Pensar España. Juan Pablo Fusi
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Libertad creativa: la nueva modernidad española
9. Jorge Semprún: ficción verdadera
La «lucha armada»: la ofensiva terrorista
«La socialización del sufrimiento»: terrorismo selectivo y violencia social
El agotamiento de ETA: terrorismo residual
11. Julián Marías: España como preocupación
Epílogo: Leer sobre España (comentario bibliográfico)
A la memoria de Rogelio Rubio Hernández 1938-2020
Prólogo
Pensar España responde a un doble propósito: exponer ideas y reflexiones en y sobre la España del siglo XX; proporcionar «materiales» para comprender sus problemas esenciales (o algunos de ellos). El libro, una aproximación muy selectiva y personal (pero no arbitraria) al pensamiento español, combina, así, capítulos sobre Ortega y Azaña, la cultura en la República, bajo el franquismo y en la Transición, sobre Semprún y Julián Marías, con ensayos generales sobre España en el siglo XX, la Guerra Civil y sus consecuencias, la democracia de 1978 y ETA como problema.
La reflexión sobre España tiene una larga y nada desdeñable tradición en la cultura del país. A las generaciones del 98 y del 14, España se les presentó ante todo como un problema, como una preocupación. La República, la Guerra Civil, el franquismo obligaron enseguida a repensarlo todo: España en su historia, la democracia como posibilidad, el atraso económico, la identidad nacional, el problema militar, la aparición de los nacionalismos catalán, vasco y gallego, la organización territorial del Estado. De ahí, por un lado, la preocupación y el interés de mi propia generación historiográfica, nacida en torno a la década de 1940, por el problema de la democracia en España, y por otro, que muchos observadores pudieran —pudiéramos— ver la Transición y la nueva democracia española de 1978 como la respuesta a la crisis que el país parecía padecer desde su formación como Estado nacional moderno a lo largo del siglo XIX.
Porque, en efecto, la crisis que vivió entre 1808 y 1840 —invasión napoleónica, guerra de independencia, revolución gaditana, pérdida de América, primera guerra carlista— pareció dejar a España prácticamente sin Estado o, si se quiere, como un Estado nacional fallido1. Para Ortega y Gasset, la España de la Restauración de 1876 no era aún una nación verdaderamente vertebrada; para Azaña, el problema era ante todo un problema de democracia. Ambos, así lo entiendo, llevaban razón. «España, nación fallida» y «La democracia en España» son ciertamente temas de enorme relevancia. De ahí se derivó en definitiva —esa es la idea última que subyace a este libro, Pensar España— la crisis española del siglo XX: caída de la monarquía, II República, deslegitimación del régimen republicano, Guerra Civil, destrucción de la democracia, dictadura de Franco.
Esos son los temas en torno a los que se articula este libro, sus capítulos generales, sus capítulos sectoriales o mínimamente monográficos. Pensar España es, no obstante, un ejercicio de historia intelectual. La perspectiva precisa aclaración (aunque sea telegráfica). A. J. P. Taylor escribió en English History 1914-1945, su libro de 1965, que las novelas de Virginia Woolf eran «irrelevantes» para el historiador, puesto que solo interesaron a «un pequeño grupo de intelectuales». La perversidad de Taylor —desacralizar a Virginia Woolf— puede ser válida para Gran Bretaña. La figura del intelectual como conciencia pública, moral, de un país no existe en el mundo anglosajón (o existe de otra manera). La historia francesa, latinoamericana, española, rusa y muchas otras no se entienden, sin embargo, sin la figura del intelectual (Tolstoi en Rusia; Zola, Gide o Sartre en Francia; Croce en Italia; Thomas Mann, Günter Grass, en Alemania; Sarmiento, Alberdi, Alfonso Reyes, Octavio Paz, Vargas Llosa, en América Latina).
Se comprende. Cultura es, según escribió Ortega en Meditaciones del Quijote (1914), nada menos que el sistema de ideas de un país. La crítica como patriotismo era para el propio Ortega lo que en España habían hecho intelectuales eminentes como Cervantes. En cualquier caso, desde Unamuno, Ortega y Azaña a Julián Marías, Semprún y Savater, los intelectuales han tenido en la historia contemporánea española papel singular y en buena medida necesario. También escribió Ortega, en La deshumanización del arte e Ideas sobre la novela (1925), que, aparte la filosofía, «las emociones intelectuales más poderosas que el próximo futuro nos reserva vendrán de la historia y la novela». Sobre esas «emociones» (y alguna otra: arte, cine…) está construido este libro.
J. P. F. A.
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1 Sobre estos temas —crisis del Antiguo Régimen y revolución liberal— debe verse toda la obra, espléndida, de Miguel Artola: Los afrancesados, Antiguo Régimen y revolución liberal, Los orígenes de la España contemporánea, La España de Fernando VII, La guerra de la Independencia…
1
España:
el siglo XX
El español que pretenda huir de las preocupaciones nacionales será hecho prisionero de ellas diez veces al día, y acabará por comprender que para un hombre nacido entre Bidasoa y Gibraltar es España el problema primero, plenario y perentorio.
JOSÉ ORTEGA Y GASSET,
«La pedagogía social como problema político», conferencia leída en Bilbao, el 12 de marzo de 1910
A principios del siglo XX, España era para Pío Baroja «el país ideal para los decrépitos, para los indianos, para los fracasados, para todos los que