Una reunión familiar. Robyn Carr

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Una reunión familiar - Robyn Carr


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que un hombre como yo puede trabajar en una cuadrilla de mantenimiento de caminos? —le preguntó a Tom—. ¿O llevar un camión de basura?

      Tom se echó a reír.

      —¿Un veterano que ha servido en el Ejército y tiene vínculos con el pueblo? ¡Demonios, Dakota! A ti te contrataría cualquiera. Te daré una recomendación. Solo tienes que decidir lo que quieres hacer. Yo llevo casi veinte años trabajando para el condado.

      —Creo que debería recoger basura. En penitencia por todas mis fechorías.

      —¿Fechorías? —preguntó Tom, riendo—. Cal me dijo que eres un soldado condecorado.

      —Pero me descondecoré antes de terminar —repuso Dakota. Se rascó la barba—. Creo que debería cortarme el pelo. ¿Necesito afeitarme también?

      Tom se echó a reír.

      —Esto es Colorado, tío. Pareces uno de los nuestros.

      —Mejor. Le he tomado cariño —Dakota sonrió—. Por así decir.

      —Averiguaré para qué están contratando y te traeré un formulario de solicitud.

      Cuando Dakota volvió a casa desde del Crossing después de un día productivo, encontró a Cal en su despacho, colgando el teléfono.

      —O sea que sigues aquí —dijo—. Llevas ya cinco días. Creo que eso es un récord.

      —¿Molesto? —preguntó Dakota.

      —Casi no sé que estás —contestó Cal—. ¿Tú tienes la sensación de molestar?

      Dakota negó con la cabeza, apoyado en la jamba de la puerta.

      —¿Te molesta la niña? —preguntó Cal.

      —La niña es fantástica —repuso su hermano—. Pero no voy a hacer de canguro.

      Cal se echó a reír.

      —Nos hemos arreglado antes de que llegaras y seguiremos arreglándonos.

      —¿Y qué pasa si me quedo?

      —¿Qué pasa? —le devolvió Cal la pelota.

      —¿Eso te resultaría raro?

      —No. Me caes bien. Más o menos —Cal se puso serio—. Eres bienvenido aquí, Dakota. Y gracias por ayudar a Sully. Te lo agradecemos.

      —Todos lo hemos ayudado a preparar la tierra, pero creo que ahora va a llover durante días.

      —Eso he oído. En marzo llega siempre la lluvia y Sully prepara la zona del camping para el verano. Bueno, para la primavera y el verano. Todos ayudamos. Tú no tenías por qué hacerlo, así que gracias. ¿Y ahora qué?

      —Bueno —Dakota se rascó la barbilla—. Me voy a cortar el pelo, recortarme un poco la barba, buscar trabajo, un lugar para vivir…

      —Yo no te echo —dijo Cal—. Si puedes soportar a Elizabeth, puedes quedarte aquí. El alquiler es barato.

      —Elizabeth es una maravilla, pero creo que alquilaré algo porque eso va más conmigo. Lo que no significa que no pase tiempo con vosotros.

      —Eso suena un poco a largo plazo —dijo Cal.

      —Dentro de lo que es largo plazo para mí —clarificó Dakota—. Unos meses por lo menos. Me gusta el Crossing, los senderos, el lago y la gente. Parece un buen lugar para ordenar mis pensamientos.

      —Nos encantará tenerte cerca —declaró Cal—. Oye, ¿crees que estarás bien aquí solo unos días? Maggie tiene que irse otra vez a Denver. Opera y ve pacientes tres o cuatro días a la semana. Tiene una niñera allí, pero esta semana no tengo clientes ni juicios y me voy a ir con ellas. Solo volveré si me llama alguien porque me necesita.

      Dakota rio y se pasó una mano por la cabeza.

      —Tanta flexibilidad me va a producir un sarpullido. Estoy acostumbrado a una rutina estricta.

      —Muy bien —dijo Cal—. Crea una rutina estricta. A nadie le importará eso. Pero Maggie y yo tenemos a Elizabeth y nuestras carreras. Por no mencionar a Sully y el camping. Solo tienes que decirme si vas a venir a comer, eso es lo único que necesito. Bueno, eso y si vas a llegar tambaleándote a las tres de la mañana y me vas a obligar a sacar el rifle porque creo que han entrado a robar. Eso implicaría comunicación, Dakota. Algo en lo que no has destacado mucho.

      —Eso me han dicho. Tienes mi número de móvil, ¿verdad?

      —¿Tienes dinero para alquilar algo? Porque puedo…

      —Tengo —respondió Dakota—. Y te llamaré antes para que añadas otra patata a la sopa.

      Cal guardó silencio un momento.

      —Me ha gustado tenerte aquí —dijo al fin.

      —Haré todo lo posible por no cargarme eso —contestó su hermano.

      Cal, Maggie y Elizabeth salieron a la mañana siguiente temprano para Denver. Si Dakota no había entendido mal, Maggie iba directamente al trabajo, donde pasaría la mañana viendo pacientes y la tarde operando. Después repetiría ese ciclo una y otra vez. Una semana hacía eso durante tres días y, a la siguiente, cuatro días. Una vez al mes tenía que estar de guardia en Urgencias, lo que añadía un quinto día a su ciclo. Y Cal, un abogado penalista, recibía clientes en su despacho de casa o en otros lugares, como la cafetería, el porche de Sully en el Crossing o la biblioteca, y las consultas podían ser desde para redactar un testamento a sacar a alguien de la cárcel. Dakota archivó esa información por si la necesitaba.

      De momento, iba a estar solo unos cuantos días. Y, como Sully había previsto, llovía.

      Pasó por una agencia inmobiliaria, recogió un folleto de propiedades de alquiler en la zona y después fue a cortarse el pelo. Miró calle arriba y calle abajo y, como vio que la barbería estaba cerrada, entró en la peluquería Fancy Cuts. Cuando cruzó la puerta, vio seis sillas y tres clientes con peluqueras. Mostró su sonrisa más radiante.

      —No busco nada del otro mundo —dijo—, pero ¿pueden arreglar un pelo y una barba que llevan un tiempo abandonados?

      Pasó un momento. Una joven muy guapa dio un paso hacia él.

      —Yo me encargo —dijo a las otras dos, ambas mujeres más mayores—. Deme cinco minutos. Tome asiento.

      Volvió a su clienta, una mujer mayor cuyo cabello parecía una masa de salchichas rosas.

      —No puedes terminar en cinco minutos —dijo la clienta, en voz más alta de lo necesario.

      —Oh, sí terminaré —repuso la peluquera guapa—. Y te encantará.

      —Pues espero que no…

      La peluquera acercó un cepillo al pelo y conectó el secador de mano. Ahuecó el cabello de la mujer, lo peinó hacia atrás y terminó poniéndole laca.

      Dakota tomó una revista y comenzó a hojearla. Leyó un anuncio sobre higiene bucal y, cinco minutos después, estaba en una silla con la hermosa Alyssa pasándole un peine por el cabello moreno.

      —¿Qué quiere hacerse? —preguntó esta.

      Dakota se dio cuenta de pronto de la cantidad de tiempo que hacía que no se acostaba con una mujer.

      —Nada especial —contestó. «¿Te gusta contra la pared?»—, solo recortar. ¿Y puede recortar la barba también? No al estilo Hollywood, basta con que no parezca salido de la serie Duck Dinasty.

      —Entendido —respondió ella, con una sonrisa también brillante—. Empecemos con un buen champú. Venga por aquí.

      Él no mencionó que se había lavado el pelo esa mañana en la ducha, sino que la siguió a la parte de atrás. Mientras ella le masajeaba el cuero cabelludo y le hacía preguntas, él cerró los ojos con gentileza. Le contó que tenía


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