Papel revolución y otros poemas. [Víctor Manuel Mendiola
Читать онлайн книгу.el párpado inmóvil vio el aumento
de la noche y siguió a las vagas osas;
bajo las nubes percibió las cosas
y halló la plenitud de cada evento.
En las cosas el ojo vio la vida,
también la muerte; supo la penumbra
que tiene el día; vio todo y vio nada.
Vio aparecer en nada la crecida
de todo como el sol que nos deslumbra
y el ojo fue la luz de tu mirada.
Me quiero ir al mar de Francisco Icaza
Egipcio zarpo; parto sin mesura
en el silencio parco de mis años.
No hay verdad ni temor, tampoco engaños
y la casualidad es mi andadura.
Thot escribe mi nombre en los extraños
pergaminos de todo: empieza y dura
la vida; sube y cesa la verdura
del Nilo y vagan vagos los rebaños.
Arriba, entre los soles de mi puerto,
amor y soledad, ocaso y orto
caen en el reloj de mi destino.
Pero el destino sabe en mi ojo abierto
todos los soles. Mientras, sigo absorto
en la casualidad de mi camino.
Joan
Miró
miró
la luz
azul
del sol.
La pecera
I
El pez, en la gran
burbuja del mar,
respira el fondo
turbio del aire.
Bajo un color de
sal y soles
apenas se mueve.
Es una espesa
partícula de luz;
la perla en su vitrina.
Mi ojo celebra al pez
sobre su altar de espuma.
2
En el oxígeno del cuarto
miro cómo te mueves
entre los planos
azules de tu piel,
aletas de una transparencia,
alas del agua,
vuelo en esta pecera.
Vuelo en los ojos del pensamiento.
Aquí respiras,
aquí te guardo,
aquí te doy de vivir
bajo el cristal redondo de mi cuarto.
Eres el pez azul en el puño cerrado de mi mano.
3
El pez descansa.
En la pecera,
la luz dibuja
un cielo acuático.
No hay un átomo
de chapoteo
o la pendiente de una onda
—ni un sólo gramo
de ráfaga o de nube.
Todo es silencio
en este oxígeno.
4
Abres los ojos
después de muchas
horas de sueño.
Miras el cuarto
que de algún modo
también es sueño,
ojos cerrados,
cuerpo dormido,
luz guarecida
en su caverna.
La habitación
respira toda
junto contigo.
La luz, en ella,
también respira;
aire en el vidrio
inexplicable
de esta pecera.
Abres los ojos,
salta la luz,
soplas la rueda
de esta burbuja.
La habitación
respira sueños
junto contigo.
5
En la pecera de esta luz
—el cuarto iluminado
con una pequeña lámpara—,
repito mi buceo inútil
Estrello las narices contra el vidrio,
pongo el ojo en la boca
de la botella oceánica,
asomo la cabeza por encima
de la línea del agua;
una aleta dorsal
dibuja círculos,
un dorso interrogante se hunde
sin respuesta en el piélago
de la burbuja de cristal;
tiburón de mí mismo
me machuco la cara.
Peces y perplejos dan la vuelta
mis pensamientos.
Eclipse
Te crece la cara,
cuando te aproximas a su cuerpo
te crece la cara.
Arrodillado
entre las blandas
esferas de sus pechos;
bebido y zafio
en el puño de su pubis,
te crece la cara.
Se te ensancha en una extensión
sobre su espalda abierta
y sus pequeños hombros,
sube entre sus rodillas
o sigue el miedo de sus pies.
Primero, medio día,
después, toda su carne,
hasta que tu rostro
es un sol aproximado y lleno,
una piedra de sangre
en la atmósfera
iluminada de sus piernas.
Te crece la cara
cuando