumbada en la cama. Estaba muy pálida y su cabello dorado rojizo estaba extendido sobre la almohada. Además, llevaba el ojo derecho cubierto con una gasa.
También tenía vendajes en un brazo. Un arañazo en la mejilla izquierda. Un milagro, teniendo en cuenta que el coche que conducía estaba en el fondo de un barranco estrecho, como a cien metros de profundidad y convertido en una masa de metal carbonizado
Él se acercó a la cama. Ella tenía las cejas oscuras y perfectamente definidas. Sus pómulos parecían más prominentes de lo que él recordaba. Aunque observar a esa mujer de forma tan detallada no era algo que hubiera hecho recientemente.
No desde que la miró como si nunca hubiera visto antes a una mujer. Cuatro meses atrás, cuando se conocieron por primera vez. Cuando la imagen de su cuerpo desnudo había provocado que se le alterara el ritmo cardiaco.
Él todavía recordaba su cuerpo, como si la imagen se hubiera quedado grabada en su cerebro. Sus senos pequeños y redondeados. Su vientre plano, la curva de sus caderas. El vello rojizo de su entrepierna. Sus piernas esbeltas. Su aspecto era muy delicado y, sin embargo, cuando sus cuerpos se unieron, él notó su fuerza innata y poderosa y resultó ser la experiencia más erótica de su vida.
Para sorpresa de Apollo, un intenso calor lo invadió por dentro. Algo que no había sentido durante meses. Aquella sensación le produjo rechazo. Esa mujer lo había engañado de la peor manera posible.
Él la despreciaba.
Se abrió la puerta y entró una doctora.
–Debo recordarle que no debemos tener muchas esperanzas. La gravedad de la lesión que ha sufrido en la cabeza no podrá determinarse hasta que no recupere la consciencia.
Apollo asintió y observó mientras colocaban las máquinas alrededor de la cama. La doctora se sentó junto a la mujer y le dio la mano.
–Cariño, ¿puede oírme? ¿Puede abrir los ojos?
Apollo vio que movía los ojos bajo los párpados. Durante un segundo contuvo la respiración, como si por un momento lo hubiera olvidado todo y le importara un poco si su esposa se despertaba o no.
Ella podía oír una voz en la distancia. Era como un zumbido que intentaba sacarla de la intensa oscuridad en la que se veía envuelta, rodeada de paz y silencio.
Una presión en la mano. La voz. El tono más alto. No conseguía entender las palabras, solo la entonación. ¡Mmm. Mmm!
Intentó aflojar la presión de la mano, pero se hizo más fuerte. Percibía una luz brillante en los ojos y se sentía confusa.
Entonces, de pronto, oyó con claridad la voz que le decía:
–Señora Vasilis, es hora de despertar.
Durante un segundo se lamentó por dejar atrás la tranquila oscuridad, pero sabía que no le quedaba más opción que obedecer a la voz. Comprendía las palabras, pero no tenían mucho sentido para ella… ¿Señora…?
Abrió los ojos y los cerró de nuevo al ver la luz. Se dio cuenta de que estaba tumbada en la cama y de que había mucha actividad a su alrededor. También, del hecho de que había visto la silueta de una persona alta a los pies de la cama.
Una silueta que le resultaba familiar y que provocó que se le acelerara