Educación financiera. Iñaki Jiménez Largo

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Educación financiera - Iñaki Jiménez Largo


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en que el ahorro de José ha sido de 4000 euros anuales durante cinco años. En total, ha ahorrado 20 000 € y ha obtenido, al cabo de los cinco años, 26 862 €.

      Ha conseguido un premio de 6862 €, fruto de sus ahorros. En términos de rentabilidad, supone un 34,31 % (se calcula dividiendo 6862 € / 20 000 €).

      La familia de Manolo es caso aparte. Su conciencia ahorradora lo ha llevado a lograr una plusvalía de 20 587 €. Ha obtenido 80 587 de una inversión de 60 000 € (12 000 € * 5 años). La rentabilidad es la misma que la que ha logrado la familia de José (20 587 / 60 000 €), es decir, de un 34,31 %, pero, en términos absolutos, no hay color.

      Así que, al cabo de cinco años, la familia de José afrontará el año con unos ingresos previsibles de 66 862 € (la suma de su salario anual de 40 000 € más los 26 862 € que rescata), mientras que la familia de Manolo, a pesar de tener unos ingresos laborales inferiores, empezará el año con unos ingresos de 110 587 € (la suma de los ingresos laborales de 30 000 € más los 80 587 € que recibe al rescatar su dinero).

      Como ves, en este punto, si seguimos con las costumbres consumistas de ambas familias, la familia de José volverá a consumir un 90 % de su renta (0,9 * 66 862 €), es decir, dedicará al consumo 60 175 € y ahorrará el resto, o sea, 6687 €.

      Pero, curiosamente, la familia de Manolo, que dedica un 60 % al consumo, este año podría gastar hasta 66 352 € (0,6 * 110 587 €) y ahorrar el resto; en total, 44 235 €.

      La conclusión de este ejemplo está muy clara. La cultura del ahorro para la posterior inversión permite que la familia de Manolo, a pesar de tener unos ingresos laborales menores, pueda llegar a una situación en la que el fruto de su esfuerzo le permita consumir más y ahorrar más que la familia de José.

      Así, te quiero demostrar que el ahorro y su posterior inversión es el verdadero mecanismo que nos permite aumentar nuestra renta total, que debe ser nuestro objetivo. De esa manera, al cabo de un tiempo, el efecto multiplicador de los intereses compuestos nos permitirá cambiar nuestra situación financiera inicial.

      No debemos conformarnos con intentar incrementar nuestro salario, sino que también debemos preocuparnos por rentabilizar al máximo nuestros ahorros.

      Voy a tratar de explicarte la necesidad de que elabores tu propio presupuesto. Etimológicamente, la palabra «presupuesto» está formada por el prefijo «pre» (que significa “antes”) y la palabra «supuesto» (que significa “dado por cierto”).

      Un presupuesto es una previsión de los ingresos y gastos que vamos a tener durante un periodo de tiempo. Las familias deben hacer una estimación de qué gastos van a tener cada mes, para asegurarse de que sus ingresos son capaces de cubrirlos.

      Los gastos serán lo que pagas de hipoteca o alquiler, lo que te cuesta la alimentación y el vestido, los suministros del hogar, el colegio de tus hijos, etc.

      Y los ingresos pueden proceder de tu salario, de las rentas que obtienes por tus ahorros, de los alquileres que puedes cobrar por arrendar inmuebles, etc.

      En todo caso, debes procurar que tus ingresos superen holgadamente a tus gastos. De esta manera, podrás dedicar tu excedente (es decir, tus ahorros) a invertir en aquellos productos o negocios que serán los que, a medio y largo plazo, mejoren tu situación financiera.

      En el caso de que los gastos superen a los ingresos, deberás endeudarte para mantener ese nivel de vida, y eso supone que tendrás que pagar intereses por esa financiación. En conclusión, no solamente no conseguirás aumentar tu renta a medio plazo, sino que, por el contrario, cada vez tendrás un mayor volumen de gastos, debido al coste financiero del pago de tu préstamo o crédito.

      Vivir de esa manera genera que entres en una dinámica muy peligrosa. Si tus ingresos no aumentan y tus gastos cada vez son superiores debido al pago de intereses de tu financiación, nunca podrás dedicar nada al ahorro e incluso se reducirá tu capacidad de consumo.

      Está claro que existen situaciones en las que es necesario pedir financiación ajena por ejemplo, cuando te compras una vivienda o empiezas un nuevo negocio. Pero te aconsejo que nunca te endeudes para consumir o para darte caprichos. Si quieres un capricho, ahorra, rentabilízalo y, después, con la conciencia tranquila de saber que has hecho bien las cosas, permítete ese capricho.

      Ya sabes que, en la vida, normalmente lo que se ha conseguido con esfuerzo nos acaba dando una mayor satisfacción.

      El sector público también debe realizar un presupuesto donde se definan los gastos e ingresos que obtendrá. Por desgracia, no suelen ser un buen ejemplo porque, en la mayoría de los casos, los gastos previstos superan a los ingresos que se espera recibir.

      Eso provoca que, al final, igual que hacen los ciudadanos, pidan prestado en los mercados internacionales a otros países. Aunque te parezca increíble, actualmente la deuda pública de España supera con creces el 100 % del producto interior bruto (PIB), que es el valor de los bienes y servicios que realizamos en un año.

      De hecho, esta maldita pandemia que nos ha azotado con virulencia ha provocado que la deuda pública en España alcanzara, a finales de 2020, el 115 % del PIB, y que, durante el 2021, haya superado el 125 % del PIB.

      Para que te hagas una idea, es como si tú ingresaras 2000 euros al mes y gastaras más de 4000. La diferencia tendrías que pedirla prestada a alguna entidad financiera o, en el mejor de los casos, a algún familiar.

      Digo en el mejor de los casos a un familiar porque este, quizá, no te cobraría intereses. Al hablar de países, lógicamente, cuando se prestan entre sí, no lo hacen gratuitamente.

      Queda claro que no debes tomar ejemplo de la forma de funcionar de la mayoría de los países, que van cubriendo sus excesos de gasto (llamamos «déficit» a la situación en la que los gastos superan a los ingresos) endeudándose constantemente.

      Te aconsejo, pues, que realices un presupuesto, que elimines los costes innecesarios y que consigas que tus ingresos superen a tus gastos mensuales. Entonces, dedica al ahorro ese superávit (se llama así a la situación en la que los ingresos superan a los gastos) y busca las mejores alternativas de inversión.

      Ya has visto, en los ejemplos anteriores, que una actitud ahorradora e inversora puede mejorar ostensiblemente tu salud financiera en un futuro.

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