Deseo en la toscana - Sin piedad - Un magnate despiadado. Susanne James

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Deseo en la toscana - Sin piedad - Un magnate despiadado - Susanne James


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para desviar la alarmante e intima naturaleza de las palabras de Fabian, no pareció perturbar especialmente a éste, que se limitó a encoger los hombros.

      –De pronto ha recordado que tenía otro compromiso que atender.

      –Ojalá…

      –¿Ojalá qué, Laura?

      –Ojalá me dijeras…

      –Tus ojos están llenos de preguntas, pero ahora no podemos hablar. Si sólo hablo contigo, y ten por seguro que eso es lo que más me gustaría, podría parecer que estoy descuidando a mis invitados.

      Tras dedicarle una enigmática sonrisa, Fabian se volvió hacia la glamurosa mujer madura que estaba sentada a su lado, hablando de lo fantástico que le había parecido el concierto y de que ya estaba deseando que llegara el del año siguiente.

      –Alla salute!

      –¿Por qué estamos brindando?

      –Estoy dando la bienvenida al final de una tarde exitosa.

      Laura y Fabian estaban en la terraza, sentados a una mesa para dos bajo un cielo cubierto de estrellas. Fabian tomó un sorbo de su sambuca y disfrutó con obvio placer de su sabor anisado. Frente a él, Laura probó experimentalmente el licor que tanto gustaba a Fabian y luego deslizó la punta de la lengua por sus delicados labios.

      Al ver su gesto, Fabian sintió que su tensión sexual se acrecentaba.

      Aurelia había tratado de tentarlo para que fuera a dormir a su villa y se había ido enfurruñada cuando él la había rechazado. Pero en aquellos momentos, la única mujer que interesaba lo suficiente a Fabian como para querer pasar la noche con ella estaba sentada frente a él.

      –¿Por qué la bienvenida? –preguntó Laura.

      –Porque… –empezó Fabian, pero se interrumpió y se encogió de hombros. El muro de protección que alzaba automáticamente en todo lo referente a su pasado estaba allí. Una vez concluida la celebración, sentía una fuerte necesidad de olvidarla y concentrarse en el futuro inmediato.

      –¿Por qué no sigues? ¿No quieres hablarme de ello?

      –Preferiría hablar de otra cosa. Por ejemplo, de la proposición que te he hecho. ¿Tienes ya una respuesta para mí?

      Fabian contempló el rostro de Laura para tratar de discernir si su respuesta iba a ser positiva o negativa. Ella suspiró con suavidad y dejó su vaso en la mesa.

      –Antes de hablar de eso, me gustaría saber por qué parecías tan inquieto respecto al concierto. Me habías dicho que tu padre fue un hombre cruel… Supongo que la organización de este concierto en su recuerdo no te trae precisamente recuerdos felices, ¿no?

      –¿Felices? –repitió Fabian en tono burlón–. Yo no utilizaría ese adjetivo para describir nada asociado con mi padre. Dirigía nuestra casa como un dictador –añadió con evidente amargura–. Mi madre y yo no éramos más que posesiones para él, adornos que podía utilizar o pisotear según le viniera en gana –echó atrás la cabeza y consumió su bebida de un solo trago–. Para el mundo exterior era un hombre digno de admiración, un hombre al que envidiar. Tenía poder, salud, una bella esposa y un hijo. Pero para nosotros era todo lo contrario. Solía mostrarme a sus amigos y alabarme en su presencia para que vieran lo buen padre que era. ¡Pero cuando nos quedábamos a solas me pegaba por haberlo defraudado! ¡Por haberlo avergonzado con mi ingratitud y mis hoscas miradas! Mi madre estaba destrozada por su crueldad y su desdén, y no me sorprendí cuando se puso enferma. Nunca se recuperó. Creo que al final agradeció poder dejar este mundo e ir a un lugar en que mi padre no pudiera seguirla.

      –¡Pero seguro que no quería dejar a su hijo atrás con un hombre como ése! ¡Oh, Fabian! ¿Por qué no lo abandonó? ¿Por qué no se divorció de él?

      –Mi madre no creía en el divorcio. Su fe no se lo permitía, de manera que se limitó a sufrir en silencio… –Fabian hizo una mueca despectiva para indicar lo inútil que le parecía aquel sacrificio–. Aunque estoy seguro de que no soportaba verme sufrir a mí también, probablemente lo consideraba una consecuencia inevitable de la situación. Además, Roberto la habría matado antes que permitir que lo humillara dejándolo… y en ningún caso habría permitido que me llevara con ella.

      Fabian notó que Laura se había puesto pálida mientras lo escuchaba. Supuso que una mujer sensible como ella se sentiría más consternada que la mayoría por el brutal comportamiento de un hombre como su padre. Sobre todo después de lo que había tenido que aguantar en su propio matrimonio.

      –Lo siento por ti, Fabian. Tu infancia debió de ser especialmente dura.

      –Por eso tengo intención de ser un padre muy diferente para mis hijos. Lo que me lleva de vuelta al tema del que preferiría estar hablando –Fabian rellenó sus vasos con más sambuca–. Te has quedado muy callada, Laura… ¿sucede algo malo?

      –Me entristece saber que sufriste tanto de pequeño… ¡casi no puedo soportar pensar en ello!

      –Tienes muy buen corazón.

      El niño oculto en el interior de Fabian agradeció profundamente las amables palabras de Laura. Pero no podía permitirle ver hasta qué punto lo habían conmovido.

      –Es humano identificarse con el dolor del otro –dijo ella–, y si hay algún deseo que me gustaría que se cumpliera sería que ningún niño del mundo tuviera que sufrir. Pero si el mal comportamiento de tu padre ha servido para que tú quieras ser un padre mejor… al menos algo bueno ha surgido de ello. He aprendido que hay lecciones en todo en la vida y, nos guste o no, la adversidad templa nuestro carácter. Las ilusiones se desvanecen y llegamos a apreciar lo que de verdad importa en la vida.

      Fabian pensó que, para ser una mujer tan joven, Laura tenía mucha sabiduría. Cada vez estaba más convencido de haber hecho bien eligiéndola como esposa y madre de sus hijos.

      –Por cierto –añadió Laura–, ¿por qué me has besado en el escenario, delante de todo el mundo?

      –Porque parecías un conejo hipnotizado por las luces de un coche, y quería que te relajaras.

      –Oh…

      –También era un momento ideal para hacer saber a la gente que estoy personalmente interesado en ti. Una cosa más…

      –¿Qué?

      –¿Sabías que tienes una boca muy sensual y tentadora?

      Laura se ruborizó, como Fabian esperaba que hiciera.

      –Tengo algo más que preguntarte –dijo ella, y respiró profundamente antes de continuar–: ¿Tienes una aventura con Aurelia Visconti?

      Fabian rió con aspereza. Por atractiva y talentosa que fuera la diva, no sentía ningún deseo de llevar su relación más allá de la amistad… a pesar de los esfuerzos de Aurelia por persuadirlo de lo contrario. Además, era demasiado llamativa y egocéntrica para su gusto… y promiscua, sin duda. Ya había vivido con una mujer peligrosamente parecida. Una mujer que había hecho mucho más que coquetear a sus espaldas con algunos de sus socios, y que le había hecho quedar como el tonto más grande que había habitado la tierra. No… teniendo en cuenta las cualidades de la serena mujer que tenía ante sí, Aurelia no suponía ninguna competencia para ella.

      –No, no tengo una relación con Aurelia.

      –¿Es cierto que tenía otro compromiso esta noche?

      –La verdad es que quería pasar la noche conmigo y la he rechazado –contestó Fabian con franqueza.

      –¿Ni siquiera te has sentido… tentado? Tenías una mancha de pintalabios en la barbilla…

      Al ver lo incómoda que se sentía Laura al hablar de aquello, Fabian pensó con satisfacción que tal vez estuviera celosa.

      –¿Ah, sí? Ha sido el resultado de un beso muy normal de buenas noches entre amigos. Eso es todo.

      –Sé


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