Más que sonidos. Alejandro Vainer

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Más que sonidos - Alejandro Vainer


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cuando hablamos de música de fondo

       La música de fondo impuesta

       La propia elección de música de fondo

       La música que más escuchamos hoy… es música de fondo

       Música “funcional” y música subjetivante

       Posludios

       La furia de Jarrett

       Lenin y sus pasiones musicales

       Sin música no hay revolución

       Bonus Track 1 Yendo del diván al piano El mito de la sordera musical de los psicoanalistas

       La sombra de Freud

       La polifonía de los herederos

       Bonus Track 2 Demoliendo mitos Los músicos y el dinero

       Todos los músicos son trabajadores

       Los efectos subjetivos de trabajar como músico

       Bibliografía

      Donde escuchar

      A lo largo de este libro se citan varios textos y músicas. Las notas al pie y la bibliografía permiten buscar los primeros. Si quiere escuchar las músicas mencionadas, se encuentran disponibles en www.topia.com.ar/masquesonidos.

      Allí están ordenadas por capítulos para que pueda enriquecer la lectura. Así puede sentir las músicas citadas para transformarlas en experiencias propias.

      Agradecimientos

      Tengo una serie de gratitudes para los que ayudaron a que este libro fuera posible. Va el reconocimiento:

      A quienes se tomaron el trabajo de leer la versión inicial del libro y brindaron aportes que lo enriquecieron: Enrique Carpintero, César Hazaki, Edgardo García, Luciano Nicolás García, Laura Ormando, Tomás Pal, Diego Vainer y Florencia Macchioli.

      Al equipo de Topía, una usina de pensamiento crítico. Topía es una caja de resonancia que potencia las melodías de cada uno y permite desarrollarlas. En cada encuentro, los aportes, las críticas, las sugerencias y estímulos nos permiten avanzar. Muchos de los textos incluidos en este libro tuvieron su primera versión en la Revista Topía, y las discusiones contribuyeron a que tuvieran su forma final. Poder estar en este equipo, que promueve apasionadamente la producción, es uno de los privilegios de la vida. A cada uno de ellos: Carlos Barzani, Alfredo Caeiro, Héctor Freire, Alicia Lipovetzky, Susana Ragatke y Susana Toporosi.

      A Enrique Carpintero y César Hazaki, con quienes compartimos la pasión de ser editores de Topía. A Enrique por tantas cosas condensadas en la dedicatoria del libro. A César, por invitarme a participar como el pianista de su obra de teatro El blues del psicoanalista, que hicimos el segundo semestre del 2011 en el Cavern Club del Paseo La Plaza de la ciudad de Buenos Aires. Con su empujón, volví a la música. Me estimuló para que avanzara en distintos frentes, tanto en tocar como en escribir sobre todo esto.

      A Mariana Battaglia, por el cuidado diseño de tapa y del libro. A Andrés Carpintero, por sus ideas para facilitar la experiencia musical del libro en internet.

      A Julia Vallejo por el cuadro que me regaló para un cumpleaños hace un par de años. Ni bien lo vi supe que sería la tapa de este libro.

      A Aníbal Rodolico, por las fotografías.

      A Guillermo Romero, mi maestro de piano, por lo que me transmitió sobre la improvisación y por nuestros ricos diálogos.

      A Mario Hernández, por invitarme para ser columnista musical de su programa “Fe de Erratas” de FM La Boca desde 2012. A mi compañero del programa Matías Eskenazy. Cada miércoles ese espacio me permitió pensar algunas de las cuestiones que sin saberlo llegaron al libro.

      A varias personas les agradezco por compartir encuentros musicales, improvisaciones, libros, recitales, charlas y datos que fueron aportando de distinto modo: Hernán Bronstein, Pablo Cabrera, Javier Sánchez, Rafael Fernández Durán, Juan Duarte, Mauro Lassos y Mariana Casullo.

      A David Liberman, quien a mis 18 años me recomendó que nunca dejara la música aunque me convirtiera en psicoanalista.

      A mi hermano Diego, con quien descubrimos la música desde muy chicos adentrándonos en el piano y otras latitudes musicales. Mucho de lo que significa la música para mí al día de hoy se lo debo a las experiencias que compartimos. A nuestros padres, Naum Vainer y Sofía Bekman, por lo que propiciaron.

      A mi compañera Florencia Macchioli, que alentó la gestación de este libro; y con quien amorosamente construimos un camino conjunto que a la vez es propio. A nuestros hijos Gastón y León, porque hicieron que redescubriera la música mientras ellos se internaban por primera vez en ella.

      Preludios

      Como Mahler acostumbraba a decir,

      la parte más importante de la música no está en las notas.

      Theodor Reik, Variaciones psicoanalíticas sobre un tema de Mahler

      Las hipótesis que desarrolla este libro me atraviesan desde hace años. Llevó un largo tiempo poder plasmarlas. El soporte conceptual es fruto de contacto con pares, maestros, amigos, parejas y siempre músicas. No es posible escribir por fuera de la propia historia de cada uno. Se filtra por el cuerpo, se plasma y conforma el estilo propio. Más que sonidos es el modo de desarrollar ideas que tenía sin saberlo. La música es mucho más que los meros sonidos. Son cuerpos, relaciones, pasiones, encuentros, lugares, tiempos.

      (1974)

      Mis compañeros de primaria me contagiaron el amor a los Beatles. A los 9 años ya había comprado varios vinilos. Una tarde de sábado me dediqué a revisar los discos de mis padres. Quería saber qué escuchaban. Con una sorpresa enorme descubrí un long play de los Beatles que no conocía. En la tapa, tres barbudos y un descalzo cruzaban una calle. ¿Serían los mismos Beatles? No eran los mismos de Help. Parecían más viejos. Bajé con cuidado la púa en el primer tema. No entendía nada, pero sentía que un mundo nuevo se abrió ¿Cómo hacían para hacer un tema donde casi faltaban las guitarras eléctricas y el sonido era tan cautivante como extraño? Cada nueva canción parecía un universo distinto. En la contratapa decía Beatles y Abbey Road. Nunca pensé que mis padres podían tener algo así. En los rincones ocultos de la historia siempre hay tesoros escondidos. Sólo hay que buscarlos.

      (1975)

      Mi madre había estudiado piano sin tener piano propio. Cuando pudo compró uno. Un sábado -siempre pasan cosas interesantes los sábados-, lo trajeron. Subieron por la escalera un nuevo piano vertical, Karl Schulz, un nombre alemán para un piano argentino. Con mi hermano mirábamos extasiados. Quedó en el living. A la tarde cerramos todas las puertas y empezamos a jugar a cantar y tocar sin saber. ¿Sin saber? Desde entonces la música se nos convirtió en un juego. Mi hermano quería ser músico desde chico y al día de hoy inventa mundos sonoros de los cuales sigo sorprendiéndome. Cuando me preguntaron si quería estudiar piano, contesté que sí y agregué que también me serviría para escribir mejor a máquina. Sigo tocando ambos teclados.

      (1976)

      Intercambiar discos es un antecedente de lo que hoy es cotidiano. Uno podía grabar cassettes y esperar alguna retribución que siempre llegaba. Los buenos amigos jamás comprábamos los mismos discos. El placer del “socialismo melómano” nos lo impedía. Un


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