Educación financiera. Iñaki Jiménez Largo
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LA IMPORTANCIA DEL AHORRO
2.1 ¿Cómo administro mi renta? Consumo versus ahorro
Cuando oyes a alguien decir que no ahorra nada porque tiene una renta baja, no te está diciendo toda la verdad.
Ahorrar no es exclusivo para aquellas personas con grandes salarios; es más una actitud que algo relacionado con la cantidad de ingresos familiares.
No te voy a negar que resulta más sencillo ahorrar cuando, cada mes, entran muchos ingresos que cuando estos son escasos, pero conozco a familias con ingresos muy altos que no ahorran nada y, por el contrario, a familias con trabajos y nóminas humildes que son capaces de guardar una cantidad cada mes. Si este último es tu caso, es decir, tienes unos ingresos reducidos, todavía resulta más importante para tu salud financiera que ahorres.
La única manera que tiene una persona con ingresos bajos de mejorar y alcanzar un buen nivel de vida es, precisamente, ahorrar.
Del total de la renta que conseguimos, una parte la consumimos y otra la ahorramos. Si trasladamos esta frase a una ecuación matemática, nos saldría algo como esta expresión:
Y = C + S
donde:
Y = renta
C = consumo
S = ahorro
Muchos de vosotros estaréis pensando que, cuanto mayor es el consumo que podemos hacer de bienes y servicios, mayor será nuestra satisfacción. Y no seré yo quien contradiga a la teoría económica que nos dice que existe en el comportamiento del consumidor una ley sobre sus preferencias llamada «ley de no saturación», por la que se muestra que un consumidor siempre quiere más que menos de un bien o servicio.
Pero, si realizamos un análisis tan simple de la ecuación en la que decidimos que, de la renta total, vamos a consumir lo máximo posible (sin dejar nada al ahorro) para lograr la máxima satisfacción, estamos haciendo un análisis equivocado.
Y resulta equivocado porque, si toda la renta se dedica al consumo, jamás podremos aumentar nuestra renta, salvo por los pequeños aumentos salariales que, en la mayoría de los casos, se hallan absorbidos por el incremento de los precios.
Por lo tanto, querido lector, tendremos que hacer al principio algún sacrificio y dejar de consumir un poquito para poder ahorrar algo, ya que el ahorro representa el mecanismo que tendremos para aumentar de verdad nuestra renta.
Y ese es nuestro objetivo: que, a través del ahorro, se incremente nuestra renta y, de esa manera, poder destinar cada vez mayor cantidad de dinero a ahorrar y, claro está, también a consumir más. Cuando consumimos, estamos gastando, mientras que, cuando ahorramos, estamos destinando ese dinero a una inversión, la cual nos permitirá aumentar nuestra renta.
Así que una condición para ahorrar estriba en que ese dinero no podemos dejarlo sin producir ninguna rentabilidad debajo del colchón porque, cuando vayamos a echar mano de él, valdrá menos que cuando lo escondimos (esto es por el efecto de la inflación, es decir, por el aumento que los precios suelen experimentar).
Fíjate en que hay una enorme diferencia entre gastar e invertir. Cuando yo decido gastar, sé que el dinero que he dado a cambio de ese bien o servicio no me va a producir ninguna rentabilidad futura. Lo único que habré conseguido es pasar un buen rato (si, por ejemplo, he ido al cine) o haber disfrutado durante un momento de esa adquisición (por ejemplo, si he degustado una magnífica comida en un restaurante). En resumen, gastar me aporta una cierta felicidad sin esperar nada a cambio en el futuro. Y no te voy a engañar: gastar es bueno, porque también necesitamos nuestros caprichos, que nos den una alegría de vez en cuando.
En cambio, cuando yo decido invertir, estoy esperando unas rentabilidades futuras de esa renta que he decidido no consumir.
Y esa rentabilidad futura hará que, cuando la consiga, aumente mi renta y, por lo tanto, pueda consumir más y ahorrar más.
Te voy a poner un ejemplo. Imagina a dos familias: la de José y la de Manolo.
La familia de José tiene unos ingresos anuales que provienen de su trabajo de 40 000 euros y destina un 90 % de su renta al consumo y un 10 % al ahorro, es decir, consume 36 000 euros y ahorra 4000.
Por otra parte, la familia de Manolo tiene unos ingresos anuales laborales de 30 000 euros y dedica un 60 % al consumo y un 40 % al ahorro, es decir, gasta por valor de 18 000 euros y ahorra por un total de 12 000 €.
Imaginemos que las dos familias deciden ese año invertir en un producto que les da una rentabilidad del 10 % anual con intereses compuestos (es decir, que se acumula lo que van ganando) y que se rescata al cabo de cinco años. Aplicaremos la fórmula de interés compuesto y veremos qué cantidad de dinero rescata cada familia tras cinco años:
C ′ = C * (1 + i)n
donde
C ′ es el capital final (el que rescatamos al final de los cinco años)
C es el capital inicial (en nuestro caso, 4000 € para la familia de José y 12 000 € para la de Manolo)
i es el tipo de interés (en nuestro caso, el 10 %)
n son los años que dura nuestra inversión (en nuestro caso, cinco años)
Veamos qué cantidad rescata la familia de José al cabo de los cinco años:
C ′ = 4000 € * (1 + 0,1)5 = 6442 €
En cambio, la familia de Manolo, que ha destinado más al ahorro, rescata a los cinco años:
C ′ = 12 000 € * (1 + 0,1)5 = 19 326 €
Supongamos que, al cabo de los cinco años, los ingresos de nuestras queridas familias siguen siendo los mismos. La situación será la siguiente:
• La familia de José volverá a tener unos ingresos laborales de 40 000 euros y recibirá un extra de 6442, fruto de sus ahorros (en total, ingresará este año 46 442 euros).
• La familia de Manolo, que había dedicado un mayor porcentaje de su renta al ahorro, tendrá unos ingresos laborales de 30 000 euros y recibirá un regalito de 19 326 euros, gracias a sus convicciones, que les hicieron hace cinco años esforzarse por ahorrar un buen porcentaje de su renta (en total, ingresarán este año 49 326 euros).
Observa que, al cabo de cinco años, la familia de Manolo afrontará el año con mayores ingresos que la familia de José, a pesar de contar con unos ingresos laborales muy inferiores. Esta es la magia del interés compuesto, que permite que se vayan acumulando las ganancias que vamos obteniendo cada año y deja que nuestros ahorros crezcan de forma exponencial.
Y esto se produce suponiendo que las dos familias únicamente han ahorrado durante un año. Imaginemos ahora que tanto la familia de José como la de Manolo pueden ahorrar cada año la misma cantidad, es decir, 4000 y 12 000 euros, respectivamente.
Como puedes imaginar, en este caso, la magia del interés compuesto todavía premiará más a la familia de Manolo.
Suponiendo que cada año la familia de José ahorra 4000 euros y la de Manolo 12 000, en el supuesto de que rescatemos todo el capital al cabo de cinco años, los resultados son todavía más espectaculares, pues volveríamos a conseguir que nos den unos intereses del 10 % anual.
Aplicamos la fórmula que nos permite calcular el capital final cuando hacemos aportaciones periódicas a nuestro plan de ahorro.
donde:
a:es la anualidad