E-Pack HQN Susan Mallery 1. Susan Mallery

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E-Pack HQN Susan Mallery 1 - Susan Mallery


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–él nunca había experimentado lo que era establecerse en un mismo lugar, ya que había crecido por todo el mundo, dado que Construcciones Janack era una multinacional. Recordaba cómo Tucker le había hablado sobre veranos en Tailandia e inviernos en África.

      Sintió el peligro de adoptar una actitud demasiado personal y se recordó que quería ese trabajo.

      –Desde que he vuelto a Fool’s Gold me he ocupado, principalmente, de proyectos pequeños, como algún que otro residencial. He trabajado con cuadrillas de obreros de distintos tamaños y entiendo los códigos de construcción locales y estatales –siguió hablando y dando ejemplos de sus diversas habilidades.

      –El equipo que trabajará aquí es uno de nuestros mejores. Llevan juntos mucho tiempo y no aceptan bien a los intrusos.

      –¿Con eso de «intrusos» quieres decir «mujeres»?

      Tucker se recostó en su silla y le lanzó otra de sus matadoras sonrisas.

      –Construcciones Janack es una empresa que aboga por la igualdad de oportunidades y que cumple todas las directrices laborales, tanto federales como estatales.

      –Muy políticamente correcto. No me da miedo un equipo de hombres, si eso es lo que quieres decir. Crecí con tres hermanos mayores.

      –Lo recuerdo. ¿Cómo está Ethan?

      –Bien. Casado. Feliz. Si vas a estar por aquí un tiempo, deberías ponerte en contacto con él.

      Sin embargo, si los mandamás así lo decidían, Tucker estaría allí solo para contratarla y después se marcharía a cualquier otra parte del mundo.

      –Lo haré. Estaré aquí durante la fase inicial de la construcción.

      «¡Maldita sea!».

      –Trabajas para Ethan –dijo Tucker–. ¿Por qué quieres venir a trabajar para mí?

      No quería. Quería trabajar para su padre, pero esa no era una opción.

      –Estoy buscando un desafío –dijo admitiendo la verdad.

      –¿Has visto la magnitud del proyecto?

      Ella asintió. Construcciones Janack había comprado alrededor de cien acres al norte del pueblo. Iban a construir un resort y un casino en una zona india y, además, la empresa le había arrendado unos acres adicionales a un promotor especializado en centros comerciales, lo cual tenía a la población femenina emocionada y expectante.

      –Deberíamos hablar de ello.

      Nevada lo miró preguntándose por qué ese proyecto de construcción merecía un gesto tan serio por su parte, pero entonces lo supo: «ello» no se refería al trabajo.

      –No –luchó contra las ganas de levantarse y apartarse–. Sucedió hace mucho tiempo.

      –Nevada... –comenzó a decir él en voz baja.

      –No. Ya ha pasado. No significó nada.

      Él enarcó las cejas.

      –¿En serio?

      ¿Por qué no podía ser como el resto de los hombres del planeta y evitar hablar de algo incómodo? ¿Es que tenían que darle vueltas al pasado?

      –Tucker, eso sucedió hace diez años y fueron cinco minutos difíciles e incómodos en mi vida. En serio, no importa.

      –¿Así es como lo ves?

      –Eso fue lo que sucedió. Estabas borracho, yo era... –apretó los labios. Bajo ningún concepto pronunciaría la palabra «virgen» en una entrevista de trabajo–. Déjalo estar.

      –No fueron cinco minutos. Yo nunca...

      –¡Oh, Dios mío! –no pudo contenerse y se levantó–. ¿Se trata de tu ego? ¿No puedes soportar el hecho de que nuestro breve encuentro sexual de hace una década sea un mal recuerdo para mí? Madura, Tucker. No es importante. No pienso en ello. He venido aquí por una entrevista de trabajo, no para... –se detuvo, aunque tuvo la sensación de que ya era demasiado tarde–. También éramos amigos por entonces, ¿es que no podemos recordar eso?

      Él se levantó.

      –Tú no nos veías como amigos. No, después.

      No era una persona gritona y esa fue la única razón por la que no le gritó. Por el contrario, se obligó a mostrarse absolutamente calmada y a no perder el control.

      –¿Tienes alguna otra pregunta sobre mi experiencia laboral?

      –No.

      –Pues, entonces, ha sido un placer volver a verte, Tucker. Gracias por tu tiempo.

      Y con eso, se giró y salió de la sala de reuniones. Mantuvo la cabeza alta y los hombros echados hacia atrás, y así, nadie que estuviera mirándola podría haber adivinado que, por dentro, se sentía humillada y hundida.

      Tener que revivir aquella vergonzosa noche con Tucker ya era suficientemente malo, pero perder la oportunidad de alcanzar el trabajo de sus sueños era aún peor. Había querido la oportunidad de trabajar con Construcciones Janack. Eran una gran compañía y ella habría podido ampliar sus miras profesionales sin tener que salir de Fool’s Gold. Pero ahora, él la ignoraría sin tener en cuenta sus aptitudes, ¡muy típico de un hombre! ¡Qué injusticia!

      Se giró y volvió a la sala de reuniones, donde la puerta seguía abierta. Vio a Tucker guardando una carpeta en su maletín; la carpeta que contenía su curriculum, la misma que contenía los papeles que representaban sus sueños y esperanzas.

      –Soy buena en lo que hago. Me esfuerzo mucho y conozco este pueblo –le dijo cuando él alzó la mirada y la vio–. Entiendo a la gente que vive aquí y podría haber sido una gran aportación para la empresa, pero eso no va a pasar, ¿verdad? Y todo por un acto insignificante que sucedió hace años. ¡Eso sí que es integridad!

      Tucker vio a Nevada darle la espalda por segunda vez en un minuto y salir. La puerta se cerró firmemente y él dejó de ver su corta melena y su estirada espalda.

      –¿Cuándo os habéis acostado? –preguntó Will Falk al salir por una puerta lateral.

      Tucker miró al hombre.

      –No es asunto tuyo.

      –¿Creías que quería oír todo esto? Basándome en lo que ha dicho sobre tu actuación, tienes que hacer algo –añadió sonriendo Will, amigo de la familia y ayudante de Tucker–. ¿Cinco minutos? ¡Qué humillante!

      Tucker apretó los dientes.

      –Gracias por recordármelo.

      Quería gritar que había durado más de cinco minutos a pesar de que, técnicamente, no podía recordar mucho sobre aquella noche porque, tal y como Nevada había señalado, había estado borracho. Eso sin mencionar que además había estado como loco perdido en una tempestad llamada Caterina Stoicasescu. Por desgracia, Nevada también se había visto atrapada en el huracán de la vida de Cat, por muy breve que hubiera sido.

      –Lo has estropeado todo –dijo Will–. Me parecía que tenía potencial.

      –Y lo tiene. Aún no he terminado con ella.

      Will soltó una risita.

      –¿En serio? ¿Crees que vendrá a trabajar para ti después de esto?

      –Quiere el trabajo.

      –No. Lo quería. Aquí la clave es usar el tiempo en pasado. Ahora sabe que eso supone trabajar para ti. ¡Caramba, Tucker! ¿Cinco minutos?

      –¿Puedes dejar eso de una vez?

      –Supongo que tendré que hacerlo. Pero eras un chico guapo, no tan feo como para romper un espejo. Creía que alguna mujer se habría compadecido de ti y te habría enseñado a hacerlo, pero supongo que me equivocaba.

      Tucker señaló la puerta.

      –Largo.


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