Un diamante para siempre. Moyra Tarling
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Editado por Harlequin Ibérica.
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28001 Madrid
© 1999 Moyra Tarling
© 2021 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Un diamante para siempre, n.º 1136- febrero 2021
Título original: A Diamond for Kate
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.
Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Julia y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.
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Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.
Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.:978-84-1375-123-8
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Índice
Capítulo 1
ES EL doctor Diamond! —exclamó la enfermera Kate Turner al reconocer al hombre que acababan de sacar inconsciente de la ambulancia.
Aunque hacía diez años que no lo veía, habría reconocido a Marsh en cualquier parte. Tenía su imagen bien grabada en la memoria.
—¿Quién? —preguntó el celador, mientras maniobraba con la camilla.
—El doctor Marshall Diamond —repitió Kate—. El nuevo jefe de personal del hospital Mercy.
Hacía varias semanas habían recibido la noticia de que, en breve, Marshall Diamond se incorporaría como jefe de personal en el hospital. Kate era, seguramente, la única persona de la ciudad a la que no le había agradado en absoluto la noticia.
—¿Qué ha ocurrido? —preguntó Tom Franklin, jefe de urgencias.
—Un accidente de coche —dijo el ayudante—. Un adolescente se pasó el semáforo en rojo en el cruce de la cale Cutter y golpeó el coche de este herido. La enfermera Kate dice que es el doctor Diamond.
—¡Dios mío! Tiene razón —dijo el doctor Franklin—. De acuerdo, a la de tres lo sacamos de la camilla.
Kate y los demás miembros del equipo del hospital levantaron a Marsh.
Kate se conmocionó al ver el rostro de Marsh lleno de sangre. Trató de controlar todo sentimiento personal, y se centró en limpiar las heridas, quitando la abundante sangre que fluía de un corte que tenía en la frente.
—Esa herida tiene muy mal aspecto —comentó el doctor Franklin—. Y tiene un ojo hinchado. Debe de haberse golpeado contra el volante del coche. Tendremos que coser el corte. ¿Ha estado consciente en algún momento?
—Sí, pero solo durante unos segundos —dijo el celador—. Estaba desorientado y murmuraba algo sobre su hija. La pequeña llevaba el cinturón de seguridad y parece estar bien.
—Gracias. Ya nos ocupamos nosotros de todo —dijo el doctor Franklin—. Kate, en cuanto termine de limpiar la herida, le pondré unos puntos de sutura para cerrarla. Una vez hecho esto, Jackie debería llevárselo arriba a que le hagan una radiografía. Quiero los resultados cuanto antes.
—Sí, doctor —respondió Kate.
Mientras el médico continuaba su examen, Kate terminó lo que estaba haciendo y salió a la recepción.
—Yo me encargaré del doctor Diamond a partir de ahora —dijo Jackie Gibson, otra de las enfermeras de urgencias—. En seguida vengo.
—De acuerdo —respondió Kate—. ¡Jackie! Uno de los celadores dijo que la hija del doctor estaba en el coche. ¿Sabes si la han traído ya?
—Creo que acaba de llegar.
Kate se dio media vuelta y vio a un policía con una niña en brazos. La pequeña iba vestida con unos pantalones cortos rojos y una camiseta amarilla, y llevaba un osito de peluche en la mano. Tenía el pelo rubio y rizado y le caía hasta los hombros. Había estado llorando.
—¿Es esta la pequeña del accidente? —preguntó Kate, observando la mirada asustada de la pequeña.
—Sí —dijo el policía—. ¿Cómo está su padre?
—Está en rayos X. ¿La niña está herida?
—Creo que no. Pero será mejor que le hagan un chequeo para asegurarse.
—Démela —Kate agarró a la pequeña en brazos y se acercó a uno de los cubículos tapados por una cortina.
—Por suerte, llevaba el cinturón de seguridad —dijo el policía, que la había seguido hasta allí—. Mientras usted se encarga de la niña, haré el informe para el sargento.
—Sí,