Memorial a dos tintas. Marco Antonio García Muñoz
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Universidad de Guadalajara
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Secretaria Académica
Dra. Rebeca Vanesa García Corzo
División de Estudios de la Cultura Regional
Mtra. Yamile F. Arrieta Rodríguez
Jefa de la Unidad Editorial
Primera edición, 2019
© Marco Antonio García Muñoz
ISBN 978-607-547-590-5
D. R. © Universidad de Guadalajara
Centro Universitario de los Lagos
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Se editó para publicación digital en septiembre de 2020
A mi sangre, nombre y lengua:
las mujeres de mi vida.
Desde que tuve fuerzas para roer un hueso, tuve deseo de hablar para decir cosas que depositaba en la memoria.
MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA,
El coloquio de los perros
Si pudiera consultar un reloj, como se escruta las olas distintas de un mar desnudo, me daría cuenta de que el color del cielo anudado en un beso se pudre en las calles como manzana que se muerde. Cruzo el puente que va desde el firme de la realidad al rehoyo de la pesadilla o sueño, con la camisa remangada, de espaldas, viril, con el rayo divino erguido, dando de puñetazos contra las paredes de mi corazón. Quiero alimentar con somníferos la desnudez de la lluvia. Llueve. Siempre escucho tu nombre en los inicios de la lluvia. Pertenezco al mundo de tu aroma y viento. Mis besos crepitan en las brasas del mundo, se tuestan al sol con el gruñir de las olas que devoran todo, incluso el poniente. Llueve. Nuestros besos en forma de tiempo, con tinta negra y con sangre, relámpagos donde el amor fosforece encueros y la lluvia transcurre ciega de orden en un memorial:
I
CON TINTA NEGRA
Esto es amor
I
A veces el amor tropezándose con las paredes,
los gritos,
los juegos,
el aire,
las piedras
que unos pies revuelven;
de noche con la antigua niña durmiendo
o el diablo debajo de la cama
o la luz del poste entre las ramas
o el tiempo mirando en la terraza
o en las aceras
o en la casa opaca
o en la esquina
o en la vacilante náusea ante el espejo.
A veces el amor negándose a sanar
en su lecho de pasos,
mientras los vivos de esta hora
escarban sus heridas,
deletrean las letras de su amada,
las dispersan,
y antes de olvidarse,
la luz cristalina,
la imagen de cristal,
es la sombra que devora sombras.
A veces el amor se detiene y grita,
silba,
dobla,
y al fin,
ciego,
se carboniza
como un puño se cierra.
II
Amores a la deriva
entre calles,
nombres y lugares,
Sión o Jerusalén o Edén,
hendidos como gritos,
sitios enterrados en un pozo
sobre el instante escupido de un vientre,
donde un rostro arranca imágenes
o levanta letras un alma.
III
Un solo rostro,
un solo instante:
el amor es nube o puerta,
árbol donde una envoltura de piedra se curva
o canta el mar.
IV
Esto es amor:
lentitud de hormigas entorpecidas
por un claro silencio de huellas.
V
La soledad negra, el mar
dormido, nos rodean.
Dentro, la ceniza y la sangre.
Atrás, alcohol y tiempo
cohabitando escondidos.
Allá, una visión teñida.
Del otro lado, el instantáneo beso,
la columna transparente,
el sitio de la distancia.
De lejos, la hora de la intimidad con el sol.
Todo sale a luz.
Nuestra muerte
I
Años de piedra,
días de polvo,
cielo sin voz,
el morir doble de nuestros muertos:
abandonados en el centro del cielo y en la semilla de sombra.
II
Sueño infinito de memoria ciega;
atado hacia el fragmento oscuro del olvido,
desgarrado;
torneado con los cielos imaginarios
del odio y del amor,
o incendiado con un resplandor familiar.
III