E-Pack HQN Sherryl Woods 2. Sherryl Woods
Читать онлайн книгу.había animado a todos a experimentar con las recetas y a Karen le encantaba hacerlo. Después de haber trabajado en un restaurante country donde la carta había estado limitada básicamente a hamburguesas, batidos y comida frita, disfrutaba probando hierbas distintas y combinaciones atípicas de ingredientes.
Aunque la carta de Sullivan’s prometía una cocina sureña, Karen había descubierto todo tipo de modos de actualizar las recetas tradicionales y Dana Sue consideraba que se le daba especialmente bien. Era la primera vez que alguien había impulsado sus habilidades culinarias y disfrutaba de las cálidas y frecuentes alabanzas.
Acababa de terminar una nueva variante de macarrones con queso, plato que solían emplear como entremés, cuando Dana Sue entró en la cocina.
Ignorando a Erik, que estaba concentrado glaseando una tarta terciopelo rojo para la lista de postres del día, llamó a Karen.
—¿Puedes tomarte un descanso? Me gustaría verte en mi despacho.
A Karen le dio un vuelco el estómago al seguir a su jefa hasta la diminuta habitación que hacía las funciones de su despacho, además de almacén para productos de papel y todo lo que no sabían dónde meter. Logró abrirse paso entre lo que allí había, quitó un montón de carpetas de la única silla de más que tenía, y se sentó.
—¿Algo va mal? —le preguntó a Dana Sue nerviosa. Habían tenido suficientes discusiones en el pasado por sus ausencias y errores como para pensar que Dana Sue iba a soltarle una reprimenda, sobre todo al haber insistido en que la charla fuera privada. Si hubiera sido otra cosa, habría hablado delante de Erik.
—No tiene nada que ver con tu trabajo —le aseguró al instante—. Lo estás haciendo genial. Me encantan algunas de las innovaciones que has probado para la carta. Eres tú por quien estoy preocupada.
—¿Por qué?
—Has hecho turnos extras casi todos los días esta semana.
—Tina necesitaba tiempo libre.
Dana Sue la miró fijamente.
—¿Es por eso? Erik y yo ya hemos cubierto a Tina antes, sobre todo en las noches de diario, que son más flojas.
Karen no podía dejar de preguntarse si la charla se debía a las horas extras.
—No pensaba que pudiera importarte, y me vendría muy bien el dinero.
—No se trata del dinero, y siempre agradecemos otro par de manos. Esta noche nos vendrás como caída del cielo. Solo me pregunto si te estás escondiendo aquí para evitar ir a casa —levantó una mano—. Sé que es una pregunta personal, y no tienes que responder, pero, sinceramente, me siento un poco responsable de la tensión que hay entre Elliott y tú. No creo que ninguno nos diéramos cuenta de los problemas que podría causar el plan del gimnasio.
Karen soltó el aliento que había estado conteniendo.
—Para serte sincera, sé que estoy exagerando en cierto modo y no puedo verlo desde un punto de vista racional. Sé cuánto desea Elliott hacer esto y cuánto le ha dolido que no haya tenido suficiente fe en el proyecto y en que pueda tener éxito —le lanzó una lastimera mirada—. No sé cómo superarlo. Le estoy haciendo sufrir y apenas hablamos, básicamente, porque... tienes razón, he estado escondiéndome aquí.
—Eso pensaba. Pero eso no solucionará nada. Lo sabes.
—Claro que lo sé. Pero no sé qué más podríamos decir para cambiar algo.
—No lo sabréis hasta que no lo intentéis. Por lo que tengo entendido, los chicos encontraron una solución la otra noche. ¿Te lo ha contado Elliott? No conozco los detalles, pero Ronnie pensó que mitigaría tus preocupaciones.
De pronto, Karen lamentó no haber dejado a Elliott que se lo contara. Le había interrumpido cada vez que lo había intentado, así que en esa ocasión no podía culparlo a él por haberla dejado al margen. Tal vez había llegado el momento de detener eso. Miró a Dana Sue a los ojos; su amiga estaba preocupada.
—Mañana iba a cubrir a Tina, pero me ha dicho que podía cambiar el turno si yo quería tomarme el día libre. ¿Te parecería bien? Creo que tengo que pasar algo de tiempo con mi marido.
Dana Sue sonrió, parecía muy complacida.
—Entonces mi trabajo aquí ya está hecho. Sé que sería como si estuvieras trabajando, pero podrías traer a Elliott a almorzar aquí el domingo para que conviertas esa reunión en una ocasión especial.
Karen asintió lentamente.
—Puede que le apetezca y está claro que necesitamos una comida en algún lugar con más ambiente que Wharton’s o Rosalina’s. Gracias. Los niños se quedan a dormir en casa de sus amigos esta noche. Veré si pueden quedarse hasta mañana por la tarde y así tendremos privacidad para mantener una conversación adulta de verdad.
—Entonces os reservaré una mesa para dos —le prometió Dana Sue.
—Será mejor que vuelva a ver cómo van mis macarrones con queso y jalapeños —sonrió Karen—. Si me han salido bien, deberían hacer subir la venta de bebidas.
—O hacer que suba nuestra factura del agua —bromeó Dana Sue—. Estoy deseando probarlos.
Cuando Karen salió del despacho, se sentía más llena de esperanza que en las últimas semanas.
—Pero los domingos siempre comemos con mi familia —protestó Elliott cuando Karen le habló de la propuesta de Dana Sue—. Es una tradición ir allí después de misa. Ya sabes que a mi madre le gusta que todos nos reunamos alrededor de su mesa al menos una vez a la semana.
Karen había logrado evitar muchas de esas ocasiones con el pretexto de tener que ir a trabajar. Y ya que el ofrecimiento de comer gratis en Sullivan’s era una ocasión especial, había estado segura de que Elliott habría renunciado sin dudarlo a la imposición de su madre por una vez.
—Es solo una vez —le suplicó—. Y lo necesitamos, Elliott. Sabes que sí.
—Llevo toda la semana diciendo que necesitamos hablar. ¿Por qué has elegido el único día de la semana cuando es imposible?
—No es imposible —respondió.
—Vale, tal vez no. Pero es que no quiero decepcionar a mi madre. Y si descubre que tenías el día libre y has preferido ir a comer al restaurante donde trabajas en lugar de reunirte con la familia, se lo tomará como una ofensa y le sentará fatal.
Por desgracia, Karen sabía que así sería exactamente como lo vería su suegra. Suspiró resignada.
—Muy bien. Iremos a casa de tu madre —dijo lamentando ya haber renunciado a hacer el turno en el trabajo.
—Después iremos al lago —le contestó Elliott intentando compensarla—. Así los niños podrán quemar energía y nosotros podremos sentarnos tranquilos a charlar.
—¿Un domingo? ¿Cuando todo el mundo en Serenity tiene esa misma idea? —le preguntó con tono escéptico.
—Intento buscar una solución intermedia —le respondió frustrado.
Ella lo miró a los ojos.
—Lo sé, pero yo también.
Elliott posó un dedo bajo su barbilla para que siguiera mirándolo.
—Mejoraremos —le prometió moviendo la mano para acariciarle la mejilla.
—Debería haber recordado lo difícil que puede ser el matrimonio. Es curioso, pero habría hecho lo que hubiera hecho falta para solucionar las cosas y salvar mi matrimonio con Ray por muy cerdo que fuera. Se largó sin darnos ni una oportunidad de intentar arreglar las cosas.
—¿Significa eso que quieres luchar por nuestro matrimonio incluso cuando sea complicado?
Ella posó la mano sobre la suya, que seguía en su mejilla, y lo miró fijamente a los ojos.
—Con