Cooperar para crecer. Francisco Zariquiey Biondi
Читать онлайн книгу.la señal de atención, participar en las actividades…), puedes empezar a combinarlas con situaciones esporádicas interparejas —a las que hemos llamado “parejas compañeras”, ¿recuerdas?—, para que los niños se comuniquen, por ejemplo, cuando tengan dudas o cuando alguien haya faltado a clase.
• En el momento en que el trabajo en “parejas compañeras” funcione, puedes empezar a organizar técnicas en equipo para realizar en las asambleas o en las tareas.
• Por último, puedes empezar a utilizar de forma habitual —en función de la actividad que vayas a realizar— el trabajo individual, en parejas y en equipo.
La duración del agrupamiento
Existe cierta división de opiniones con respecto al tiempo que debemos mantener un mismo agrupamiento: desde los partidarios de lapsos breves de tiempo y cambios constantes, hasta los que defienden niveles muy altos de estabilidad. Ambas posturas presentan sus ventajas y, por tanto, pueden resultarnos interesantes en determinadas circunstancias.
Con respecto a mantener poco tiempo los grupos, podemos señalar lo siguiente:
a. Los niños tienen la oportunidad de trabajar con todos los compañeros de clase.
b. Aumentan las posibilidades de interacción entre todo el alumnado. Esto es genial, por lo que estarás pensando que te quedas con esta opción.
Pero los agrupamientos estables cuentan también con beneficios evidentes:
a. La clase presenta una estructura clara, que dota de estabilidad y eficacia a la dinámica de trabajo.
b. Como consecuencia de lo anterior, los alumnos tienen tiempo de conocerse y aprender a trabajar juntos.
c. Aumenta la cohesión del grupo, en la medida en que desarrollan una identidad grupal más fuerte.
Ahora sí que se te acaba de presentar un buen dilema. Para ayudarte a analizar las posibilidades que ofrece alargar o acortar la duración de los agrupamientos que has establecido en tu aula, debes pensar que los grupos humanos, independientemente de la edad de sus integrantes, atraviesan por una serie de fases que se articulan a través del modelo de las cinco etapas del desarrollo de los grupos.
Pero no queremos dártelo todo hecho, así que te proponemos un reto. Te aportamos la definición de cada una de las etapas y tu objetivo es tratar de ubicar el nombre que le corresponde a cada una. Si no tienes el día para pensar mucho, en el pie de página encontrarás las soluciones.
Desempeño — Formación — Desintegración — Conflicto — Regulación
• _________________: los niños experimentan incertidumbre respecto al propósito, la estructura y el liderazgo. Analizan los comportamientos de sus compañeros2.
• _________________: los integrantes del grupo aceptan la existencia del grupo, manteniendo aún una cierta desconfianza sobre quién asumirá el control del mismo3.
• _________________: comienzan a establecerse relaciones cercanas y de cohesión, de manera que se va solidificando la identidad y la camaradería de sus miembros4.
• _________________: en este momento se configura una estructura funcional y plenamente aceptada del grupo. Los niños llegan a conocerse y a comprenderse5.
• _________________: en esta última etapa la prioridad es la finalización del grupo6.
El tiempo que tarda un grupo en llegar a la fase de desintegración está condicionado en parte por los conflictos que van apareciendo a lo largo del trabajo y la forma en la que se gestionan. Desde esta perspectiva, si tus alumnos tienen poca experiencia, gestionarán peor el trabajo en equipo y, por tanto, se presentarán más conflictos que pueden no afrontarse de la forma más adecuada. Esto hará que lleguen a la desintegración más rápidamente.
Si tienes en cuenta que esta puede ser la situación más común en Educación Infantil, principalmente en los primeros años, debes considerar dos premisas básicas a la hora de decidir la duración de los agrupamientos:
• Es necesario que des suficiente tiempo a los grupos para que se conozcan y lleguen a las fases de regulación y, sobre todo, de desempeño.
• Si tus alumnos tienen poca experiencia cooperativa, los grupos deben permanecer juntos menos tiempo, ya que van a surgir conflictos que sus integrantes no van a saber gestionar y, por ello, se va a acelerar su desintegración.
En conclusión, puedes empezar manteniendo los grupos durante un mes o mes y medio para, con el tiempo —en cuanto los alumnos vayan adquiriendo destrezas cooperativas—, llegar al trimestre. Esta nos parece la temporalización “ideal”, ya que los niños tienen tiempo de conocerse y aprender a trabajar juntos, logrando así una dinámica de trabajo eficaz y la cohesión del grupo, en la medida en que desarrollan una identidad grupal más fuerte. Además, el curso escolar se estructura en tres trimestres, lo que te permite compatibilizar el diseño de la estructura cooperativa con la burocracia escolar.
Por otro lado, debes tener en cuenta que mantener los grupos durante un período más largo sería excesivo, ya que pretendemos que los niños aprendan a trabajar con los demás, no solo con unos pocos. Pero recuerda que nadie mejor que tú conoce a tus alumnos, por lo que deberás valorar, teniendo en cuenta sus características y destrezas, cuál es la duración ideal para los equipos de tu clase.
Es necesario precisar que no debes abordar la duración de un agrupamiento de una forma tan rígida que obstaculice la gestión de conflictos dentro de los equipos. Nosotros somos partidarios de que, siempre que existan argumentos de peso que lo justifiquen, se hagan cambios en los equipos con el fin de garantizar un contexto positivo de aprendizaje para todos los alumnos. La única premisa que debes tener en cuenta es que nunca debes hacer cambios “a la carta”, y menos cuando escuches algo del tipo: “Es que mi hijo no se lleva bien con ese otro”, “Mi hija no encaja con los compañeros que le han tocado” o “Veo que mi hijo no avanza con los niños con los que le has puesto”. Pero ¡cuidado! Eso no significa que haya que ignorar la situación: si observas que los motivos que aducen el alumno o su familia justifican un cambio de grupo, lo podrás tener en cuenta.
Formamos los grupos
Ahora que ya vas teniendo claro qué criterios te servirán para diseñar los agrupamientos, así como el tamaño y la duración de los mismos, viene la “pregunta del millón”: ¿Quién trabajará con quién?
A la hora de distribuir al alumnado entre los distintos grupos, puedes encontrar propuestas muy variadas, que giran en torno a tres posibilidades: que los niños se agrupen libremente, que sea el azar el que configure los equipos, o que seas tú quien gestione esos agrupamientos bajo tu criterio. Como verás, no tienen nada que ver entre ellas y, además, cada una tiene sus ventajas y sus inconvenientes, que debes conocer y valorar para utilizarlas de forma estratégica.
1. Grupos seleccionados por los propios alumnos #EllosEligen
Lo primero que se te habrá pasado por la cabeza al contemplar esta posibilidad es lo siguiente: “¿En qué estaba pensando el que decidió que esto era una buena opción?” Hay multitud de autores que opinan lo mismo, que se trata del procedimiento menos recomendable, ya que suele derivar en grupos más homogéneos y basados en la afinidad; esto puede acarrear algún efecto negativo, por ejemplo, que los alumnos se distraigan de las tareas o que disminuya la posibilidad de que amplíen su círculo de relaciones. A eso se une que puede ocurrir que algunos niños no sean “elegidos” para ningún grupo, con el consiguiente impacto negativo que esta situación puede tener en la idea que tienen sobre sí mismos.
Pero hay una variable que no muchos contemplan y que puede convertirse en una ventaja muy interesante: los niños, agrupados por afinidad, muestran una actitud más favorable hacia el trabajo en equipo, lo que puede resultar conveniente para los más pequeños o para los que no quieren trabajar juntos.
A partir de este apunte, si lo planteas de la forma adecuada, este procedimiento puede