Tonko, el kawéskar. Jacqueline Balcells

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Tonko, el kawéskar - Jacqueline Balcells


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Se dio vuelta y caminó hacia su choza, seguido por el perro famélico, que cada cierto trecho detenía su marcha para rascarse el lomo con furia.

      Pueblos en extinción

      En el mundo de hoy no solo hay flores, animales o aves en extinción. También hay grupos humanos que se están acabando. Así, en Australia y también en Sudamérica, algunos pueblos están desapareciendo y otros ya han desaparecido completamente. Entre estos últimos, están los chonos, que habitaban en las cercanías de Chiloé, cuya extinción pasó inadvertida para el resto del mundo.

      De los grupos étnicos que aún sobreviven –aunque no sabemos hasta cuándo– están los selk'nam, los yámanas y los kawéskar. Ellos viven en las tierras más desérticas y desoladas del mundo: la Tierra del Fuego en la Patagonia chilena.

      La extinción de estos indígenas, según estudios antropológicos, se debe a causas complejas con muchos factores, entre los cuales está el contacto con otros pueblos, que los hizo vulnerables ante ciertas enfermedades, como la sífilis y la tuberculosis.

      La Tierra del Fuego

      “Tristes soledades donde la muerte más que la vida parece reinar soberanamente”. Así describía Darwin el extremo austral del continente americano, y tenía mucha razón. Los archipiélagos de Tierra del Fuego están ahogados durante todo el año por torrentes de lluvia y abrumados por la fuerza de la tempestad. Una continua capa de nubes bajas, lluvia y huracanes; el inmenso glaciar patagónico, acantilados de granito desnudo y un bosque húmedo y compacto forman los elementos de este paisaje. Y tanto es así, que cuando a veces surge el sol, se crea un universo nuevo: la desnudez de la roca se destaca hasta en sus menores detalles; el bosque vive con sus luces y sombras; el macizo cordillerano bloquea el inmenso horizonte.

      Y ahí, en esas tierras desoladas, vive hasta hoy uno de esos grupos humanos que se extingue: los kawéskar.

      El guanaco: un animal en extinción

      Este animal, pariente de la llama, pero más rápido y ágil, parece haber constituido durante mucho tiempo la base de la alimentación de los pueblos que vivían en las costas de Tierra del Fuego. Hasta una época muy reciente, el guanaco vivía en grandes rebaños en los llanos de la Patagonia. Pero cuando se introdujo la crianza del cordero, los guanacos empezaron a desaparecer por la persecución de los colonos que estaban convencidos de que los corderos se contaminaban con la vecindad de este animal. Por otra parte, el comercio de las pieles de los guanacos jóvenes era muy lucrativo. Hacia la mitad de diciembre, los trabajadores de las estancias comenzaban a “guanaquear” a caballo y con boleadoras. La especie no resistió. Actualmente solo se encuentran los últimos rebaños en los lugares más retirados de la Patagonia.

      Los antiguos kawéskar se alimentaban de carne de guanaco. Hoy día, ellos ni siquiera tienen un recuerdo de este animal.

      El avestruz: otro animal que se acaba

      Los primitivos habitantes de la Patagonia se alimentaban de los huevos de avestruz y también de su carne, pero solo cuando lograban atraparlas, ya que la rapidez y desconfianza de estas enormes aves dificultaban su caza. Cada nido contenía de veinte a cuarenta huevos de gran tamaño, lo que suministraba a los indígenas una alimentación sustancial. Hoy día, aunque la caza de avestruces está prohibida, el comercio de las plumas aún se permite. En las grandes estancias de la zona seca y desnuda de la Patagonia, las avestruces son aún relativamente numerosas. Pero han ido desapareciendo, pues no pueden resistir a sus perseguidores a caballo; las avestruces son incapaces de saltar las barreras o pasar entre las alambradas de púas, como lo hacen los guanacos.

      El puma, el zorro y el cururo

      Entre otras especies de animales propias de la pampa, cuyos restos se encuentran en los antiguos campamentos de los nómades marinos, hay que citar al puma, al zorro y al cururo.

      El puma, o león de América, vive de preferencia en las regiones de bosques poco espesos de la precordillera.

      El zorro rojo, o culpeo, carnívoro de tamaño más grande y más macizo que el zorro, debió abundar en otros tiempos, a juzgar por el número de osamentas encontradas en la zona. Este animal, igual que el puma, es perseguido a causa de los estragos que produce en los rebaños. El zorro culpeo vive en la región de los archipiélagos y se alimenta de aves marinas, huevos y probablemente mariscos.

      Otra variedad de zorro que se encuentra en la Patagonia, es el zorro gris. Es mucho más pequeño, más elegante y más fino que el culpeo.

      El cururo, roedor del tamaño de una rata grande, habitaba en toda la Patagonia y Tierra del Fuego y servía de alimento a los pobladores. Este animal vive en galerías bajo tierra y ciertos lugares del suelo están literalmente minados por ellos.

      Entre las aves que servían de alimento a los habitantes de la región están el cisne de cuello negro y la avutarda gris, llamada caiquén. Esta última, exclusivamente herbívora, es considerada como una plaga en los terrenos de crianza, pues los ensucia con sus excrementos.

      Animales que ya no están: El hippidium y el mylodón

      No se puede dejar de nombrar especies de animales que se han extinguido completamente en el transcurso de los tiempos: un equino, el hippidium, y un perezoso gigante, el mylodón.

      Restos de estas dos especies han sido descubiertos en la región de Última Esperanza. Es célebre la gruta donde fue encontrado en el verano de 1896 un gran pedazo de piel de mylodón, que conservaba todavía adheridos sus pelos y parte de sus huesos. Años más tarde se desenterraron otros fragmentos del esqueleto de este animal.

      El pueblo kawéskar

      El kawéskar es el indígena que ocupa el territorio más extenso de la Patagonia.

      Cuando Hernando de Magallanes divisó por primera vez las costas del estrecho, vio fogatas brillando en la orilla. Desde ese entonces hasta hoy han pasado más de cuatro siglos y, pese a todas las expediciones militares y científicas que han ido a los archipiélagos de Magallanes, nunca se pudo establecer el número de los kawéskar que vivieron durante ese tiempo en la zona. Esto sucedió porque la población de estos indígenas erraba sin cesar, huía de los blancos y se escondía en los rincones más inaccesibles del archipiélago. Y como no se conocía en su totalidad el área de distribución de los kawéskar, se creía que cada grupo encontrado en cualquier parte era una tribu distinta de las tribus vecinas. Esto llevó a los arqueólogos a distribuirlos en una serie de grupos étnicos que correspondían al lugar geográfico donde los encontraban, sin pensar que esos nómades se podían mover a través de considerables distancias. Por eso, en el curso de cuatro siglos de exploración, los navegantes encontraron kawéskar en todos sus itinerarios, en todas las bahías donde anclaron, en todas las costas donde naufragaron sus naves. Los indios estaban siempre diseminados y reunidos en pequeños grupos.

      Contactos con los chilotes: el comienzo del fin

      Desde 1880 a 1930 los kawéskar empezaron a relacionarse con más frecuencia con los extranjeros: los chilotes y los blancos. Y se podría decir que este fue el principio del fin del pueblo kawéskar.

      El contacto con los chilotes se produjo cuando las goletas chilotas se dispersaban por los archipiélagos, cerca de los roqueríos, en busca de focas. Su trabajo consistía en matar y despojar a las focas recién nacidas y también a las adultas de sus pieles. Para esto establecían campamentos donde se


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