Los niños escondidos. Diana Wang
Читать онлайн книгу.Yo tenía una bata roja y me paré en la ventana del hospital haciéndola flamear y gritando de alegría.
LA VIDA FUE MEJOR. La vida en Bialystok volvió a la normalidad, se reabrieron los colegios. Mi Gymnazium hebreo se transformó en una escuela de diez grados. Los profesores tuvieron que hacer cursos acelerados de ruso. ¡Yo estaba en la gloria! Volvería a ver a Lonia, mi hermano que estaba en Rusia, dominaba el idioma y a veces tenía que sacar de apuros a algún profesor que no lo sabía tan bien como yo. Muchos chicos judíos pobres pudieron empezar a ir de veraneo, había mucha preocupación por la juventud. En esos dos años no sentí antisemitismo. Desapareció la persecución a los judíos aunque ya se veía que no todo estaba bien. Mandaban a alguna gente a Siberia, faltaban algunos alimentos y había que hacer largas colas para conseguirlos. Empezaron a llegar refugiados contando horrores de la zona ocupada por los alemanes. Se empezó a sentir la falta de espacio en las viviendas porque había que alojar a la gente que llegaba. Nosotros alojamos a la cocinera del hospital en mi cuarto, yo volví a la pieza de mis padres pero no me afectó porque la cocinera tenía una bebita de meses que yo quería mucho, Basiunia.
Lea (13 AÑOS)
LOS RUSOS. La vida durante la ocupación rusa fue para mejor. Para mí se terminó el antisemitismo. En el colegio polaco siempre fui la mejor. En ese colegio, para las representaciones de fin de año, me elegían a mí para cantar y actuar. Cuando vinieron los rusos hicieron un colegio donde todas las materias se daban en ruso. En seis meses aprendí ruso perfecto. Fue una buena época para mí. Se terminó cuando entraron los alemanes en el 41.
EL MIEDO. La palabra Hitler ya estaba en todas las bocas. Aunque los judíos no éramos queridos, había algo más que todavía no alcanzaba a comprender, no me entraba en la cabeza. Creo que todavía hoy no me ha entrado. Había mucho miedo. Los temores hicieron que muchos se fueran de Polonia. Se decía que nos iban a llevar a un gueto o a un campo de trabajo como habían hecho en otros lugares. Preparé un portafolio con cosas de primera necesidad, por las dudas. Mi mamá había preparado un bolsito para cada uno de la familia.
EL MAESTRO DE HISTORIA. Llamaron a todos los judíos para registrarse. Porque eran muy ordenados, no querían que nadie quedara afuera y todo debía quedar prolijamente escrito. Fuimos todos, claro, no había otra manera. Hice la cola y vi que uno de los que escribía nuestros nombres era mi admirado maestro de Historia. Fue él quien anotó mi nombre. Lo hizo sin levantar la mirada, como avergonzado. No sé si fue así o si yo lo pensé tal vez para disculparlo.
OTRO CÍRCULO DEL INFIERNO. Las cosas fueron graduales. Todo pasó en quince días. Cuando llegaron los primeros soldados uno de ellos una vez vio a mi hermanito, que tenía cinco años, y le dio un pan. Eran los primeros soldados que llegaban, eran del Ejército, tal vez ni siquiera eran nazis, no nos preguntaban si éramos judíos. Los que vinieron después eran muy diferentes, tenían bien claro lo que tenían que hacer. Es increíble pensarlo desde hoy, pero todos ya estábamos preparados, sabíamos que nos iban a llevar y flotaba la sensación de lo inevitable. Un día, sin avisar, vinieron a la madrugada y nos sacaron. Nos dijeron que nos iban a matar. Nos llevaron a mujeres, niños y ancianos a un lugar. A los hombres los llevaron a otro lado. Nos subieron a camiones y viajamos cinco o seis horas hasta una ciudad muy grande que se llamaba Pruzany. Fue mi entrada a otro círculo del infierno: el gueto.
EL OCCIDENTE DE EUROPA
El 10 de mayo de 1940, los alemanes invadieron el occidente de Europa: Holanda, Bélgica, Luxemburgo y Francia.
Holanda
Había 140 mil judíos viviendo en Holanda cuando los nazis ocuparon este país. Entre 1942 y 1944, 110 mil judíos fueron deportados. De todos ellos, sobrevivió menos de un 5 por ciento. A pesar de los esfuerzos de grupos políticos y religiosos por ocultar a los judíos, hacia 1945, tres de cada cuatro judíos holandeses habían muerto.
Numerosos ciudadanos holandeses defendieron a los 140 mil judíos que vivían en ese país. El 25 de febrero de 1941 hubo una huelga en protesta contra la deportación de judíos. Muchos otros holandeses del Gobierno y de la Policía colaboraron con los alemanes.
Frida (8 AÑOS)
LA ARGENTINA. Gracias a la aventura de mi papá en la Argentina, de la que había regresado con documentos argentinos, estábamos anotados en el consulado como argentinos. Cuando comenzó la ocupación, mi papá fue a hablar con el cónsul para ver si podíamos irnos de Holanda. El cónsul le dijo que no había ningún problema en ese país, y que además era peligroso intentar alguna huida porque todas las fronteras estaban cerradas. En fin, le dijo que se quedara tranquilo, pero que cualquier cosa, como ciudadano argentino no lo podían tocar. Papá no se conformó del todo, pero la idea de cruzar las fronteras de contrabando con dos chicos era peligrosa, además mi mamá tenía toda su familia en Holanda, por lo tanto nos quedamos.
ESCUELAS IMPROVISADAS. Al principio íbamos a la escuela normalmente, porque durante los primeros dos años no ocurrieron muchos cambios. Fui hasta tercer grado, esto fue hasta el año 42. Después los chicos judíos no podían estar en colegios comunes y en el lugar donde vivía no había colegios judíos. Se formó entonces una escuela improvisada en un centro comunitario judío donde enseñaban profesores judíos y venían chicos de toda la zona.
DOCUMENTOS ARGENTINOS. Mis padres aprovecharon la ventaja de su documentación argentina para ayudar a mucha gente. Papá estaba conectado con la Resistencia y pudo conseguir escondites para varios parientes.
Recuerdo momentos de peligro con mi mamá, que repartía tickets de racionamiento. Iba con su bicicleta visitando a los que estaban escondidos, les llevaba dinero escondido en el asiento de la bicicleta. Una vez se hacía tarde y ella no venía, entonces con mi hermano nos asustamos mucho. Otro día, ella no regresaba después del toque de queda, y yo tuve que atravesar un bosque para buscarla. Cuando llegó a casa nos contó que le habían disparado con un arma.
Bélgica
Bélgica capituló frente a Alemania el 28 de mayo de 1940 y dejó en manos de los nazis unos 65 mil judíos, muchos de los cuales habían huido previamente de los países ocupados y creían estar en un lugar seguro. Solo un 10 por ciento era ciudadano belga, el resto era inmigrante y refugiado. Al principio de la ocupación, se hizo un registro escrito de todos los judíos y de sus empresas y negocios. Cuando se les ordenó (a los judíos) que llevaran insignias amarillas, en mayo de 1942, la falta de colaboración de las autoridades belgas permitió que muchos se escondieran. Para los que no lo consiguieron comenzó la deportación, a pesar de la oposición y las protestas públicas, incluso de la Reina Madre. La implementación de las medidas anti judías fue similar a la de otros territorios ocupados y casi la mitad de los judíos que vivían en Bélgica fueron asesinados. Desde el verano de 1942 hasta mediados de 1944, 26.500 judíos fueron deportados a Auschwitz.
Herty (12 AÑOS)
DE UN DÍA PARA EL OTRO. Cuando mis padres decidieron que nos fuéramos de Bratislava fue muy angustiante, me sacaron del colegio, de mis amistades. Antes se hablaba de la ola de antisemitismo, de lo que estaba pasando, pero yo no le daba importancia. En la zona no eran para nada antisemitas pero después, cuando entró Hitler, algunos se transformaron. El tema de irnos fue de un día para el otro,4 mi papá la llamó a mi mamá y le dijo que nos teníamos que ir adonde estaba él, en Bruselas. Era otoño, creo que mamá y yo llegamos en noviembre del 39. El resto de la familia se quedó porque nadie imaginó lo que iba a venir. A pesar de la amenaza y del miedo, no era tan fácil irse. Mis abuelos se quedaron, el abuelo falleció un mes después de que nos fuimos y quedó la abuela, que fue deportada unos meses antes de que acabara la guerra.
EL VIAJE EN TREN. Ya había empezado el miedo en el tren que tomamos en Achen, Alemania, para ir a Bruselas. Mi mamá me decía que no le dijera a nadie quiénes éramos. Mamá no tenía aspecto de judía, era rubia. Yo tenía el pelo más oscuro, pero tampoco tenía aspecto de judía.5 Llevamos muy pocas cosas porque papá nos recomendó que armáramos una sola valija y saliéramos rápido para no llamar la atención. No tenía que notarse que nos escapábamos. El viaje de Bratislava a Bruselas fue en el día. En los momentos de revisión de los documentos me daba miedo, me latía fuerte el corazón. No teníamos