E-Pack HQN Sherryl Woods 3. Sherryl Woods

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E-Pack HQN Sherryl Woods 3 - Sherryl Woods


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simplemente se esfumaba sin más. Ella había acabado por resignarse en gran medida, pero los resentimientos que permanecían latentes salían a la superficie de vez en cuando.

      Tal y como solía pasar, Gabi salió en defensa de su padre de inmediato.

      –Está ocupado, su trabajo es importante. ¿Tienes idea del impacto que podrían tener en la vida de la gente los estudios biomédicos que lleva a cabo su empresa?

      –Me gustaría saber cuántas veces le dijo eso a mamá cuando se largaba y ella tenía que criarnos sola.

      Por una vez, Gabi no sacó las cosas de quicio y admitió:

      –Sí, la verdad es que era una excusa habitual en él, ¿verdad? Pero ya somos adultas, a estas alturas ya tendríamos que haber superado el hecho de que no viniera a vernos en los recitales, las obras de teatro y los partidos de fútbol de la escuela.

      –Y eso lo dice la mujer nada equilibrada que parece empeñada en seguir sus pasos –comentó Emily, en tono de broma–. Sabes que eres igualita a él, Gabriella. Puede que no seas una científica, pero eres adicta al trabajo. Por eso te molestas tanto cuando le critico.

      El silencio que se creó tras aquellas palabras fue ensordecedor, y Emily se apresuró a disculparse al darse cuenta de que acababa de pasarse de la raya.

      –Ha sido una broma, Gabi, no lo he dicho en serio. Sabes lo orgullosos que estamos de ti. Eres una alta ejecutiva en una de las empresas de biomedicina más importantes de Carolina del Norte, puede que de todo el país.

      –Sí, ya lo sé, es que tu comentario me ha pillado desprevenida. Bueno, avísame cuando vayas a llegar, iré a buscarte al aeropuerto.

      Antes de que Emily pudiera disculparse de nuevo por hacer un comentario tan desconsiderado y fuera de lugar, Gabriella ya había colgado. No lo hizo de golpe, con un arranque de genio similar a los que tenía la propia Emily, sino con suavidad… y, por alguna razón, eso fue mucho, pero que mucho peor.

      Boone Dorsett había vivido una buena cantidad de situaciones de alerta por el acercamiento de huracanes que, en algunos casos, habían llegado a afectar a la costa, así que se sabía de memoria cómo había que sellar la casa con tablones para protegerla; aun así, la pura verdad era que la Madre Naturaleza era la que tenía siempre el control de la situación.

      De pequeño le fascinaban las tormentas fuertes, pero en aquel entonces no era consciente del caos que podían generar en la vida de la gente. A esas alturas era un adulto con un hijo, un hogar y un concurrido restaurante, y sabía las pérdidas que podían causar los vendavales, las devastadoras tormentas y las inundaciones. Había visto carreteras destrozadas, casas derrumbadas, vidas arrancadas de raíz.

      Por suerte, aquella última tormenta se había desviado en el último momento hacia el este y tan solo les había golpeado de refilón. Había habido daños, y muchos, pero de momento no había visto el nivel de destrucción de veces anteriores; de hecho, él había salido relativamente bien parado. En su restaurante había entrado un poco de agua y varias tejas del tejado de su casa habían sido arrancadas, pero lo que más le preocupaba después de examinar sus propiedades era el restaurante familiar de Cora Jane.

      Castle’s by the Sea había sido una constante en su vida, al igual que la propia Cora Jane, y ambos habían sido su inspiración a la hora de decidir embarcarse en el negocio de la restauración. Su intención no había sido emular el éxito del Castle’s, sino crear su propio ambiente acogedor. No había recibido el apoyo de ninguno de los miembros de su disfuncional familia, y estaba en deuda con Cora Jane porque ella le había ayudado a creer en sí mismo.

      La principal razón del éxito que tenía el Castle’s, aparte de su ubicación a pie de playa, la buena comida y la cordialidad del servicio, era la dedicación con la que ella dirigía el negocio. Después de que pasara la tormenta, Cora Jane le había llamado más de una docena de veces para ver si ya le habían permitido regresar a Sand Castle Bay, y él había cruzado el puente para ver cómo estaban los dos restaurantes en cuanto se había levantado la orden de evacuación.

      Al final, la llamó desde el comedor húmedo y revuelto del Castle’s by the Sea para darle la evaluación de daños. Ella había estado esperando con ansia su llamada y, sin pararse a saludarle siquiera, le preguntó sin más:

      –¿Está muy mal? Dime la verdad, Boone. No te atrevas a engañarme.

      –Podría haber sido peor. Ha entrado algo de agua, como en el mío.

      –¡Qué desconsiderada soy! No te he preguntado cómo te ha ido a ti. ¿Te ha entrado agua?, ¿no hay más daños?

      –No, eso es todo. Mis empleados ya están limpiando, saben lo que hay que hacer. Mi casa está bien, y la tuya también. Un montón de ramas rotas en el jardín, un par de tejas arrancadas, pero nada más.

      –Gracias a Dios. Bueno, termina de contarme cómo está el Castle’s.

      –El viento ha arrancado un par de contraventanas, y los cristales se han roto. Vas a tener que reemplazar las mesas y las sillas que están empapadas, aplicar algún producto contra el moho y pintar, pero la verdad es que podría haber sido mucho peor.

      –¿Cómo está la terraza?

      –Sigue en pie. A mí me parece bastante sólida, pero haré que la revisen.

      –¿Y el tejado?

      Boone respiró hondo. No le gustaba dar malas noticias, y había dejado aquello para el final de forma deliberada.

      –Mira, Cora Jane, no voy a mentirte. El tejado tiene mala pinta. Ya sabes lo que pasa cuando el viento consigue arrancar unas cuantas tejas.

      –Sí, claro que lo sé. ¿El asunto es grave? ¿Está destrozado, o solo se han soltado unas cuantas tejas?

      Boone sonrió al ver que se lo tomaba con tanto pragmatismo.

      –Me gustaría que Tommy Cahill viniera a echar un vistazo, pero yo creo que será mejor que lo reconstruyas por completo. ¿Quieres que le llame? Me debe un favor, seguro que consigo que venga hoy mismo. Puedo llamar a tu compañía de seguros para que envíen una cuadrilla de limpieza.

      –Me harás un favor si consigues que Tommy vaya cuanto antes, pero yo me encargo de llamar al seguro. No me hace falta ninguna cuadrilla de limpieza, las niñas y yo iremos mañana a primera hora y lo limpiaremos todo en un abrir y cerrar de ojos.

      Boone sintió que le daba un brinco el corazón al oír aquello. Las «niñas» en cuestión tenían que ser las nietas de Cora Jane, incluyendo la que le había dejado tirado diez años atrás y se había marchado para iniciar una vida mejor que la que él podía ofrecerle.

      –¿También vendrá Emily? –albergaba la débil esperanza de que ella no volviera, de no tener que soportar el tenerla delante de sus narices, de que no se pusiera a prueba si de verdad había logrado sacársela de la cabeza.

      –Claro que sí –Cora Jane hizo una pequeña pausa antes de preguntar, con muchísimo tacto–: ¿Va a haber algún problema con eso, Boone?

      –Por supuesto que no. Lo mío con Emily quedó en el pasado, en un pasado muy distante.

      –¿Estás seguro? –insistió ella.

      –Seguí adelante con mi vida y me casé con otra persona, ¿no?

      –Sí, y perdiste a Jenny demasiado pronto.

      A Boone no le hacía falta que le recordaran que hacía poco más de un año que había fallecido su esposa.

      –Pero no perdí a nuestro hijo. Tengo que pensar en B.J., ahora él es mi vida entera.

      –Sé cuánto quieres a ese niño, pero necesitas algo más. Te mereces una vida plena y llena de felicidad.

      –Puede que algún día encuentre esa felicidad de la que hablas, pero no estoy buscándola y tengo muy claro que no voy a encontrarla junto a una mujer que pensaba que yo era un tipo sin futuro.

      Cora


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