Temblor. Allie Reynolds
Читать онлайн книгу.Capítulo 54
Página de créditos
Temblor
V.1: febrero de 2021
Título original: Shiver
© Allie Reynolds, 2021
© de la traducción, Claudia Casanova, 2021
© de esta edición, Futurbox Project, S. L., 2021
Todos los derechos reservados.
Diseño de cubierta: Tal Goretsky
Imagen de cubierta: CasarsaGuru | iStock - Tatjana Kabanova | Shutterstock
Publicado por Principal de los Libros
C/ Aragó, 287, 2º 1ª
08009 Barcelona
www.principaldeloslibros.com
ISBN: 978-84-17333-82-9
THEMA: FHX
Conversión a ebook: Taller de los Libros
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser efectuada con la autorización de los titulares, con excepción prevista por la ley.
TEMBLOR
Nadie sabe lo que hice. Y voy a asegurarme de que siga así.
Cuando Milla recibe una invitación para reunirse con sus antiguos compañeros de snowboard en un resort de los Alpes, no lo duda ni un momento. Hace diez años que no los ve y, aunque aquel último invierno acabó de forma trágica, con la desaparición de la bella y enigmática Saskia y el accidente que dejó postrada a Odette, Milla está deseando reencontrarse con sus compañeros, especialmente con Curtis.
Pero cuando los amigos llegan a las instalaciones, nada es como habían imaginado. Están solos en el resort, alguien les quita los teléfonos móviles, les corta la luz y los vigila en un juego macabro que pondrá en peligro sus vidas. ¿Quién los ha invitado? ¿En quién pueden confiar? ¿Qué pasó realmente aquel invierno? Los secretos del pasado están a punto de salir a la luz.
«En lo más profundo de los Alpes, la venganza —y quizá hasta un asesinato— se ha puesto en marcha. Este debut espectacular contiene estilo y sustancia.»
Kirkus Reviews
«La escritura de Reynolds es tan evocadora que notaba la nieve en los ojos y el viento en la cara. Un thriller escalofriante.»
Stephanie Wrobel
Para mi madre y mi padre,
gente de las montañas
Prólogo
Es de nuevo esa época del año, cuando el glaciar devuelve los cuerpos.
La inmensa masa de hielo de allí arriba es un río helado que fluye tan lentamente que el ojo humano apenas percibe el movimiento. Las víctimas recientes rozan a las antiguas en sus profundidades cristalinas. Algunos emergen en la cima, otros en la morrena, y no hay forma de saber quién será el siguiente.
Pueden pasar años antes de que reaparezcan, incluso décadas. En un glaciar de la vecina Italia encontraron hace poco los cuerpos momificados de soldados de la Primera Guerra Mundial, con sus cascos y rifles.
Aun así, todo lo que entra tiene que salir, por lo que cada mañana compruebo las noticias de la zona.
Estoy esperando a que aparezca un cuerpo en concreto.
1
—¿Hola?
Mi voz resuena en la caverna de cemento.
El familiar teleférico de color rojo y blanco espera en la plataforma, pero no hay nadie en la cabina del operario. El sol ha desaparecido detrás de los Alpes y el cielo se ha teñido de rosa, pero no hay ni una sola luz en todo el edificio. ¿Dónde está todo el mundo?
Un viento helado me golpea las mejillas. Me hundo todavía más en la mullida chaqueta. Es temporada baja y aún falta un mes para que la estación abra, por lo que no esperaba que los teleféricos estuvieran en funcionamiento, pero creía que este sí estaría en marcha. De lo contrario, ¿cómo se supone que vamos a subir hasta el glaciar? ¿Me he equivocado de día?
Dejo mi bolsa de snowboard en la plataforma y saco el móvil para comprobar de nuevo el correo. «Sé que ha pasado mucho tiempo, pero ¿te apetece venir a una reunión de fin de semana? En el edificio Panorama, en el glaciar del Diablo, Le Rocher. Nos vemos en el teleférico a las cinco de la tarde del viernes 7 de noviembre. Besos, C».
La C es de Curtis. Si cualquier otro me hubiera invitado, habría borrado el mensaje sin contestar.
—¡Eh, Milla!
Y ahí está Brent, que se acerca subiendo los peldaños. Es dos años más joven que yo, debe de tener treinta y uno, y todavía conserva su encanto juvenil, con el pelo moreno y largo y los hoyuelos, aunque parece exhausto.
Me levanta del suelo con un abrazo de oso y yo también lo abrazo con fuerza. Todas aquellas noches frías que pasé en su cama. Me siento mal por no haberme puesto en contacto con él, pero después de lo que sucedió… Y, de todas formas, él tampoco me llamó.
Por encima de su hombro, las sombras de los afilados picos se recortan contra el cielo, que