Cómo entender la economía del Ecuador 1965-2017. Franklin Maiguashca
Читать онлайн книгу.estas diferencias se han vuelto casi irreconciliables. Se ha llegado al punto en que dos economistas frente a un determinado problema estén enteramente de acuerdo con el tipo de datos con los cuales hay que trabajar pero que, según las preconcepciones doctrinarias que profesen, estén totalmente en desacuerdo sobre lo que estos significan y sobre lo que hay que hacer al respecto. En términos generales —dice Cooper—, los síntomas que sugieren la existencia de este desbarajuste son:39
1.Hay por lo menos siete escuelas de pensamiento en diferentes grados de tensión entre ellas: la neoclásica, la austríaca, la monetarista, la keynesiana, la marxista, la de la economía del comportamiento y la institucionalista.
2.Entre varias de ellas hay diferencias fundamentales sobre el objeto y el método de la Economía, pero el grado de incompatibilidad es tal que aun en las instancias en las que hay coincidencias de criterios estas no son reconocidas como tales.
3.Los modelos matemáticos que utilizan los economistas están proliferando y su complejidad es cada vez mayor, a pesar de esto, no es obvio que su capacidad predictiva esté mejorando.
4.Hay varias escuelas importantes que, en vez de tratar de construir modelos de la economía real, buscan hacer que esa economía se acomode a los modelos de sus preferencias.
5.La hegemónica escuela neoclásica se construye sobre axiomas que ya han sido refutados por otras disciplinas, en tanto que casi todas las escuelas heterodoxas también se apoyan en argumentos defectuosos.
6.Las diferentes escuelas no son consistentes a lo largo del tiempo: se mueven según los dictados de las modas de turno.
7.Finalmente, hay preguntas cruciales a las que no se les presta atención y, en algunas áreas importantes ni siquiera se las formula; hay una tendencia nada científica de dejar a un lado las preguntas difíciles que no calzan con los paradigmas de turno.
Dicho lo anterior, conviene tener claro, primero, tal como lo ilustra la metáfora, que una vez que hemos dispuesto del agua con la cual acabamos de bañar al bebé, hay mucho de vitalidad y de promesa en lo que queda en la bañera; y, segundo, que al tenor del memorial de agravios que se acaban de enumerar, han entrado en evidente crisis, y en buena hora, las arrogancias ofensivas que desde hace rato han estado presentes en los pronunciamientos y acciones de profesionales que desafortunadamente gustan de hacer gala de estos comportamientos.
Así las cosas, la respuesta al interrogante que se plantea en este capítulo empieza en la sección siguiente. A manera de explicación de por qué nos hacía falta la “definición ampliada”, se comenta sobre algunos de los alcances e implicaciones, tanto conceptuales como prácticos, que se atribuyen a dicha definición. En seguida, se pasa revista a algunas de las dicotomías más protuberantes que están detrás de los distanciamientos que alejan a las diferentes escuelas, para luego cerrar el capítulo con ejemplos concretos de arrogancias ofensivas atemperadas con llamados a la humildad de sus colegas hechos por figuras como Keynes, Hayek, Drucker y Rodrik.
2.1. DE LA DEFINICIÓN AMPLIADA
Desde que Lionel Robbins la formuló en 1932, la definición tradicional de la disciplina, palabras más palabras menos, ha quedado así: “La economía es la ciencia que analiza el comportamiento humano como la relación entre unos fines dados y medios escasos que tiene usos alternativos”.40
N. Gregory Mankiw, por ejemplo, en la edición de 2017 de sus Principios de Economía, hoy uno de los textos más utilizados en los cursos de Introducción a la Economía, en la página 4 la define así: “La Economía es el estudio de cómo la sociedad administra sus recursos escasos”.
Por nuestro lado, hemos puesto a a la definición ampliada en estos términos: “La Economía estudia cómo los grupos humanos se organizan para producir y distribuir los bienes y servicios requeridos para satisfacer las necesidades de su gente dentro de contextos conformados por sus realidades ecológicas, tecnológicas, socioculturales e históricas”.
Nótese en este enunciado que en ningún momento existe la intención de dejar de lado la definición tradicional. Para muchos será evidente, desde un principio, que se busca llenar la falta de dimensiones ecológicas, sociales e históricas, cuya ausencia ha sido motivo de persistentes reclamos. Como se insistió en el capítulo anterior, los hechos económicos nunca se dan en un vacío y, por tanto, parece apenas natural que en la definición de la disciplina que estudia las economías de las naciones, sin perder el enfoque de “lo económico”, se dé cabida a la posibilidad de tener en cuenta en forma explícita a las interrelaciones de ese núcleo con “las circunstancias no económicas” de los entornos que lo rodean. En lo que sigue de esta sección se presentan tres razones por las cuales fue necesario para el autor llegar a la definición ampliada.
DE LOS ANCESTROS
El mensaje de la definición ampliada no es en absoluto nueva. En 1776, Adam Smith, con toda claridad y magnífico eclecticismo, manifestó:
La economía política, considerada como una de las ramas de la ciencia del legislador o del estadista, se propone dos objetivos distintos: el primero suministrar al pueblo un abundante ingreso o subsistencia, o, hablando con más propiedad habilitar a sus individuos y ponerlos en condiciones de lograr por sí mismos ambas cosas; el segundo, proveer al Estado o República de rentas suficientes para los servicios públicos. Procura, pues, ambos fines, o sea enriquecer al soberano y al pueblo.41
Este es un pronunciamiento sin precedentes. De manera insólita se declara por primera vez en la historia de la humanidad que la riqueza de una nación “civilizada y emprendedora” la construyen tanto el pueblo como el soberano. Según Smith, ellos eran dos de los tres principales protagonistas del funcionamiento de las economías de su tiempo. El tercero era el mercado y lo demostró con asombrosa erudición sobre una enciclopédica variedad de materias en los libros Primero, Segundo y Tercero de su obra maestra. Para que quedara claro que él no auspiciaba a un régimen de laissez faire, que es una de las tantas pequeñeces que se le han endilgado,42 en el libro Quinto dejó sentada una variedad de criterios todavía válidos sobre cómo administrar los ingresos provenientes de los impuestos y de la deuda pública, y sobre cómo manejar los gastos en defensa, en justicia, en obras públicas y en “instituciones destinadas a la educación de la juventud [...] y de la gente en todas las edades”. Como hubiera anotado Ortega y Gasset, estamos frente al hecho de que la Economía es ella y sus circunstancias.
Algo más de cien años después de Smith, en la primera página de sus Principios de Economía, publicado en 1890, Alfred Marshall, otro eminente economista, caracterizó a la Economía en términos muy personales, pero igualmente amplios:
La Economía Política o Economía es el estudio de la humanidad en los quehaceres ordinarios de la vida; examina aquella parte de la acción individual y social que más tiene que ver con la consecución y utilización de los requisitos materiales para el bienestar.
Es así, por un lado, el estudio de la riqueza y, por el otro, y el más importante, una parte del estudio del hombre [...]. Es la ocupación por medio de la cual una persona se gana la vida, la que por lo general acapara sus pensamientos durante la mayor parte de las horas en las que su mente está de lo mejor y durante las cuales su carácter se forma por la manera en que utiliza sus facultades de trabajo, por los pensamientos y los sentimientos que ahí se suscitan y por las relaciones con sus asociados sean estos empleados o empleadores.43
Para Marshall fue casi natural llegar a estos pronunciamientos. Primero porque nació y vivió su adolescencia en uno de los barrios más siniestros de Londres, de modo que conoció de primera mano lo difícil que era para los pobres ganarse el pan de cada día; segundo, porque, en mucho, su decisión de dedicarse a la Economía tuvo que ver con su genuino interés de hallar una manera de que sus estudios e investigaciones pudieran contribuir a mejorar las condiciones de vida de esos menesterosos y, tercero, por cuanto, inspirado por este afán, a lo largo de su vida, visitó cuantas empresas tuvo a su alcance, tanto en Inglaterra como en Europa y, especialmente, en los Estados