¿Qué hacemos con Menem?. Martín Rodriguez

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¿Qué hacemos con Menem? - Martín Rodriguez


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también surgieron los nuevos progresismos con agenda más liberal, con figuras como François Mitterrand y Felipe González. Nueva derecha y nuevo progresismo. Un nuevo consenso después del viejo consenso bienestarista. En este marco se dio toda una serie de movimientos, a primera vista, paradójicos. Thatcher deshizo la cultura tradicional tory. González desmanteló parte de la industria sindicalmente ligada a la izquierda y metió a España en la OTAN y en la Comunidad Europea. Menem transformó el peronismo de partido sindical a partido clientelista y dio rienda suelta a un programa de reformas liberales. Como ya dijimos: clima de época.

      Argentina siempre siguió la música que sonaba en la región, pero no deja de ser quizá el vecino más exagerado del Cono Sur. La dictadura más asesina en los setenta. El único Juicio a las Juntas Militares en los ochenta. El caso más liberalizador en los noventa. La peor crisis en el cambio de siglo. El giro más estatista en los dos mil. Cada década un giro distinto, pero hay una constante: la lealtad con la intensidad.

      ¿Fukuyamistas fuimos todos?

      En los años noventa hubo menemismo, pero ¿cuántos eran los menemistas? En cierto modo se trató más de una administración reformadora, dirigida por un líder carismático con fuerte apoyo popular, que una construcción sentimental de masas. No hubo un pueblo menemista como sí hubo –y hay– un pueblo cristinista en el siglo XXI. Esto no quita el fuerte apoyo popular expresado en todas las elecciones que ganó Carlos Menem. Pero no hubo una masa menemista movilizada. Fue también parte del clima de época cierta pasión por la desmovilización. Los ochenta movilizaban, los noventa desmovilizaban y los dos mil, especialmente cuando la economía “dejó de funcionar”, volvieron a movilizar. El péndulo argentino. No hubo un pueblo menemista movilizado porque no había con qué. No era el plan. Pero la política es incertidumbre. Y bajo los consensos de la alta política noventista se gestó el 2001. Así se entiende el “Que se vayan todos” del cambio de siglo. Fue tan grande el consenso sobre lo más importante (la política económica) que cuando explotó la bomba de 2001 la “clase política” estaba toda en la misma carpa beduina.

      Puede ser un lugar común pensar en la excepcionalidad argentina. Para bien y para mal. También pensar que “Argentina atrasa”. Pero quizá nuestro 2001 fue lo que el mundo vivió en 2008. El principio del fin de esos consensos. Algo similar ocurre con el inicio de la transición española hoy tan impugnada. Pero entonces quizá el fin del menemismo no implicó el inicio de un atraso en relación con el mundo. Quizá el final de nuestra década del noventa –2001– fue en realidad un hecho de vanguardia: nos adelantamos a la era de las grandes polarizaciones, que en la Argentina son pese a todo de menor intensidad que las que hoy atraviesan Occidente. Suena paradójico que el momento de uno de los más grandes consensos político-económicos de nuestra historia reciente sea un período polémico e incómodo. Es la década maldita que amamos odiar. Tal vez para olvidar que, de una forma u otra, también fuimos parte.

      [12] Francis Fukuyama, The End of History and the Last Man, Nueva York, Free Press, 1992 [ed. cast.: El fin de la historia y el último hombre, Barcelona, Planeta, 1992].

      [13] Wilhelm Friedrich Hegel, Lecciones sobre la filosofía de la historia universal, Madrid, Alianza, 1997, p. 221.

      [14] Jorge Castro, La gran década, Buenos Aires, Sudamericana, 2000, p. 188.

      [15] Lucio V. Mansilla, Rosas. Ensayo histórico-psicológico, Buenos Aires, Claridad, 2007, p. 117.

      [16] Alfredo Pucciarelli (comp.), Los años de Menem, Buenos Aires, Siglo XXI, 2011, p. 24.

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