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No le había contado a nadie cuál era el motivo real por el que viajaba a Estados Unidos. Todos pensaban que estaba allí para ampliar el negocio de Parker Construction. Y, tal vez, si todo salía bien, lo haría.

      Enseguida se hizo la hora de ir a Richmond Developments. Después del paseo, Logan volvió al hotel a recoger su maletín y tomó un taxi en la puerta. Al llegar a Richmond Tower, comprobó su aspecto en los brillantes espejos del ascensor y lo dio por bueno. Llevaba en el maletín una copia de los diarios de Alison y de la pulsera del bebé. Había pedido ver a su padre biológico bajo el pretexto de hablar de una posible oportunidad de negocio con él. Y no era del todo mentira. Logan pensaba que a Richmond Developments le faltaba un importante nicho de mercado, que conservar edificios antiguos y su historia era el futuro porque todo el mundo necesitaba raíces, él, el primero.

      Las puertas del ascensor se abrieron, dando paso a una elegante zona de recepción. Las dos mujeres que había delante del mostrador levantaron la vista y le sonrieron, aunque, al mismo tiempo, pareciesen confundidas. La más joven se puso en pie.

      –¿Señor Richmond?

      –Soy Logan Parker, he venido a ver al señor Douglas Richmond –respondió él en tono firme.

      –Es usted el señor Parker –repitió ella.

      La otra mujer tiró de su brazo y murmuró algo y la joven volvió a sonreír.

      –Voy a avisar de su llegada.

      Logan acababa de descubrir que su gemelo trabajaba en el negocio familiar. Había pensado que sería más sencillo reunirse con su padre allí, pero no se había parado a reflexionar acerca del efecto que tendría su imagen.

      –Está aquí el señor Parker, que ha venido a ver al señor Richmond –dijo en voz baja–. Sí, señor, yo mismo lo acompañaré.

      Se puso en pie y se acercó a Logan.

      –Acompáñeme, señor Parker.

      Este la siguió por un largo pasillo hasta llegar a unas puertas dobles. La recepcionista llamó con los nudillos antes de abrirlas.

      –Está aquí el señor Parker, señor –anunció antes de girarse hacia Logan–. Adelante.

      –Gracias.

      Logan entró en el despacho y se sintió como si acabase de entrar en la guarida de un león. Puso los hombros rectos. Lo que ocurriese allí iba a determinar el curso del resto de su vida.

      El hombre mayor que había detrás del escritorio se puso en pie. Estaba bronceado, pero había palidecido ligeramente al verlo.

      –¿Keaton? ¿Qué estás haciendo?

      –No, señor, soy Logan Parker.

      El otro hombre palideció todavía más.

      –¿Quién demonios eres? –inquirió.

      –Como le he dicho, soy Logan Parker. Aunque tal vez me recuerde por otro hombre –continuó él, acercándose más y tendiéndole la mano.

      –¿Otro nombre? ¿Explíquese?

      –Al nacer me llamaron Kane Douglas Richmond –le dijo él, intentando guardar la calma.

      –Eso no es posible. Nuestro hijo desapareció hace más de treinta años, ¿verdad, Nancy?

      Al entrar, Logan no se había dado cuenta de que había una mujer delante del ventanal, en una esquina. Se giró hacia ella y oyó como daba un grito ahogado.

      –¿Kane? Douglas, ¿es posible…?

      Las rodillas se le doblaron al estudiarlo con la mirada y tuvo que apoyarse en una silla para mantenerse en pie. Las lágrimas brotaron de sus ojos y empezó a temblar mientras le tendía una mano.

      –Kane. Oh, Dios mío, Douglas, es él. Es nuestro niño, que vuelve con nosotros después de tanto tiempo.

      Douglas Richmond salió de detrás del escritorio y ayudó a su esposa a sentarse en un sillón antes de volver a mirar a Logan.

      –¿Qué significa esto? ¿Quién es usted? –lo interrogó.

      –Señor, lo siento. Debí haberle advertido de quién era antes de venir, pero no estaba seguro de que fuese a aceptar recibirme si afirmaba ser el hijo que le robaron hace ya varias décadas.

      –¿Y eso asegura ser?

      –Douglas, ¿no lo ves? Es idéntico a Keaton –intervino Nancy, tomando la mano de su marido–. Tiene que ser Kane, nuestro hijo mayor.

      Pero Douglas Richmond seguía sin estar convencido.

      –Pensé que había solicitado esta reunión para hablar de negocios. ¿Qué quiere en realidad de nosotros?

      –Así es –le respondió Logan–. Y sigo deseando hablar de negocios, pero antes me gustaría enseñarles algo. Entiendo que estén sorprendidos, yo me sentí igual cuando descubrí mi verdadera identidad.

      Logan apoyó el maletín en una silla y lo abrió. Sacó las copias del diario y la pulsera identificativas del hospital y lo dejó todo encima del escritorio de su padre.

      –Esto pertenecía a la mujer que me crio. Por favor, léanlo cuando puedan. Si prefieren, puedo dejárselas aquí y volver en otro momento.

      Era evidente que sus padres estaban en estado de shock con su aparición. Él, también. Mirar a su padre era como entrar en una máquina del tiempo y verse con treinta años más. Y lo mismo con respecto a su madre. Tenía el mismo color de ojos que ella. A pesar de la tensión que había en el ambiente, Logan sintió que había una conexión entre ellos. No obstante, tal vez fuese un buen momento para marcharse y dejar que absorbiesen solos toda la información.

      –Veo que mi llegada les ha desconcertado a los dos.

      Dejó una tarjeta de visita encima de la mesa.

      –Pueden llamarme por teléfono. Estaré en mi hotel, esperando la llamada.

      Se dio la media vuelta y fue hacia la puerta.

      –¡No, no te marches! –le gritó Nancy, poniéndose en pie.

      Avanzó por el suelo enmoquetado hasta detenerse delante de él y alargó las manos hacia su rostro para tocarle las mejillas.

      –Nancy, no puedes estar segura de que es él –le advirtió Douglas con cautela.

      –No te atrevas a decirme que no reconozco a mi propio hijo –le replicó ella sin apartar la mirada de Logan ni un instante–. Es mi niño. Has crecido dentro de mí, yo te di a luz, te tuve en brazos, te di el pecho y, entonces, te llevaron, pero has vuelto con nosotros y nuestra familia vuelve a estar completa.

      Logan no supo qué decir, pero su silencio no disuadió a Nancy.

      –Douglas, llama a Keaton y a Kristin para que vengan. Tienen que conocerlo. Tienen que ver a su hermano.

      Para sorpresa de Logan, su padre obedeció. Hizo dos llamadas en un momento.

      –Siéntate, joven. Aunque no creo que tengamos que esperar mucho –le dijo después a regañadientes antes de volver a ocupar el sillón que había detrás del escritorio.

      Logan se sentó y se mantuvo en silencio. Nancy se había cambiado al sillón que había a su lado. Ambos lo miraban casi sin parpadear, su madre, maravillada, su padre, con incredulidad. No habían pasado más de dos minutos cuando llamaron a la puerta y entró un hombre. Logan se puso en pie y se giró hacia él.

      –¿Se puede saber qué ocurre? –preguntó su gemelo con gesto de sorpresa.

      Eran idénticos.

      –Keaton, quiero presentarte a tu hermano, Kane, aunque en realidad ahora se llama Logan Parker, ¿no? –dijo Nancy con voz temblorosa.

      –No sé quién


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