Estás En Mis Manos. Victory Storm
Читать онлайн книгу.Cuando apareció en la pantalla de mi móvil el nombre del neurólogo de la clínica, sentí de repente un arrebato de irritación.
—Espero que tenga buenas noticias —empecé sin preámbulos.
—No las que usted esperaba, pero…
Corté bruscamente, irritado:
—Entonces no me interesa.
—Señor Vasíliev, se lo ruego, créame cuando le digo que hay una probabilidad real de que la paciente sufra amnesia retrógrada a causa del grave traumatismo que le afecta al cráneo. Sin embargo, sólo se trata de una laguna mnemónica, exclusivamente relacionada con los recuerdos, y no con los gestos o con los comportamientos. El lenguaje no parece haber sufrido ningún daño y la señora pasa del ruso al inglés sin ninguna dificultad. Eso sin contar que su memoria a corto plazo, o postraumática, está intacta.
—¡Me da igual! Quiero saber lo que ha hecho en estos últimos ocho meses —dije cabreado dando un puñetazo sobre la mesa.
—Hay posibilidades de que le vuelva la memoria —farfulló el médico, visiblemente incómodo.
—No me creo nada. Usted es uno de los mejores neurólogos que hay pero es tan estúpido que todavía no ha entendido que todo ese cuento de la amnesia es sólo una comedia.
El médico me respondió secamente:
—Todavía hay muchas cosas que se escapan de mi conocimiento. Pero le puedo asegurar que ha sufrido una lesión y que todavía la tiene. En su lugar, le sugiero que visite a esta mujer.
—Eso si todavía no se ha escapado.
—¿Escaparse? Eso es impensable. Su habitación está vigilada en todo momento, como usted lo pidió. Además, el estado de salud de la paciente es demasiado precario para que pueda desplazarse sola más de unos metros.
—¿Ya le ha pedido un teléfono móvil?
—Sí.
—¡Ve cómo tenía razón! Intenta engatusarlo.
—Simplemente nos ha pedido que le llamemos, y varias veces —contestó el médico.
—¿Llamarme, a mí?
—Así es. La psicóloga asegura que se ha creado una especie de dependencia con usted a causa del único recuerdo que le queda. Kendra Palmer está sufriendo muchísimo, está sola y abandonada. No tiene a nadie y sufre de esa amnesia que la ha golpeado. Nuestro consejo es que venga a verla, que le hable intentando dejar de banda el rencor que le guarda, a menos que no quiera decirle toda la verdad.
—No entraré en sus juegos enfermizos.
—No creo que esté jugando, pero si usted quiere respuestas, creo que es el único que puede obtenerlas. Usted le ha causado un primer recuerdo. Quién sabe si el estar cerca puede hacer surgir otros.
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