Mis cartas a Papelucho. Marcela Paz

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Mis cartas a Papelucho - Marcela Paz


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casa) y cuando llegan los hermanos hay cola para preguntar cosas y contar problemas.

      Yo aprovecho para encerrarme en el baño y escribirte. Creen que estoy haciendo tareas y me dicen “la matea”.

      Rompe esta carta porque es súper privada.

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       bolita VII

      HOY PASÓ ALGO que me paró los pelos.

      Estábamos comiendo y sentí golpear la puerta. Era un golpecito suave, como de niño, y con el enredo de voces, no lo oyeron los demás.

      Me levanté a ver y me encontré nada menos que con tu Choclo que traía tu carta entre los dientes.

      Ahí se me paró el pelo del susto que otros se dieran cuenta. Tomé tu carta y me la metí por el cogote.

      Alguien dijo:

      —¿Quién era? —y yo me subí al guindo y me ardieron las orejas. Un bochorno como otros; no contesté y seguí comiendo...

      —Algo pasa —dijo el plomo de Esteban—, esta niña ha raspado el plato y está muy colorada...

      —Déjala en paz —me defendió la mamá—. Siempre la están molestando, ya sea porque come poco y ahora porque se ha comido todo...

      Me dieron ganas de llorar, no de lástima de mí misma, sino porque la mamá me defendía. Y me sentí culpable, como hipócrita, como si tuviera escondido algo mío que ella no sospechaba...

      Recogí el plato raspado y besé a toda velocidad a mis viejos. Desaparecí porque sentía ganas de llorar y también porque tu carta me clavaba el cuello y tenía ganas de leerla.

      No mandes más al Choclo de mensajero. Me encanta pasar el susto de atravesar la calle y levantar la piedra para sacar tu carta sin que me pillen.

      Me gustó tu carta. ¡Eres choro!

      Nota: Por favor busca en tu bolsa de basura la mitad de mi composición de Historia... No importa que esté fétida... Yo la copio.

       bolita VIII

      PAPELUCHO:

      Recién hoy empiezo a creerte amigo. Pero todavía no te puedo contar mis secretos. Tengo que estar más segura de ti.

      Dicen que la verdadera amistad es después de una verdadera pelea. También te diré que eso de hacerme tantas preguntas me cae mal. Como si fueras un poquito intruso y averigüete. Pero de todos modos contestaré lo que tanto te interesa: lo que pienso de ti.

      Ahí va:

      Me gustas. No sé por qué. A uno le gusta o no le gusta alguien. Así nomás.

      Es como tener un arbolito de Navidad. De a poco le vas colgando los farolitos y las estrellas.

      Pero no seas tan preguntón. Poco a poco te voy a contar todo. Cuando seamos amigos de verdad.

      ¡Me sacaron el yeso! Mi pierna quedó flaca y suave y es como de “¡otra!”. No se ajusta al zapato así es que ando en puros calcetines.

      Estoy curando a un perro enfermo, grave. ¿Lo quieres cuando sane? Aquí detestan a los perros.

       bolita IX

      TU HERMANO JAVIER ES HARTO PATUDO de mandarle recado a mi hermana Rosario en tu carta para mí.

      ¿Sabe él, entonces, que tú y yo nos escribimos?

      ¡No te lo perdono si se lo has contado! En todo caso rompí tu carta, y dile a él que no nos use como correo. Que venga él mismo a hablar con la Rosario si se atreve...

      Subí a la micro detracito tuyo y nos barrieron hasta el fondo. Ni me miraste; prueba de que ni me conoces.

      En la apretura del viaje, vi a un mocosito meter la mano en la cartera de una gorda y cerré los ojos para no acusarlo. Los abrí justo cuando ella, con un grito, pescó esa manito y la abrió a la fuerza. Pero no había nada en esa manito sucia... La gorda, además de sus kilos, tenía corazón:

      —Eres un ladronzuelo —le dijo por lo bajo—, y debería entregarte a la policía. Alguien te va a castigar duro si lo haces otra vez.

      Su cara estaba enojada, pero su mano gorda puso unas monedas en la manito sucia...

      Estoy pensando en ser escritora cuando grande. Una mamá tiene tiempo para eso y le sirve también para vaciar las cosas que se le van ocurriendo.

       bolita X

      ME PREGUNTAS CUAL ERA YO EN EL MONTÓN que trepó a la micro contigo. ¿Qué sacaría con decirte: la tercera, o la con el chaleco amarrado a la cintura? Las escolares somos todas iguales de uniforme y apenitas distintas de cara.

      Ojalá no llegues nunca a la edad de Esteban. Está recién pasando por las espinillas y le asoma un bigote medio colorín. También lo asaltan tentaciones de fregar y no las resiste.

      —Te estás poniendo bonita —me dijo hoy—. ¿Estás enamorada?

      —No —le contesté furiosa—. Apenas desyesada, que es distinto.

      Pero igual enrojecí.

      ¿Cuánto durará la dichosa adolescencia? Me parece que cada día aumenta y vivo poniéndome colorada y hasta dormida.

      El quiltro enfermo se va convirtiendo en perro. Está mejor.

       bolita XI

      AL VOLVER AL COLEGIO tuve una gran sorpresa: resulta que mi perro era perra y acunaba a cuatro perritos hambrientos que parecían ratones.

      Por suerte encontré leche y la hice cundir con agua. Alcanzó para todos, también para los de la casa.

      Los ojos de esta perra-madre, me dieron a entender que hice bien al aguar la leche. Esa mirada suya marcó mi destino. Seré veterinaria.

      Esteban sigue molestando y me hace adolecer a cada rato.

      —Se te nota que guardas un secreto... —dice y su mirada me persigue.

      Cuando pienso que fatalmente un día llegaré a tener su maldita edad quinceañera, me dan ganas de morir joven.

      Estoy contenta de criar perritos y de tener un amigo como tú.

      ¡Creo que soy feliz!

       bolita XII

      AYER ERA FELIZ Y HOY NO.

      La vida es como un columpio...

      Fallecieron tres perritos y nunca sabré de qué murieron ni a qué hora. Menos mal que queda uno... por suerte. El dolor de una perra es silencioso.

      He leído tus libros y quiero que me digas si hay que usar palabras difíciles y reglas de gramática


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