Ciudades donde te nombro. [Lina Zerón
Читать онлайн книгу.de gaviotas sobre un solo barco
atesorando suspiros por ley de amor.
Séptimo piso
Aquí me tienes
sacudiendo mi cabellera en el balcón
de un séptimo piso,
una vez y otra vez un alma y dos sombras
en esta ciudad donde me gana el ímpetu.
Desde el interior broto hacia la espuma,
desde el vaivén de espejos mudos
tu recuerdo vuelve en abanico de suspiros,
como sed que todos los molinos sacia,
como sueño al borde de los besos.
Aquí estás.
Sobre el caudal de mi cuerpo ramos de abril,
ondas de calor que en tormenta estallan
en el ir y venir de los tranvías de tu no ausencia.
Cálidas fantasías
En esta ciudad cada noche danzan cien hongos
con tres sucios vasos y un delantal percudido,
las cuatro estaciones en un muro de piedra tintinean,
tiritan en cada nota cálidas fantasías,
tres acordes fusilan somnolencias,
el eco de Mozart ilumina la noche
y las risas caen sobre vasos de whisky
perdiendo la partida con la luna llena.
Secretos alfabetos
Como fiera vengo a sublevar tu cuerpo,
invento pecados en cada esquina con olor a perro,
tormenta agridulce en la piel.
Uncida a ti como fecundo sueño,
invento un corazón de simples sombras
y te hundo en el abismo de mi tierra primigenia.
Ahora el amor es una ciudad furiosa
donde todas las mañanas mis besos cohabitan en tusmuslos,
alfabetos secretos muestran secretos alfabetos,
socava tu desnudo acero en la eternidad de mi laberinto
liando humedades en el roto polvo de mi espejo.
Estalactita de acero
En qué inmensa amante estás pensando,
estalactita de acero que en la noche penetras,
no escucho tu jadeo de encendido gato
ni el aullido de lobos buscando tu sombra.
Bajo tu gabardina de nubes entre abiertas
tras sus velos haces sonreír a las viejas
y sonrojas los pómulos blancos sin afeites.
En tus entrañas nadie sabe del veneno azul
ni el secreto de tu congelada pasión conoce,
ni el millón de voltios que necesitas
para poder venderte en tu caja con pilas
en los sex shops de la ciudad ciega.
Estremecida ropa
Mi ropa cae sobre tu estremecida ropa,
rueda un manantial rebosando de ganas
en las avenidas de un follaje encendido.
Despierto en cualquier hotel sobre sábanas exhaustas,
en las aguas me sumerjo de tu lánguida fuente
y en la brisa de mi vientre renacen las ganas.
Y en esta ciudad poblada de autos es donde me pregunto:
¿cómo engañar la existencia
sin volver a dibujar tu espalda
con la punta de mi lengua?
Galopar secreto
Cuelgan ventanas de olvido amores etéreos
velamen de un tren en el infinito de la niebla.
A las doce horas de cualquier día pulsa un corazón.
A las veinte horas barajas toneles de adioses.
Mis aretes,
tu reloj,
mi falda,
tu billetera,
mis pantaletas junto a una copa vacía.
Es posible soñar en medio de todas las denuncias,
el rubor ha invadido la blusa haciendo tiritar mis botones,
siento el galopar secreto de cinco profundos jinetes
y mi ciudad añora frescas ganas de labios humedecidos.
Pon un ultimátum a mis excusas de concreto.
En pedazos rompe mi indecisión de acero;
aquel es libre porque nunca dice no a nada,
libre es aquel que se sumerge y toca el fondo
hasta que el guiso del amor en los labios fermenta.
Quinto infierno
Que Virgilio y Dante no me lleven con ellos a la muerte,
a ese quinto infierno donde se toca nadie,
donde ni besar puedo tus más deliciosos pecados;
hambre soy, sed, deseo, angustia,
celestial zumbido de campanas de lujuria.
Todo está tan neón,
tan cristal,
tan fundido plástico en forma de cuerpo.
Deja quitarme el olor a tarde,
a smog,
a sosiego.
Borrar la conjura de los años en un siroco de locura,
desflorar sombras de auroras mientras duermo
abrazada al vacío que forma de tu cuerpo la ausencia
donde estoy sin piel,
sin voz,
sin esqueleto en medio de tu fuego...
Por eso me niego a acompañar a Dante y Virgilio
al quinto infierno
para no complacer a la muerte
cuando te hayas ido de esta ciudad
prostituida de vivos muertos.
Lengua bruma
Sé lo que quieres,
murmuró tu sombra a mi oído:
tu lengua bruma alertó mis poros,
manos de viento sobre mi cuerpo serpentearon,
tu respiración mantra mi negro terciopelo desordena,
un “te quiero” se asfixia entre mis muslos,
sin prejuicios tu