El enviado del Reino. Carlos Silgado-Bernal

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(a.C.) y después de Cristo (d.C.).

       Fuente de las citas del Nuevo Testamento

      De manera general, se prefirió el uso de una sinopsis en castellano de los evangelios que sigue el modelo de las sinopsis en texto griego. Se trata de la obra Sinopsis de los Evangelios, de José Alonso Díaz y Antonio Vargas-Machuca, publicada por la Universidad Pontificia Comillas de Madrid, en 1996. En otros casos, se empleó como fuente la Biblia de Jerusalén, publicada por la Editorial Española Desclée De Brouwer, en Bilbao en 1984.

       Fuentes antiguas

      Las citas de autores de la antigüedad se hacen de forma genérica, sin especificar una edición en particular. Los autores y obras citadas son los siguientes:

      Eusebio de Cesarea, Historia eclesiástica.

      Filón de Alejandría, Embajada a Gayo, Sobre la vida contemplativa y Apología de los judíos.

      Josefo, Guerra judía y Antigüedades judías.

      Justino, Diálogo con Trifón.

      Orígenes, Contra Celso.

      Notas

      1 Mt 1, 16.

      2 Raymond E. Brown, Introducción al Nuevo Testamento (Madrid: Editorial Trotta, 2002), Tomo 1, 166-167.

      3 John P. Meier, Un judío marginal. Nueva visión del Jesús histórico (Navarra: Editorial Verbo Divino, 1998), Tomo 4, 34.

      4 Bart D. Ehrman, Jesús, el profeta judío apocalíptico (Barcelona: Ediciones Paidós Ibérica), pág. 137.

      5 Este concepto, que significa en español «tercera búsqueda», fue propuesto por Stephen C. Neil y Tom Wright en su obra The Interpretation of The New Testament, 1861-1986. En las últimas décadas algunos autores han señalado importantes vacíos historiográficos en esta obra. Ver, por ejemplo, Mauro Pesce. Tre fasi della ricerca sul Gesù storico non sono mai esistite. Un errore storiografico, 2010, academia.edu.

      6 Gerd Theissen y Annette Merz, El Jesús histórico. Manual (Salamanca: Ediciones Sígueme, 2012), 28.

      7 Hch 24, 5.

       Capítulo 1

       El caudillo galileo que anunciaba un reino terrenal glorioso para los israelitas

       El comienzo de los estudios históricos sobre la vida de Jesús: las preguntas de H. R. Reimarus (1694-1768) acerca del propósito de Jesús y sus seguidores

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       Ilustración 1. Fotograma de la película Son of God,dirigida por Christopher Spencer, (2014).

      Existe un debate acerca de la imagen histórica de Jesús que estuvo asentado en las grandes polémicas de la filosofía alemana y se recuerda como la «Disputa sobre los Fragmentos»8. En una época temprana de la formación del pensamiento moderno —entre 1777 y 1778—, enfrentó a Gotthold Ephraim Lessing —escritor y dramaturgo alemán, director de la biblioteca ducal de Wolfenbüttel y editor de su revista— con un círculo de teólogos al que se unió el pastor Johann Melchior Goeze, cabeza de la iglesia luterana de la ciudad-estado de Hamburgo.

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       Ilustración 2. Gotthold Ephraim Lessing (1729-1781). Óleoatribuido a Anna Rosina de Gasc. Gleimhaus Halberstadt.

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       Ilustración 3. Johann Melchior Goeze (1717-1786). Grabado de Gustav Könnecke. Bilderatlas. The History of German National Literature.

      El motivo del debate surgió luego de que, en la revista de la biblioteca, se publicaran una serie de textos, presentados como «Comentarios a los Fragmentos de un autor anónimo», en los que se sometían a la crítica racional tesis corrientes de la doctrina cristiana. Entre ellas, el carácter revelado de las Escrituras, la fundamentación del Nuevo Testamento en las profecías del Antiguo Testamento (es decir, en la Biblia hebrea del siglo I que incluía la Torá, Profetas y Escritos), la veracidad de los prodigios mencionados en el relato del paso del Mar Rojo por los israelitas y, por último, la verosimilitud y motivación de las narraciones sobre la resurrección de Cristo.

      El autor de los Fragmentos —cuyo nombre ocultó de manera deliberada Lessing— se apoyaba en un fino análisis filológico de los textos bíblicos para realizar una lectura crítica de la tradición religiosa. Su método de análisis histórico se sustentaba en preguntas preconizadas por los pensadores de la Ilustración: «¿Sucedieron realmente los acontecimientos? ¿Fueron las circunstancias que los rodearon tal y como se afirma? ¿Sucedieron de forma natural, por la acción de alguien o por casualidad?»9.

      Cuando los Fragmentos, publicados por entregas, abordaron el Nuevo Testamento en la publicación de un texto titulado Acerca de la finalidad de Jesús y sus discípulos, el debate alcanzó su momento más álgido y el pastor jefe de la comunidad luterana, Goeze, se decidió a alcanzar una victoria a su estilo; es decir, de forma autocrática. Obtuvo de la corte la revocación del permiso que poseía el director de la biblioteca para publicar sin censura previa y, además, la prohibición de divulgar material sobre temas religiosos: artículos que atacaran «las pruebas de la verdad del cristianismo» no volverían a circular libremente.

      Pero ¿qué decía el texto acerca del propósito de Jesús y sus discípulos? ¿Acaso contenía un ataque a la doctrina convencional del cristianismo? Y, además, ¿quién fue su autor? A continuación responderé estos interrogantes, empezando por el último.

      Hermann Samuel Reimarus (1694-1768) fue un erudito graduado en Teología, Filosofía y Lenguas en la Universidad de Jena; profesor de lenguas orientales en el Gymnasium illustre de la ciudad hanseática de Hamburgo —su ciudad natal—, anticuario y figura central de la filosofía deísta en Alemania10. A él se debe la autoría de los Fragmentos, la cual solo vino a confirmarse públicamente cuatro décadas después de su muerte, cuando su hijo entregó a la biblioteca de Hamburgo los manuscritos de su obra11.

      La circulación en forma anónima de escritos de pensadores de la Ilustración era frecuente. Así era posible escapar de la censura, en el mejor de los casos, y de la persecución o la cárcel, en el peor. En vida, Reimarus mostró sus trabajos a un número limitado de conocidos y su precaución no fue vana. Las preguntas que se atrevió a hacer implicaban una ruptura con las formas tradicionales del pensamiento religioso y con quienes las empleaban para detentar posiciones de poder. Tampoco fue infundada la cautela con la que procedió Lessing —el editor censurado—, al publicar anónimamente y por entregas dichos Fragmentos.

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