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Читать онлайн книгу.Sin embargo, intentó tranquilizarse. Se limitaría a secar unos cuantos cacharros y luego le daría las buenas noches y se marcharía a casa.
—Yo puedo ocuparme de todo —aseguró él.
Neily sacudió la cabeza.
—Será más rápido y más fácil si lo hacemos entre los dos. Y como tú ya te has remangado, lo lógico es que laves y yo seque.
—Está bien, gracias…
Las mangas enrrolladas a las que Neily se refería eran de su camisa de color azul cielo, combinada con unos pantalones caqui. Tenía un trasero tan bonito y unos brazos tan sexys que no pudo evitar admirarlo.
—Ha sido una gran fiesta —comentó ella, para quitárselo de la cabeza.
—Eso espero. Si estuviera en mi casa, habría organizado algo más llamativo… pero un lugar que llevaba varias décadas deshabitado tiene limitaciones evidentes.
—Descuida, la gente de Northbridge no es dada a excesos de elegancia.
—Pero sí a relacionarse entre ellos. Todos se conocían.
—Claro, es una localidad pequeña.
—Cuando llegué a Northbridge, me pregunté si sería un típico pueblo agradable y pintoresco o uno endogámico y lleno de enemistades enquistadas. Hasta ahora, parece lo primero… ¿O es que la endogamia y los odios están entre bastidores?
Neily se rió.
—Los odios, sí, pero la endogamia la practicamos a cara descubierta —bromeó—. No, ya en serio… Northbridge sólo es una localidad pequeña que antes vivía del campo. Somos exactamente lo que ves.
—Pues esta noche he visto unos cuantos Pratt… ¿Sois siete en total?
—Ocho. ¿Te acuerdas de Karis? Es la que está casada con Luke Walker. La has conocido esta noche… es mi hermanastra.
—¿Hermanastra? ¿De padre, o de madre diferente?
—De madre. Mi padre se marchó cuando éramos pequeños y tuvo dos hijas con otra mujer. Una de ellas murió, pero Karis se vino a Northbridge y conoció a Luke.
—¿Se marchó? —preguntó, sorprendido—. Debió de ser muy duro para vosotros…
—Sobre todo para mi madre. Yo era demasiado pequeña para acordarme… ni siquiera había cumplido los tres años —explicó—. Se fue justo después de que nacieran Boone, Taylor y Jon.
—¿Nacieron al mismo tiempo?
—Es lo que suele ocurrir con los trillizos.
Wyatt sonrió.
—No sabía que fueran trillizos.
—¿No te lo he dicho al presentártelos? —preguntó—. Qué extraño, siempre lo hago…
—Si me lo hubieras dicho, lo recordaría. A fin de cuentas estoy en el mismo caso.
Neily lo miró con sorpresa.
—¿En serio?
—Sí. Marti, Ry y yo somos trillizos.
—Vaya… no me lo puedo creer. Menuda coincidencia.
—Bueno, los trillizos son más raros que los mellizos, pero la posibilidad de que se repita una situación así en una familia que ya ha tenido casos anteriores, es bastante elevada. Quién sabe, puede que tengamos familia común.
Neily se rió.
—Conozco la historia de mi familia y sé que no tenemos ninguna relación con la vuestra —afirmó con humor—. Pero visto lo visto, será mejor que tú y yo no tengamos hijos… nos saldrían de tres en tres.
Wyatt no dijo nada sobre el comentario de Neily. De hecho, pareció cambiar de conversación.
—Esta noche también he conocido a unos cuantos Perry. ¿Es otra familia grande?
—No tanto como la nuestra. Eden, Eve y Faith son primas de Jared, Noah, Kate y Meg.
—Ah… sólo sé lo que me ha contado Noah. No ha sido mucho, pero afirma que muchos de los Perry están casados o a punto de casarse con un Pratt.
—Es cierto.
—Muchos… pero tú, no.
Neily no supo a dónde quería llegar.
—No, yo no.
—¿Y no hay nadie más en tu vida? No llevas anillo de compromiso y nunca has dicho que hayas estado casada, luego supongo que sigues soltera. Pero entre las compras del lunes, la pizza de ayer y la fiesta de hoy… en fin, me he preguntado si no estaría interfiriendo en alguna relación. Es decir, si no estarás saliendo con alguien…
Neily le dio la espalda con la excusa de meter unos platos en el armario de la cocina porque no quería que la viera sonriendo de oreja a oreja. Quería saber si estaba saliendo con otro hombre. Ya no se trataba solamente de Theresa y de sus necesidades, sino de algo bastante más personal.
Ahora debía decidir entre responder a su pregunta o cortar por lo sano y decirle que no podía hablar de cosas personales con una persona involucrada en un asunto de su trabajo. Pero si optaba por la primera posibilidad, podría saciar su propia curiosidad y averiguar más cosas sobre la vida de Wyatt.
Al final, optó por rendirse a sus deseos.
—No estás interfiriendo en nada. En este momento no salgo con nadie.
Neily volvió a la pila en el momento preciso en que Wyatt quitaba el tapón para vaciarla. Se giró hacia ella, alcanzó otro trapo y se apoyó en la encimera.
Su expresión no mostraba sorpresa por la información que le acababa de dar. Sin embargo, parecía alegrarse.
—¿Y tú? —preguntó Neily—. ¿Te está esperando alguien especial en Missoula?
La sonrisa de Wyatt se tiñó con un fondo de tristeza.
—No —dijo, bajando la mirada—. Estuve casado, pero ella falleció.
Neily supo que se refería a Mikayla. Theresa la había mencionado cuando Wyatt y Mary Pat llegaron a la casa, y él tuvo que recordarle que había muerto.
—Mikayla, supongo… Theresa siempre me confunde con ella.
—Sí, Mikayla era mi esposa. Pero te lo dije cuando nos conocimos…
—No, me dijiste que te resultaba familiar. Yo adiviné que sería ella por las confusiones continuas de tu abuela, pero no me explicaste quién era.
Neily ardía en deseos de preguntar por el bebé. Sin embargo, le pareció que no era el momento ni en lugar adecuado.
—Lo siento mucho, Wyatt.
Él arqueó las cejas y se encogió de hombros.
—La vida te ofrece bandejas llenas de fruta… unas están maduras, y otras, podridas.
Neily prefirió no preguntar al respecto porque tuvo la sensación de que no quería decir nada más. Sobre todo cuando se secó las manos muy despacio, con esa sensualidad tan propia de él que la volvía loca, y adoptó una actitud distante.
Wyatt se apartó de la encimera, dejó el paño a un lado y dijo:
—Discúlpame. Es tarde y te estoy entreteniendo.
Neily no supo si lo dijo por consideración hacia ella o porque prefería que se marchara antes que hablar de su difunta esposa. Pero decidió marcharse de todas formas.
—Será mejor que me vaya. Tengo que ver a Sela a primera hora y llevármela del hospital si ya le han dado el alta.
—Pero nos veremos mañana, ¿verdad? —preguntó mientras la acompañaba a la salida.
—Por