Obras Inmortales de Aristóteles. Aristoteles

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Obras Inmortales de Aristóteles - Aristoteles


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por otro lado, el más alto conocimiento, según Aristóteles, es el de las causas últimas y los últimos principios. La Metafísica será la ciencia más noble y más elevada, divina: “Todos los hombres aspiran al saber”, dice al empezar el libro y saber significa conocer las causas supremas y universales. Su objeto es estudiar el ser en cuanto a ser. Uno de sus temas básicos es la teoría de la sustancia o realidad primera.

      Para él, el gran defecto del estudio del ser en los pensadores anteriores, desde Parménides a Platón, radica en que se toma al ser en un sentido único. La culminación de su obra es la existencia del primer motor. Un Dios absolutamente alejado de la religión popular, al que resulta imposible mover por medio de plegarias. No es ciertamente el Creador del mundo, para Aristóteles, la materia es increada y en varios pasajes argumenta contra la idea de una creación.

      Ética a Nicómaco

      En Ética a Nicómaco, escrita en el siglo IV a. C., Aristóteles aborda por primera vez en la literatura universal, la ética como una disciplina que constituye por sí misma una rama filosófica independiente.

      La obra está compuesta por diez libros que recogen las disertaciones de Aristóteles en el Liceo y por mucho tiempo se pensó que estaba dedicada a su hijo Nicómaco, de allí su nombre, aunque por su corta edad parece poco probable. El contenido versa sobre lo que Aristóteles denomina virtudes. Aquí el autor plantea y trata esencialmente la cuestión de cómo debe el ser humano ordenar su conducta para alcanzar la felicidad.

      Para Aristóteles, la ética, ciencia de los hábitos y el carácter, va más allá de lo teórico, se extiende al terreno de la práctica en la búsqueda de la virtud, considerada el bien más preciado por ser parte del alma.

      Según Aristóteles, además de las facultades intelectuales del hombre, existe una capacidad complementaria o virtud moral que debe ser la pauta de conducta de cada uno. Esta se basa en tres pilares: la naturaleza (physis), la costumbre (ethos) y la razón (logos).

      Con Ética a Nicómaco, Aristóteles inicia toda una tradición de filosofía ética. Plantea que todas las actividades humanas tienden hacia un fin, y ese fin es el bien. También señala que algunas acciones tienen un fin inmediato, mientras que otras son medios para alcanzar un fin mayor.

      Aristóteles concluye que el fin más elevado es la felicidad del hombre y de su comunidad. Por eso la ética está subordinada a la política y esta es más noble y bella porque pretende conseguir el bienestar de muchos seres humanos.

      Aristóteles distingue tres tipos de felicidad: el placer (la vida de acuerdo con el cuerpo), la política (la vida según la retórica y el honor) y la meditación (la vida de acuerdo a la razón).

      La Ética a Nicómaco es un análisis de la relación del carácter y la inteligencia con la felicidad. Evoca la justicia, que es “una cualidad moral que obliga a los seres humanos a practicar cosas justas”. Enseña que la virtud no viene directamente del conocimiento, sino que requiere el hábito. En definitiva, es el libro más influyente de la filosofía moral y una de las grandes obras universales sobre la felicidad, el placer, el dolor y la amistad.

      Política

      Política data del siglo IV a.C. y fue terminada después de Ética a Nicómaco, en la que su investigación en torno a la ética le llevó a concluir que esta desemboca inevitablemente en la política. Política y Ética a Nicómaco son consideradas parte de un tratado más amplio. En su planteamiento, Aristóteles concluye que el hombre es un ser social, cuyos objetivos se desarrollan siempre enmarcados en una comunidad. Lo político de sus actos se deriva de su capacidad de utilizar el lenguaje, único medio que permite crear una serie de leyes para diferenciar y sancionar lo permitido y aceptable de lo prohibido en el seno de una comunidad, del tamaño que esta sea.

      La obra empieza definiendo la figura del Estado como una comunidad de seres que aspiran a la mejor vida posible. Posteriormente el volumen se divide en ocho libros, compuestos por capítulos, a través de los cuales Aristóteles explora la teoría clásica de los diferentes tipos de gobierno. Sus avances serían retomados por otros autores en los siglos siguientes.

      Según su teoría, existen seis formas de gobierno, que se caracterizan de acuerdo con el fin que persiga el régimen político —particular o común—. Así, existen tres tipos que tienen como objetivo el bien común: la monarquía, la aristocracia y la democracia, y tres degradaciones que corresponden a cada uno de los anteriores: la tiranía, la oligarquía y la demagogia.

      Aunque para su época sus ideas fueron sumamente novedosas dentro de la filosofía, los interrogantes planteados por Aristóteles en sus diversas obras y enunciados, así como sus estudios, investigaciones y argumentos en torno a estas preguntas siguen siendo sumamente relevantes y pertinentes en contextos actuales. Es por ello que sus obras constituyen un legado intelectual de incalculable valor, y que continúa atrayendo a lectores y pensadores.

      Retórica

      Escrito en el siglo IV a. C., la Retórica puede categorizarse como un tratado en el arte de la persuasión y una de las más importantes contribuciones de la mente del prolífico Aristóteles al mundo de la filosofía.

      La evidencia parece apuntar que el contenido de este volumen no fue planeado para publicación o incluso para ser recopilado en un solo formato, sino que nació de la intención de su autor de unificar apuntes e ideas para sus estudiantes.

      La Retórica fue desarrollada durante muchos años y en dos períodos diferentes en Atenas, surgiendo como una forma de expansión de las ideas y críticas expresadas por Platón anteriormente, pero que luego Aristóteles desarrolló de tal manera que esta colección de ideas se convertiría con el tiempo en la piedra angular de toda una rama de la filosofía y el pensamiento occidental.

      Metafísica:

      Libro I

      Parte I

      Todos los hombres poseen por naturaleza el deseo de saber. El placer que nos proporciona las percepciones de nuestros sentidos es una prueba de esta verdad. Nos complacen por sí mismas, con independencia de su utilidad, sobre todo las de la vista. En efecto, no solo cuando tenemos intención de obrar, sino hasta cuando no nos proponemos ningún objeto práctico, preferimos, por decirlo así, el conocimiento visible a todos los demás conocimientos que nos dan los demás sentidos. Y la razón es que la vista, mejor que los otros sentidos, nos permite conocer los objetos, y nos descubre entre ellos gran número de diferencias.

      Los animales reciben de la naturaleza la facultad del conocimiento por los sentidos. Pero este conocimiento en unos no produce la memoria; mientras que en otros sí. Y de este modo los primeros son simplemente inteligentes; y los otros son más capaces de aprender que los que no poseen la facultad de acordarse. La inteligencia, sin la facultad de aprender, es patrimonio de los que no tienen la capacidad de percibir los sonidos, por ejemplo, la abeja y los demás animales que puedan hallarse en el mismo caso. La capacidad de aprender se encuentra en todos aquellos que añaden a la memoria el sentido del oído. Mientras que los demás animales viven reducidos a las impresiones sensibles o a los recuerdos, y apenas se elevan a la experiencia, el género humano posee, para conducirse, el arte y el razonamiento.

      En los seres humanos la experiencia proviene de la memoria. En efecto, muchos recuerdos de una misma cosa constituyen una experiencia. Pero la experiencia, al parecer, se asimila casi a la ciencia y al arte. Por la experiencia progresan la ciencia y el arte en el ser humano. La experiencia, dice Polus, y con razón, ha creado el arte, la inexperiencia marcha a la deriva. El arte se inicia, cuando de un gran número de nociones suministradas por la experiencia, se forma una sola concepción general que se aplica a todos los casos semejantes. Saber que tal remedio ha curado a Calias aquejado de tal enfermedad, que ha producido el mismo efecto en Sócrates y en muchos otros considerados individualmente, constituye la experiencia; pero saber que tal remedio ha curado toda clase de enfermos atacados de cierta enfermedad, los flemáticos, por ejemplo, los biliosos o los calenturientos, se considera arte. En la práctica, la experiencia no parece diferenciarse del arte, y se constata


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