E-Pack Se anuncia un romance abril 2021. Varias Autoras

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E-Pack Se anuncia un romance abril 2021 - Varias Autoras


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material gráfico.

      –Para recordarme que debo tomar un avión a California.

      Se marchaba.

      Lauren se levantó, se alisó el vestido y buscó sus zapatos de leopardo favoritos, que no podría volver a ponerse sin acordarse de aquella noche absurda.

      Jason y ella habían estado enfrascados en los últimos detalles de un proyecto para la última campaña publicitaria de Jason, quien iba a abandonar Nueva York para trasladarse a pastos más verdes en California. El trabajo que Maddox Communications le había ofrecido en San Francisco representaba una oportunidad única, y ella lo había sabido desde un par de semanas antes. Aquella noche, al darle un abrazo de despedida, se vio repentinamente asaltada por una pena demoledora que acabó haciéndole perder la cabeza.

      Estaba contemplando su atractivo rostro mientras intentaba reprimir las lágrimas, y al instante siguiente estaban besándose desenfrenadamente. Una oleada de placer le recorrió la espalda al recordar los movimientos de su lengua y de sus manos y la fuerza con la que le agarraba el trasero y la levantaba contra él. Su cuerpo volvía a anhelar la breve pasión que habían compartido. Quería aferrarse a las sensaciones que la abrumaban sin piedad.

      Recuperó los restos de su autocontrol y apartó la mirada de los tentadores rasgos de Jason. No sabía de dónde habían salido aquellos sentimientos y tampoco estaba segura de qué hacer con ellos.

      Vio sus zapatos con estampado de leopardo bajo el escritorio y agradeció la oportunidad de poner distancia entre ella y Jason y el sofá que olía a sexo salvaje. Se arrodilló y consiguió sacar un zapato, pero el otro estaba lejos de su alcance.

      –Lauren… –los zapatos de Jason se detuvieron junto a ella, recordándole la indecente postura que estaba manteniendo, postrada en el suelo y con el trasero en alto–. No tengo costumbre de…

      –Cállate –lo interrumpió ella. Se sentó sobre sus talones y sintió que las mejillas adquirían el mismo color rojo que sus cabellos–. No tienes por qué decir nada –en su cabeza resonaban los humillantes ruegos de su madre para que su padre se quedara.

      –Te llamaré…

      –¡No! –se olvidó de los zapatos y se levantó, descalza sobre el frío suelo de madera–. No hagas promesas que no vayas a cumplir.

      Él recogió la chaqueta del respaldo de una silla metálica.

      –Podrías llamarme tú.

      –¿Y de qué serviría? –replicó ella, atreviéndose a mirarlo a la cara por primera vez. Su atractivo juvenil se había curtido con los años que había pasado en el ejército. Era un hombre que, aun procediendo de una familia rica e influyente, se había labrado su propia fortuna–. Vas a irte a California, yo vivo en Nueva York, y entre nosotros no hay nada. Sólo somos unos compañeros de trabajo que se han visto atrapados por un arrebato hormonal puramente fortuito. Lo que ha pasado no tiene la menor trascendencia.

      Se echó hacia atrás la larga melena y abrió la puerta que comunicaba con el estudio, completamente vacío salvo por las sillas giratorias colocadas desordenadamente junto a las mesas.

      Jason apoyó una mano en el marco.

      –¿Me estás echando?

      Al parecer, Jason Reagert no estaba acostumbrado a recibir una negativa. Ella se había prestado rápidamente a satisfacerlo, pero eso iba a cambiar.

      –Sólo estoy siendo realista, Jason –lo miró fijamente, muy erguida, a pesar de que él le sacaba una cabeza.

      Más tarde ya se ocuparía de rumiar su desgracia en la soledad de su bonito apartamento en el Upper East Side. O mejor aún, perdiéndose un día entero por las galerías del Metropolitan. No podía olvidar que el arte lo era todo para ella.

      Aquel negocio, hecho posible gracias a la inesperada herencia de su tía Eliza, era su gran oportunidad para hacer realidad sus sueños y demostrarle a su madre que se merecía algo más que un marido rico.

      No iba a tolerar que ningún hombre la apartara de su camino.

      Finalmente, Jason asintió.

      –Muy bien. Si eso es lo que quieres, así será –le acarició el pelo con los nudillos y le pasó el pulgar por el pómulo–. Adiós, Lauren.

      Ella adoptó una expresión solemne e imperturbable. Jason se dio la vuelta, con la chaqueta enganchada a un dedo sobre el hombro, y Lauren reprimió el impulso de llamarlo.

      La noticia de su marcha había sido una desagradable sorpresa. Pero no podía compararse al nudo que se le formó en la garganta mientras lo veía salir por la puerta.

      Capítulo 1

       San Francisco, en la actualidad

      Sacarse a Lauren Presley de la cabeza había resultado mucho más difícil de lo que Jason Reagert se imaginó cuando dejó atrás Nueva York. Pero al menos lo había intentado… hasta recibir aquella foto.

      Levantó la mirada del BlackBerry hacia la mujer con la que llevaba ligando la última hora en el ruidoso y atestado bar, y volvió a bajarla hacia la imagen de Lauren Presley celebrando el Año Nuevo.

      La imagen de una Lauren Presley inconfundiblemente embarazada.

      Jason nunca se quedaba sin palabras. No en vano era un especialista en el mundo de la publicidad. Pero en aquellos momentos se le había quedado la mente en blanco. O mejor dicho, colmada de las imágenes que había vivido en la oficina de Lauren. ¿Sería posible que aquella única noche, aquella noche alucinante y completamente inesperada, hubieran creado un bebé? No había vuelto a hablar con Lauren desde entonces; claro que ella tampoco lo había llamado, y menos para comunicarle que estaba embarazada.

      Parpadeó unas cuantas veces e intentó enfocar las distorsionadas imágenes que lo rodeaban. Las paredes del bar proyectaban un resplandor rosado mientras examinaba la impactante imagen que acababa de enviarle un amigo de Nueva York. Adoptó una expresión imperturbable mientras pensaba la mejor manera de contactar con Lauren, quien prácticamente lo había echado a patadas de su vida la última vez que se habían visto.

      Un tipo que giraba al ritmo de la música lo empujó por detrás y Jason se movió para proteger el BlackBerry de la multitud que atestaba el bar. El Rosa Lounge era un pequeño y exclusivo local de Stockton Street, escasamente iluminado y con mesas verdes de cristal y sillas negras lacadas. Una barra de mármol blanco ocupaba una pared entera, con las botellas suspendidas por encima, y en la pared de enfrente se alineaban las mesas altas y blancas. Estaba a una manzana de Maddox Communications, por lo que era el lugar de reunión favorito de los empleados tras cerrar un acuerdo o acabar una presentación importante.

      Agarró con fuerza el aparato. Aquella reunión se había convocado en su honor, y el momento para ser el centro de atención no podría haber sido más inoportuno.

      –¿Hola? –lo llamó Celia Taylor, haciendo chasquear los dedos bajo sus narices. En su otra mano sostenía una copa de Martini–. Tierra llamando a Jason.

      Él se obligó a concentrarse en Celia, otra agente publicitaria de Maddox Communications. Afortunadamente, aún no había comenzado a beberse su Sapporo. La cabeza ya le daba suficientes vueltas sin necesidad de alcohol.

      –Estoy aquí… Siento haberme distraído –se metió el BlackBerry en el bolsillo de la chaqueta y sintió que la foto digital lo abrasaba a través de la camisa–. ¿Quieres que te pida otra copa?

      Había estado a punto de ofrecerle algo más que una copa, pero en ese momento había recibido la foto. Al parecer, la tecnología tenía un curioso sentido de la ironía.

      –No, gracias, estoy bien servida –dijo Celia, tocando el borde de la copa con una uña pintada–. Debes de haber recibido un mensaje muy importante del trabajo. Podría sentirme ofendida por no acaparar tu atención, pero en el fondo sólo estoy celosa porque mi teléfono no suene –se echó


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