Amor en exclusiva. Valerie Parv
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Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
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28001 Madrid
© 1998 Valerie Parv
© 2021 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Amor en exclusiva, n.º 1054 - enero 2021
Título original: Baby Wishes and Bachelor Kisses
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.
Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
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Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.
Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 978-84-1375-100-9
Conversión a ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Índice
Capítulo 1
BETHANY Dale se había quedado parada frente a la casa de Nicholas Frakes al oír el inesperado llanto de un niño. Había leído un artículo sobre el tórrido romance que Nicholas mantenía con una modelo, pero no mencionaba niño alguno. Sin embargo, el sonido que llegaba desde la casa era inconfundible.
A pesar de que la puerta estaba cerrada, los gritos del niño llegaban claramente al porche. Quizá Nicholas Frakes tenía invitados en su casa. Invitados con un niño, pensaba, con un nudo en la garganta. Tenía que controlarse antes de llamar al timbre. El mundo estaba lleno de niños. Que ella no pudiera tenerlos no era razón para que se viniera abajo cada vez que oía llorar a uno.
Ni siquiera la terapia la había ayudado. Y trabajar unas horas al día en un albergue para niños sin hogar en Melbourne sólo aumentaba la sensación de pérdida.
Como distracción, había decidido volcarse en la revista sobre casas de muñecas y miniaturas que editaba y que tenía un nombre irónico: La Casita Del Niño. Por supuesto, le había puesto aquel nombre antes de enterarse de que no podría tenerlos, pero era increíble como desde entonces todo en su vida parecía girar alrededor de ese tema.
Respirando profundamente, Bethany se decía a sí misma que no iba a dejarse abatir. Sus propios padres eran un ejemplo de que había otras formas de paternidad igualmente gratificantes. La familia Dale estaba formada por tres hijos adoptados, además de Bethany, su hermano mayor Sam y la pequeña Joanie. Y los seis se querían y se pegaban igual que si hubieran sido hermanos de sangre.
Podría soportar aquella entrevista aunque hubiera un niño presente, se repetía a sí misma. Sobre todo, si eso servía para persuadir a Nicholas Frakes de que la dejase escribir un artículo sobre la casa de muñecas de su familia. Cuando a él se le hubiera pasado el enfado con ella por esconder la auténtica intención de la entrevista. No había mentido, simplemente no se lo había contado todo.
Le hubiera gustado saber algo más sobre su protagonista, pero él había aceptado la entrevista por fax un par de días antes y no había tenido tiempo de investigar.
Estaba segura de que él se hubiera negado si le hubiera contado la auténtica razón por la que quería entrevistarlo. Había sido el propio Nicholas quien había retirado la famosa casa de muñecas de su familia de la exhibición, después de la muerte de su padre. Nadie sabía por qué; él se había negado a contestar las preguntas de los periodistas al respecto. Sería una suerte conseguir que contestase a sus preguntas y la dejase fotografiar el famoso tesoro familiar.
Bethany dejó escapar otro suspiro. Su socio había abandonado la revista un mes antes y, si no conseguía el artículo, no podría seguir editándola. Pero no podía seguir pensando aquellas cosas, porque tenía que concentrarse y mostrarse segura de sí misma, se decía. Y no habría historia si no conseguía convencer al formidable Nicholas Frakes.
Estirando al máximo su metro setenta y cinco con tacones, apretó el timbre, decidida. En ese momento, los gritos del niño parecieron aumentar de volumen y el corazón de Bethany dio un vuelco de tristeza. ¿Por qué no hacían algo para que dejase de llorar?, se preguntaba. A pesar de su decisión de mantenerse fría, hubiera deseado abrazar a aquel bebé y acunarlo hasta que dejara de llorar.
Después de llamar tres veces más sin conseguir respuesta, decidió buscar otra entrada. La casa era una mezcla deliciosa de estilos clásico y moderno. Estaba hecha de ladrillo y madera, con ventanas salientes y puertas con cristales emplomados, que se abrían al porche que rodeaba la casa. Una de ellas estaba abierta y Bethany se dirigió hacia allí.
–Hola. ¿Hay alguien en casa? –llamó. Pero no hubo respuesta. Cuando entró en la habitación, se dio cuenta de que era un dormitorio masculino muy desordenado. La cama de nogal, con sábanas de seda negra, parecía no haber sido hecha en mucho tiempo y el edredón estaba tirado en el suelo,