La forja de un escritor (1943-1952)). Camilo José Cela
Читать онлайн книгу.(Barcelona, Destino, 1963) y Garito de hospicianos o guirigay de imposturas y bambollas (Barcelona, Noguer, 1963). Por último, el tomo xII agrupa artículos publicados entre 1943 y 1961, procedentes de La rueda de los ocios (Barcelona, Mateu, 1957) y Cuatro figuras del 98. Unamuno, Valle-Inclán, Baroja, Azorín y otros retratos y ensayos españoles (Barcelona, Aedos, 1961). Los volúmenes construyen un escenario celiano hasta la médula, con numerosas entradas y salidas que, no obstante, se acompañan de unas tablas cronológicas de los artículos recogidos en cada tomo.
Tablas que, junto al cotejo de los textos de los periódicos y revistas de los que procedían, nos han permitido elaborar un listado de artículos que suma en el decenio 1943-1952 alrededor de seiscientos artículos, más de la mitad de los cuales ven la luz entre 1950 y 19524. De este mar de textos que aparecieron en la prensa de la época hemos seleccionado cincuenta, que cumplen el presupuesto de adentrar al lector en la fragua de un escritor que para 1952 era ya el novelista de mayor prestigio de los negros años de la primera posguerra. El joven y sabio crítico literario Antonio Vilanova, desde su atalaya de «La letra y el espíritu» en las páginas del semanario Destino, no dudaba en constatar, el 25 de julio de 1953, la audacia, la renovación y la suficiencia estética de «la figura del gran novelista gallego»5. Vilanova analizaba la excelente novela Mrs. Caldwell habla con su hijo; Cela llevaba a sus espaldas cuatro novelas: La familia de Pascual Duarte (1942), Pabellón de reposo (1943), Nuevas andanzas y desventuras de Lazarillo de Tormes (1944) y La colmena (1951). La primera y la última, dos eslabones imprescindibles en el itinerario de la novela española del siglo xx.
II
El abanico de publicaciones periódicas en las que aparecía el nombre de Cela era, en el decenio 1943-1952, muy amplio, y ofrece un campo de estudio todavía no colonizado. En la selección que ofrecemos al lector, más de la mitad proceden de Arriba (dieciséis)6 y de La Vanguardia Española (doce). Cela publicó por primera vez en Arriba, el diario adalid de la prensa del Movimiento Nacional, un artículo en el año 1941 y dos artículos en 1942. Ya en mayo del 43 publica dos artículos sobre la estética de la novela contemporánea en los que se ocupa de Unamuno y que, a buen seguro, eran el comienzo de una serie nonata. Ambos artículos aparecen en el tomo Mesa revuelta. No obstante, la colaboración regular del novelista gallego se inicia en el otoño de 1944 y finaliza en el verano de 1951 (la última colaboración data del 17 de julio). En una carta a Juan Aparicio, director general de Prensa y distinguido protector del primer Cela, fechada el 26 de octubre de 1951, se refiere a «hoy, después de haber perdido alguna colaboración para mí muy querida». Se trata de la colaboración de Arriba, que dirigía en la etapa de la participación de Cela Xavier de Echarri, primero, e Ismael Herraiz Crespo, después.
Como consta en la solicitud de inscripción que Cela cursó a la Asociación de la Prensa de Madrid el 22 de diciembre de 1944, el escritor decía trabajar como colaborador fijo en el diario Arriba, con un sueldo mensual de mil doscientas pesetas. Y su obligado abandono de Arriba se produce en julio del 51, cuando su sueldo ascendía a mil quinientas pesetas7.
Las relaciones entre CJC y La Vanguardia Española8 cuentan también con una colaboración inicial a instancias de César González Ruano: se trata del artículo «Redescubrimiento de Barcelona» (15 de diciembre de 1945), escrito con motivo de la primera estancia barcelonesa del escritor en el mes de octubre de ese mismo año y que tuvo como episodio central la lectura de unos pasajes de La colmena en el Ateneo Barcelonés. Se trata de un texto emocionado y magistral, que se articula desde el contrapunto de la memoria de unos meses de su niñez —contada por extenso en La cucaña. Memorias, I. La rosa (1959)— y la mirada de su reciente estancia. Digamos de paso que en la obra de CJC el contrapunto entre la mirada y la memoria es fundamental.
Con posterioridad y entre los años 1949 y 1953, Cela colaboró regularmente en el periódico de los Godó. El primer texto lleva fecha del 20 de septiembre del 49 y el último apareció el 6 de noviembre del 52: en total, setenta y cinco colaboraciones, algunas de las cuales nunca agavilló en un tomo. El 23 de junio de 1949 Cela cursaba una carta a Luis de Galinsoga, director de La Vanguardia Española desde que Serrano Suñer le confirió el cargo que venía ocupando desde mayo de 1939. En ella, Cela le comunicaba que había entregado su primer artículo para el periódico barcelonés a González Ruano, «quien me indicó que se lo haría llegar a usted». Y añadía:
Puede usted creerme, querido Galinsoga, que esta colaboración que hoy inicio en el periódico de su exacta y certera dirección, la considero como mi mayor y más preciado triunfo profesional. Por la seriedad, por la calidad, por la altura que usted ha sabido dar a La Vanguardia y por tratarse, sin género de dudas, de la publicación de más trascendencia actual entre todas las españolas.
Créame, director, que intentaré en todo momento dar a los artículos que le envíe la máxima calidad.
Era el principio de una colaboración que empezó a mostrar fricciones a comienzos de 1952. Los primeros artículos que Cela remite a Barcelona ese año son capitulillos del libro Del Miño al Bidasoa. Notas de vagabundaje, que la editorial Noguer estaba a punto de publicar. El 5 de febrero Galinsoga le cursa por telegrama algo más que un consejo: «No reitere tanto el tema galaico en su colaboración para Barcelona»9. Por esos mismos días Cela recibía una carta de Galinsoga, que conviene reproducir para tener entera noticia del escenario periodístico en el que se ambientaba la fragua del escritor gallego. La carta lleva fecha del 31 de enero:
La proximidad del Congreso Eucarístico Internacional que se celebrará en Barcelona el 27 de mayo venidero obliga a este periódico a intensificar su labor de ambientación y propaganda de aquella magna asamblea del catolicismo.
Yo me permito rogarle que, utilizando el material de documentación que oportunamente recibirá usted de la oficina de Prensa de dicho Congreso, dedique usted uno o varios artículos de su habitual colaboración en La Vanguardia a dicho tema. Me lo ha pedido así el obispo de Barcelona y me parece muy acertada la idea.
Cela le contestó (4 de febrero) desestimando las recomendaciones, mientras los artículos que remitió en la primavera de 1952 son paradigmáticos de la confluencia del apunte carpetovetónico y la caricatura expresionista en la que gozaba de una contrastada habilidad. Algunos fueron incluidos en la primera edición de Garito de hospicianos, y su totalidad en el tomo tercero de Glosa del mundo en torno. Para la primera edición de Garito de hospicianos CJC redactó una «Nota», fechada en Palma de Mallorca el 10 de abril de 1963, de la que es forzoso retener lo que es con toda seguridad una de las líneas de fuerza de los textos que han nutrido la presente selección:
No conviene idealizar demasiado los hombres, los oficios, o las situaciones. Ser hospiciano es una situación; también puede ser un oficio que, por añadidura, no cabe sino al hombre (no hay alacranes hospicianos, ni palomas, ni bestia alguna, aun presa y con grilletes). Los escritores escriben, con frecuencia, de lo que no saben ni tampoco les importa demasiado: esa es su servidumbre al gato de tres pies que no enseña más que el hocico. Pero los escritores, muy hechos ya a cantar lo imposible, fingen sus arrebatos con maestría, y se desmelenan a tiempo, y son creídos por quienes aborrecen con tales ímpetus a la literatura que llegan a confundirla —sonrisa va, sonrisa viene— con una droga sedante (¿de qué?).
Día llegará en que un escritor valiente se decida a cortar por lo sano y a pegarle fuego a todo lo que hoy atenaza a la literatura. Será una llamarada luminosa la que se levante, entonces, sobre las bardas del corral del mundo, por encima de los adobes que cercan el garito de hospicianos del mundo.10
III
Hemos dividido la selección de artículos de Cela en tres apartados: alrededor de las experiencias vitales, de las consideraciones sobre el escritor y la escritura (se trata de textos que podrían entenderse como metaliterarios) y de las reflexiones sobre la pintura y otras artes, que se circunscriben al cine, la música y la fotografía. Quizás hubiese sido conveniente un cuarto apartado —que ha quedado en el tintero— que reuniese las lecturas que CJC convirtió en temática de algunas de sus colaboraciones periodísticas, desde Hijos de la ira de Dámaso Alonso (Ya, 4 de julio de