El Escritor. Danilo Clementoni

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El Escritor - Danilo Clementoni


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      Â«No entiendo.»

      Â«Tú estás tonto. Esta combinación es la que ha activado la orden de autodestrucción de la astronave y estoy seguro de haberla visto ya durante mis búsquedas.»

      El tipo delgado, para evitar más reproches, se limitó emitir un gruñido.

      Â«Aquí está» dijo de nuevo el tipo gordo mostrando la misma serie de imágenes que estaban mirando con anterioridad pero resaltándolas con el ratón. «Es esta.»

      Â«Sí, ¿y...?»

      Â«Entonces, si esta secuencia ya ha funcionado, probablemente estas otras que se ven aquí podrían estar activadas.»

      Â«Tiene sentido.»

      Â«Â¿Qué te parece si probamos una de ellas?»

      Â«Â¿No será peligroso? Creo que ya hemos hecho bastante daño.»

      Â«Eres un miedica» dijo el tipo gordo. «En el peor de los casos haremos saltar por los aires otra de esas malditas astronaves.»

      Â«Â¿Y si fuésemos nosotros los que saltásemos por los aires? No sabemos nada de esa cosa.»

      Â«Venga, probemos» exclamó el gordo con la expresión de un chaval que está a punto de hacer explotar un petardo bajo la manta del abuelo mientras duerme plácidamente.

      Â«Házlo tú. Yo me voy a proteger detrás de allí.»

      Â«Siempre tan valiente, ¿eh? No te preocupes, lo hago yo, no eres más que una nenaza.»

      El tipo corpulento, entonces, después de esperar a que su compinche se fuese a encerrrar en el dormitorio adyacente, tomó aire y, usando su grueso dedo índice, trazó sobre la superficie del objeto la primera secuencia indicada en la pantalla. Justo después lanzó el aparato sobre el sofá y se echó a tierra con las manos sobre la cabeza. Esperó inmóvil algunos segundos pero no sucedió nada. Permaneció todavía un rato, tendido sobre el suelo, y sólo después de haber constatado que no parecía que hubiese ningún peligro, alzó ligeramente la cabeza. El control remoto estaba tranquilamente apoyado sobre el asiento del sofá y no parecía que funcionase.

      Â«Â¿Y bien? ¿Qué ha sucedido?» preguntó su compinche asomando la cabeza desde la puerta semi cerrada.

      Â«Nada, absolutamente nada.»

      Â«Â¿No te habrás equivocado al escribir la secuencia?»

      Â«No lo creo. Parece que hice todo correctamente» dijo el gordito mientras, con mucha cautela, se volvía a levantar y se acercaba de nuevo al objeto alienígena.

      Â«Venga, prueba otra vez. Yo me quedo aquí.»

      Â«Gracias por la ayuda. ¿Qué haría sin ti?»

      Esta vez el tipo corpulento decidió que no se tiraría de nuevo al suelo y compuso la sequencia permaneciendo sentado en la butaca. Repitió más veces la operación pero el objeto no parecía que reaccionase.

      Â«Nada de nada» añadió el tipo gordo.

      Â«Puede que estemos destruyendo todas sus astronaves» comentó el tipo alto mientras se asomaba otra vez desde la puerta.

      Â«No digas sandeces. El friqui ha dicho que este chisme tiene un alcance de solo algunos cientos miles de kilómetros. Nibiru vete a saber dónde está. Yo, en cambio, creo que, es algo mucho más sencillo, esta secuencia no está operativa.»

      Â«Entonces probamos otra, ¿no?»

      Â«Â¿Probamos? A mí me parece que soy el único en "probar"»

      Â«Eh, no seas tan intransigente. Por otra parte, ¿quién es el más entendido en tecnología de los dos?»

      Â«Vale, vale. Ahora pruebo con la segunda.»

      El tipo gordo pasó los diez minutos siguientes componiendo, una después de otra, casi todas las combinaciones que había visto sobre la pantalla del ordenador pero no ocurrió nada de extraño.

      Mientras tanto, visto que las situación era de todo menos peligrosa su compinche se había acercado hasta él y juntos estaban haciendo conjeturas y suposiciones de todo tipo.

      Â«Quizás las imágenes van al revés» dijo, llegado a un punto, el tipo delgado.

      Â«Que va. Los caracteres cuneiformes del control remoto están en el mismo orden que los del vídeo.»

      Â«Entonces, tus fantásticas "fuentes" se deben de haber secado.»

      Â«No es posible. Debe funcionar. Estoy convencido.»

      Â«Me quedan sólo dos por probar. Si ni siquiera estas funcionan, tiramos esta cosa al cubo de la basura y nos vamos a beber algo fresquito.»

      El tipo corpulento bufó y, sin añadir nada más, compuso, sin mucha convicción, la penúltima secuencia. Tecleado el último símbolo percibió un ligerísimo temblor y un instante después, desde la parte delantera del aparato, apareció una especie de resplandor nada natural. Hubo un ligero chasquido y, en la parte vacía delante de ellos, se abrió una nueva ventana, perfectamente circular de casi medi metro de diámetro.

      Â«Pero qué demonios...» exclamó el tipo flaco con los ojos abiertos como platos.

      Â«Por todos los cielos...» añadió su amigo también horrorizado.

      Con las piernas todavía temblequeantes por el miedo, se levantaron y se acercaron con cautela al agujero de la pared. Fue el más alto el que, metiendo la cabeza en la abertura, exclamó «Es increíble. La pared se ha desmaterializado y hemos agujereado también el cartel publicitario del coche allí abajo. ¡Está por lo menos a cien metros de aquí!»

      Planeta Kerion – TYK el Supremo

      Â«Supremo TYK» anunció RTY en el sistema de comunicación interno de la estructura ecuatorial del planeta. «Por desgracia soy el embajador de una terrible noticia.»

      Â«RTY, mi fiel amigo. No temas, nada podrá turbar mi serenidad y la de nuestro pueblo.»

      El Supremo TYK era, en realidad, el exoesqueleto más grande y antiguo de todo Kerion donde, miles de años antes, habían sido trasladadas las almas de aquellos que habían gobernado el planeta en el periodo pre-máquina. Con el tiempo, su estructura física se había convertido en algo inmenso. Su extensión actual se acercaba a los dos kilómetros cuadrados con una altura que, en algunos puntos, superaban incluso los quinientos metros lineales. TYK era un conglomerado tecnológico multifuncional con las características específicas y la eficiencia de un millón de fábricas japonesas todas juntas.

       «Me temo que esta vez lo que ha sucedido sea verdaderamente atroz» continuó el keriano responsable.

       «Habla, ¿qué ocurre?»

       «El laboratorio Λ ha sido atacado y destruido. Diez millones de almas han sido aniquiladas. Sólo se han salvado novecienta noventa expulsadas, por medio del contenedor (|), pocos momentos antes de la explosión.»

       «¿Explosión? ¿De qué estás hablando? ¿Quién ha sido?» la voz, siempre suave y tranquila de TYK, había asumido ahora un tono decididamente mucho más alterado.

       «En el sistema central, referencia |^|, puedes ver directamente lo que ha sido grabado desde la cápsula mientras se alejaba del satélite.»

      TYK


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