Escultura Barroca española. Nuevas lecturas desde los Siglos de Oro a la sociedad del conocimiento. Antonio Rafael Fernández Paradas
Читать онлайн книгу.Consultado el 15 de Septiembre de 2015.
[26] http://www.joseluispuerto.com/AA. VV. Sueños de marfil: la obra de José Puerto. Burgos: Ediciones Monte Carmelo, 2004.
[27] AA. VV. Sueños de marfil: la obra de José Puerto. Burgos: Ediciones Monte Carmelo, 2004, p. 125.
9 Muebles: las otras artes de la madera
Mª Mercedes Fernández Martín
1.INTRODUCCIÓN
Abordar en un manual de escultura barroca española el tema del mobiliario requiere de unas reflexiones previas para su justificación. El estudio del mobiliario ha sido con frecuencia preterido con respecto a otras creaciones artísticas, como la arquitectura o la escultura, con las que tiene una estrecha relación en cuanto a estructuras, técnicas y decoración. Por esta y otras muchas cuestiones, se hace imprescindible incluir esta materia en el contexto general de la escultura. No es fácil aplicar al estudio del mueble la misma metodología que al resto de las producciones artísticas. El escaso número conservado, si se compara con otras obras, no facilita su agrupamiento para poder llevar a cabo series o colecciones coherentes. Su propia función juega en contra pues, al caer en desuso, se modifican o se desubican de su lugar originario. Por último, salvo contadas ocasiones, no suelen ser obras excesivamente costosas, por lo que frecuentemente, y en el caso de España, carecen de marca de autor o de procedencia, estando de esta manera descontextualizadas.
En este capítulo se pretende ofrecer un esbozo de ciertos valores culturales que posee el mobiliario, cuya consideración permitirá realizar una nueva y más enriquecedora lectura del mismo, al poner de relieve aspectos que por desgracia estamos acostumbrados a pasar por alto. Aunque lo esencial de un mueble es su funcionalidad, esto no quita que aparte de cumplir su función esté dotado de unas líneas y unas proporciones que producen una respuesta estética a quien lo contempla. Pero aun considerando el mueble como una pieza artística o elemento decorativo, no podemos nunca olvidar su funcionalidad, porque si el mueble no es un objeto útil carecerá del carácter para el que fue creado. Una nueva y más correcta interpretación contribuiría sin duda a situar este tipo de producción artística en el lugar que, por méritos propios, le corresponde dentro del campo de las artes.
2.EL MOBILARIO AL SERVICIO DE LA LITURGIA
La ornamentación en el mobiliario participa de las mismas características de otras obras realizadas en madera, siendo las fuentes de inspiración las mismas. Los sorprendentes y efectistas interiores de la arquitectura religiosa barroca se deben, en buena medida, a la concatenación y acumulación de ornamentos. Sencillas y mudas estructuras resultan transformadas por medio de los estucos y pinturas de muros y bóvedas, por las imponentes máquinas ilusorias de los retablos y por un variado y colorista conjunto de carpintería y mobiliario litúrgico. Existen elocuentes testimonios en un notable conjunto de iglesias, capillas, ermitas, camarines y sagrarios, edificados de nueva planta o remodelados conforme a los nuevos postulados estéticos, a lo largo de todo el período barroco. La singularidad e importancia del mobiliario religioso viene reclamando la consideración que desde hace tiempo necesita. Y ello no solo por la evidente trascendencia de tales manifestaciones artísticas, sino por el grave peligro de desaparición que sobre ellas se cierne. Si malo fue el período del siglo XIX, con varias revoluciones y desamortizaciones, y el de la Guerra Civil española, peor fueron los años de fines de los sesenta y los años setenta del siglo pasado. De hecho, muchas de las piezas de carpintería y del ajuar litúrgico que atesoraban los templos españoles han sufrido ya las consecuencias de los cambios de gusto y de una errónea y caprichosa interpretación de las directrices del Concilio Ecuménico Vaticano II, en torno a la liturgia. Tras el mismo, la mayoría del mobiliario y ajuar litúrgico pasó a ser considerado como enseres no útiles en la práctica litúrgica actual. La idea modernizadora, en parte por una mala interpretación de las normas y recomendaciones emanadas del Concilio, significó la pérdida irremediable de buena parte del mobiliario y del ajuar litúrgico de los templos. Numerosas piezas artísticas caídas en desuso se trasladaron a almacenes o trasteros, experimentando la incuria y el olvido, hasta llegar a su destrucción. En otras ocasiones, han sufrido importantes alteraciones, como ocurre con los retablos, que constituyen elementos decisivos en la configuración y modulación de los espacios religiosos, especialmente durante el Barroco. No obstante, aún es mucho y bueno lo conservado. Hay que recordar que, desde el punto de vista patrimonial correcto y operativo, tienen la misma consideración una escultura, retablo o pintura que cualquier candelero, sacra o exvoto donde se recoja la expresividad popular. Son, precisamente, estos bienes muebles menos significativos los que tienen más riesgo de desaparecer.
Si exceptuamos los estudios sobre algunas sillerías de coro, principalmente en aquellas que intervinieron escultores de renombrado prestigio, el estudio del mobiliario litúrgico y su incidencia en los espacios a los que va destinado es prácticamente inédito y la bibliografía específica sobre el tema prácticamente nula[1]. Por lo tanto, la principal fuente de información para su estudio son las propias obras. Lo primero que asombra del mobiliario litúrgico es su riqueza y variedad tipológica, tanto por su número, como por su calidad artística y valor material. En líneas generales el mobiliario barroco mantiene las mismas estructuras de épocas anteriores cambiando, en la mayoría de las ocasiones, únicamente la decoración. No obstante, en el ámbito doméstico se incrementa el número de muebles de las viviendas, creándose piezas nuevas como sofás, consolas, cómodas, cornucopias, etc., muebles estos que también pasarían a la decoración y renovación de los interiores religiosos.
Con la Contrarreforma los templos van a ser los grandes demandantes de obras de carpintería, realizándose gran cantidad de muebles que van a decorar las nuevas dependencias eclesiásticas que se construyen en aquellos años. En los templos era frecuente tener en nómina a un carpintero, quien se encargaba por lo general de tener a punto el mobiliario y de construir aquellas piezas de uso más frecuente y, por regla general, de menor valor artístico. Así, los grandes encargos recaían en otros maestros, responsables de obras más importante y mediando un contrato de obra.
Para el estudio de estas piezas, tanto las de carácter fijo como las de carácter móvil, se ha optado por agruparlas por su forma y función. No se pretende en ningún momento elaborar un catálogo exhaustivo de todas las piezas de mobiliario, obviando a veces piezas de carpintería no menos interesantes, pero que nos apartarían del programa planteado.
Entre las piezas de carácter fijo, si exceptuamos los retablos al ser estos merecedores de un estudio individualizado, hay que citar las mesas de altar, elementos intrínsecamente relacionados con los retablos. Tras el Concilio Vaticano II, algunas operaciones de renovación fueron encaminadas a desmantelar los altares mayores para dar más claridad a los presbiterios. Menos drásticas fueron otras operaciones que afectaron fundamentalmente a los retablos colaterales y a los adosados a los muros perimetrales de las iglesias. Al perder su función litúrgica original en la celebración de las misas, muchos de ellos vieron desaparecer sus mesas de altar, eliminándose así el basamento necesario para la arquitectura del retablo, lo que también supuso la pérdida de un elemento clave del diseño. Responden por regla general a dos tipos. El más frecuente en el siglo XVIII, y de los que hay también importantes ejemplos en mármol, es la mesa de perfil ondulado y abombado, decorada con gallones y con aplicaciones de talla de temas vegetales y rocallas muy carnosas. El faldón de la encimera, o tablero, recuerda la caída del mantel que recubre el ara, imitando flecos o encajes. Menos frecuentes son las mesas rectangulares que solo presentan decorada la parte frontal, pero de las que se conservan ejemplos muy interesantes. En la actualidad, se lleva a cabo la catalogación sistemática de los frontales de altar por el peligro que comporta su olvido, máxime cuando son las mesas de altar el módulo desde el que se desarrolla el