La filosofía política de Carlos Gaviria. Iván Darío Arango

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La filosofía política de Carlos Gaviria - Iván Darío Arango


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      Iván Darío Arango

      La filosofía política de Carlos Gaviria

      Filosofía

      Editorial Universidad de Antioquia®

      Colección Filosofía

      Editorial Universidad de Antioquia®

      © Iván Darío Arango

      © Editorial Universidad de Antioquia®

      ISBN: 978-958-501-022-2

      ISBNe: 978-958-501-023-9

      Primera edición: mayo del 2021

      Motivo de cubierta: fotografía de Guillermo Pineda Gaviria

      Hecho en Colombia / Made in Colombia

      Prohibida la reproducción total o parcial, por cualquier medio o con cualquier propósito, sin la autorización escrita de la Editorial Universidad de Antioquia®

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      Agradecimientos

      Guardo un profundo sentimiento de gratitud con María Cristina Gómez, por sus indicaciones siempre tan acertadas, pero ante todo porque ella me señaló la preferencia de su esposo Carlos Gaviria por el libro Discurso de la servidumbre voluntaria de Étienne de La Boétie, como una clave para estudiar, no únicamente su pensamiento, sino también su temperamento literario.

      Tengo el mismo sentimiento de gratitud con Natalia Gaviria y Héctor Abad, quienes me propusieron escribir un artículo para una compilación sobre Carlos Gaviria. Al escribirlo, encontré el núcleo de su pensamiento en su concepción sobre los rasgos morales de la persona y pude completar el capítulo 3 de este libro, que es la conclusión de los dos anteriores y le aporta coherencia al conjunto del texto.

      Agradezco a la Editorial Universidad de Antioquia por sus evaluaciones y sugerencias sobre el libro, que me permitieron ampliarlo y corregirlo. También a la Editorial eafit, por autorizarme a publicar ahora el capítulo 2 que antes había sido publicado bajo su sello.

      Durante el confinamiento, mi hija Andrea, profesora de la Universidad Autónoma de Manizales, me propuso realizar siete entrevistas para el programa “Con el ojo en el congreso”, de la emisora Radio Cóndor de la misma ciudad. Con base en estas entrevistas pude ampliar el capítulo final.

      Finalmente, doy las gracias a la señora Luz María Hernández y a mi esposa Socorro Gutiérrez por digitar con esmero el manuscrito del texto.

      Introducción

      Estos artículos fueron escritos en diferentes circunstancias, pero siempre estuvieron movidos por la convicción de encontrar en la filosofía de Carlos Gaviria Díaz un camino para entender y superar los obstáculos que nos impiden alcanzar una cultura moderna y democrática.

      Entre esos obstáculos, quizás los mayores son los siguientes: el estado de anomia, o la dificultad que tenemos los colombianos para interiorizar normas, y el provincialismo, que consiste en el rechazo a las diferencias de convicción moral, opinión política o estilos de vida.

      Tales rasgos de nuestra cultura política provienen de los trescientos años de vida colonial, influidos por el catolicismo español, precisamente la expresión religiosa más reacia frente a los progresos de la filosofía liberal que se había desarrollado en Europa desde el siglo xvii después de las guerras de religión, cuando todos entendieron que las diferencias entre católicos y protestantes eran inevitables, no tenían solución y solo quedaban las actitudes de respeto y tolerancia.

      Carlos Gaviria tenía una profunda familiaridad con la Constitución Política de Colombia de 1991, lo cual le permitió la perspectiva apropiada para desentrañar las relaciones de poder propias de nuestra sociedad, pues una constitución define la forma institucional de la comunidad política. Ella contiene los derechos y las libertades que definen los límites del ejercicio del poder.

      Carlos Gaviria señaló el rumbo para entender los impedimentos que nos cierran el acceso a una cultura moderna, por ejemplo, cuando escribe en su artículo “Juego limpio” lo siguiente: “La anomia que nos tiene postrados, reveladora y generadora de violencia, es precisamente la antítesis de la paz que anhelamos” (2000, p. 3).

      Después de precisar en esos términos el rasgo principal de nuestra cultura política, es necesario acudir a otros textos de Gaviria donde se encuentra la base para la solución a nuestro problema de desacato a las normas, base que él establece a partir del reconocimiento del valor de la libertad de decidir por sí mismo. Todos sus argumentos se desprenden de la siguiente afirmación: “[...] hay comportamientos que solo al individuo atañen y sobre los cuales cada persona es dueña de decidir” (Gaviria, 1998, p. 49).

      Lo más significativo de su pensamiento consiste, entonces, en aclarar el valor social de la libertad de decidir por sí mismo, pero, además, en indicar los obstáculos que encuentra la persona a la hora de hacerse cargo de los propósitos de su vida y de la vida en común. En este sentido, Gaviria no se ocupa tanto de impedimentos históricos o culturales, sino existenciales, y logra interrogar a cada sujeto en su intimidad y su credulidad.

      Nuestra tradición cultural se articula alrededor de la subordinación y no de la independencia individual, motivo por el que existe desconfianza frente al poder político —generalmente se lo considera corrupto—, lo que, a su vez, explica, en parte, la tendencia de los colombianos a desconocer las normas.

      Por ello, también es necesario acudir a disciplinas diferentes al derecho y a la filosofía para aclarar tales obstáculos, principalmente a la sociología histórica o a la historia cultural, las cuales han tenido gran desarrollo gracias a autores colombianos como Fernando Guillén, Margarita Garrido y, más recientemente, Mauricio García, quien en su libro El orden de la libertad escribe lo siguiente: “Más que la percepción de admiración o rechazo por la ley, lo que determina el acatamiento de las normas es la percepción del otro” (2017, p. 162).

      Ahora bien, la percepción que tengamos del otro depende de nuestra actitud frente a las diferencias: o las toleramos o las rechazamos. Rechazarlas es entenderlas como desigualdades que buscamos excluir o subordinar, como es el caso de las mujeres y de las minorías étnicas en las culturas tradicionales, que están naturalmente subordinadas.

      De manera, pues, que se trata de problemas que requieren de una cátedra abierta o de un curso básico de filosofía política, donde puedan encontrarse diferentes áreas del conocimiento con el propósito de aclarar las dificultades que nos mantienen alejados de los principios de convivencia propios de las sociedades desarrolladas. No hay duda de que ya hemos dado el primer paso, que es la Constitución de 1991, pero todavía es necesario poner nuestras costumbres políticas a la altura de los ideales del texto constitucional, lo cual solamente es posible si se profundiza y se amplía la opinión de nuestros más destacados estudiosos e intelectuales.

      Acerca de mi interpretación, quiero aclarar lo siguiente: aunque Carlos Gaviria exponía con vehemencia sus ideas, pues repudiaba la injusticia en todas sus formas, yo he preferido detenerme en la coherencia de sus argumentos y he buscado examinarlos a la luz de sus autores preferidos, a los que él se refería con frecuencia, para encontrar que en diferentes temas logró avances y precisiones sorprendentes. Él era un maestro de lectura y es crucial entender la importancia de estos autores en la configuración de su pensamiento, pues, como afirmaba su hijo, los libros son los que le dieron sentido a su vida, pues en ellos encontró las emociones que marcaron su destino.

      Finalmente, sobre las circunstancias de estos textos, debo señalar lo siguiente: el primero de ellos fue escrito hace veinte años, cuando Carlos Gaviria era magistrado de la Corte Constitucional, y corresponde al epílogo de su libro


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