Arriesgando el corazón. Amanda Browning

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Arriesgando el corazón - Amanda Browning


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sí que ha terminado. O se va por su propio pie o a patadas en el trasero, como quiera, pero tenga por seguro que se va a ir.

      Kari lo miró fijamente. Tenía ganas de gritar de frustración, pero sabía que no iba a conseguir nada de ese hombre.

      –Me voy. Debería haber sabido que venir aquí iba a ser una pérdida de tiempo. ¡Es imposible apelar a los buenos sentimientos de alguien que no tiene ninguno!

      Abrió la puerta y casi se dio de bruces con el hombre que iba a entrar. Pasó a su lado sin mirarlo y salió de allí tan enfadada como cuando había llegado. ¡Ese tipo! Esperaba que se cayera de ese sillón y se partiera el cuello.

      ¡No quería volverlo a ver en toda su vida!

      Capítulo 2

      NICK Fraser miró a la mujer que se alejaba y luego entró en su despacho.

      –¿Qué quería? –le preguntó con curiosidad a su primo.

      Lance bajó las piernas de la mesa, se levantó y empezó a pasear por el pequeño despacho, maldiciendo en voz baja. Luego miró a su primo con los párpados entornados.

      –Tenía una queja y me confundió contigo. Debían haberte estado pitando los oídos. Esa dama tiene unos sentimientos muy fuertes hacia ti, y ninguno de ellos bueno. Me debes una por haberme puesto en medio, Nick.

      –¿Por qué no le has dicho quién eras?

      –Porque no me dio la oportunidad de hacerlo –mintió Lance–. Eso al principio, pero luego no se lo habría dicho ni en broma.

      Nick contuvo una sonrisa.

      –¿Te ha hecho enfadar? –le preguntó divertido.

      Su primo lo miró fijamente.

      –Esa mujer…

      Pero cuando vio la cara de risa de su primo, Lance se contuvo, respiró profundamente, puso los brazos en jarras y se quedó mirando a la puerta. Su ira se esfumó como la niebla en un día soleado y se vio reemplazada por una sensación cálida en su interior. Agitó la cabeza y sonrió de repente.

      –Era magnífica, ¿no te ha parecido?

      Ahora que ella se había marchado le estaba empezando a gustar. Nunca había conocido a ninguna como ella.

      –Sólo he llegado al final, ¿recuerdas? –respondió Nick sonriendo también.

      –He conocido a presidentes de empresas con menos valor. Créeme, Nick, se ha enfrentado cara a cara conmigo y no ha cedido ni un centímetro. Me pone la piel de gallina sólo con pensarlo.

      La verdad era que Lance hasta se sentía orgulloso de ella, a pesar de haber sido él el receptor de sus puñetazos verbales.

      –De acuerdo, te ha impresionado, ¿pero y ella? A mí me ha parecido que no le has causado muy buena impresión, compañero. ¿Qué ha pasado con el famoso encanto de los Kersee?

      –En ese momento no quise encantar a esa gata salvaje. Lo que quería era matarla.

      Lo cierto era que se había pasado la mitad del tiempo deseando estrangularla y la otra mitad preguntándose cómo sería hacer el amor con ella.

      –¿Y ahora? ¿Has cambiado de opinión?

      Nick sentía curiosidad porque nunca antes había visto así a su primo.

      Lance pensó en la forma en que ella se le había enfrentado y se dio cuenta de que eso era lo que más le había impresionado. Ella se había mostrado orgullosa, valiente y leal con su amiga. Como acababa de decirle a Nick, había estado magnífica. Le había hecho sentir muchas cosas en nada de tiempo y se daba cuenta de que ella era alguien especial. Tan especial que sería tonto si la dejara escapar. Con los años había descubierto que había veces que había que hacer caso al instinto y esta era una de esas veces.

      Miró fijamente a su primo.

      –Ella es la mujer, Nick. Es la mujer con la que me voy a casar –dijo completamente convencido.

      Nick se quedó absolutamente perplejo.

      –¿Qué?

      –Que me voy a casar con ella.

      –¡Estás loco!

      –Nunca he estado más cuerdo en mi vida –respondió Lance pensando en esos grandes ojos azules de ella.

      Nick se apoyó en el borde de su mesa.

      –No me puedo creer que esté oyendo esto. ¿Me estás diciendo en serio que te has enamorado de ella?

      La verdad era que Lance no lo había pensado de esa manera, sólo sabía que ella era diferente y que sería un idiota si la dejaba escapar. Pero ahora que Nick lo mencionaba, se dio cuenta de que era cierto. Estaba enamorado. Ella había explotado en su corazón igual que había explotado en ese mismo despacho.

      Un momento antes él había ignorado su existencia y, al siguiente…

      No se podía imaginar vivir sin ella.

      Se sentó en el sillón de nuevo, se pasó la mano por la cabeza y se lo pensó bien. Ella le había llamado de todo, se había enfadado con él, y a él lo único que le había apetecido de verdad era abrazarla y besarla. Si eso no era amor, no sabía lo que era.

      –Me ha enganchado bien en el anzuelo –dijo por fin.

      –Pero sólo la conoces desde hace… ¿media hora?

      Lance sonrió. Sólo había una persona que sabía que aquello no la iba a sorprender y era a su hermana Raquel. Hacía años le había hablado de su convicción, cuando ella había bromeado acerca de las chicas con las que salía. Desde entonces no había vuelto a gastarle bromas al respecto.

      –Sólo se necesita un minuto cuando es la adecuada –respondió a su primo.

      –¿No te estás olvidando de una cosa? La dama no estaba interesada en ti –le recordó Nick.

      –Esa es una forma amable de decirlo.

      Lo cierto era que estaba seguro de poder transformar esa mirada helada de ella en algo mucho más agradable. Esa mujer estaba muy lejos de ser fría. La próxima vez que la viera…

      –¡Demonios! –exclamó poniéndose en pie de un salto.

      –¿Qué pasa?

      –No tengo ni idea de quién es.

      No sabía nada de ella, pensó. Aún así, oyó reírse a Nick y lo miró incrédulamente.

      –¡Esta sí que es buena! Pretendes casarte con ella y ni siquiera sabes quién es. ¡Vaya cosa!

      Pero a Lance aquello no le parecía nada divertido.

      –Estás pidiendo a gritos que te ponga un ojo morado.

      –Ponme un dedo encima y no te diré su nombre.

      La ira de Nick desapareció tan rápidamente como había llegado.

      –¿La conoces?

      –Sé de ella. Estuvo casada con el hijo de un ex- embajador.

      Lance elevó las cejas.

      –¿Estuvo casada?

      –La hermosa Kari es viuda. Su marido se mató hace algunos años.

      A Lance le sorprendió saber que era viuda. Parecía demasiado joven como para haber estado casada y haber enviudado.

      –Kari, ¿qué?

      –Maitland. Kari Maitland.

      Lance se quedó más sorprendido todavía.

      –¿Has dicho Maitland? ¿Ese ex-embajador no sería Robert Maitland?

      Seguramente no podría tener tanta suerte.


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