El Escritor. Danilo Clementoni
Читать онлайн книгу.anunció el diminuto keriano responsable de la coordinación de las maniobras. «Dentro de 0,1 cens llegará al punto de atraque.»
«Quiero que lo traigan aquà de inmediato para verificar el contenido y para el análisis de los datos memorizados» ordenó el Supervisor RTY a su subordinado.
El extraño objeto ovoide, proveniente de casi sesenta y cinco años luz de distancia, fue interceptado por una especie de campo de contención que lo desenganchó de la órbita del planeta y lo transportó rápidamente en dirección a una abertura de la gigantesca estructura, completamente metálica, que se extendÃa por casi doscientos kilómetros cuadrados a lo largo del ecuador de Kerion.
«Contenedor (|) casi en posición» dijo el coordinador.
«Dáte prisa para traerlo aquû exclamó RTY. «Debemos descubrir, como sea, qué ha sucedido en λ
En cuanto el recipiente alcanzó el punto de atraque fue enseguida custodiado por dos keriani con una figura realmente insólita. Uno era muy parecido a una especie de remolque sin ruedas, mientras que el otro se parecÃa más a un enorme cangrejo con seis pinzas. El cangrejo aferró con delicadeza el contenedor y lo depositó en el interior del keriano/remolque que, después de recibir el mensaje de que habÃa tenido lugar el enganche, sin emitir ni un sonido, partió a una velocidad increÃble en dirección a los laboratorios.
«El contenedor (|) ha llegado» exclamó el coordinador. «Equipo de verificación, efectuad un análisis competo del contenido.»
Cuatro keriani, incluso éstos con unas formas muy extrambóticas, se precipìtaron sobre el objeto y, después de haberlo sumergido en un pequeño embalse que contenÃa una solución a base de amonÃaco, comenzaron con el escaneo de su interior. HabÃan pasado pocos minutos cuando el keriano más pequeño de los cuatro comunicó. «Novecientos noventa almas presentes, todas en perfectas condiciones. Estoy enviando al sistema central la grabación de los acontecimientos memorizados desde la cápsula.»
«La quiero en la pantalla» ordenó perentoriamente RTY.
Las imágenes mostraron la superficie de la luna alejándose rápidamente mientras un objeto enorme perfectamente esférico se acercaba a la zona del laboratorio subterráneo Î. Pasados unos segundos, un resplandor cegador saturó con su luz la grabación e, inmediatamente después, ya no habÃa nada. Toda el área parecÃa haber sido golpeada por un gigantesco martillo. Las imágenes mostraban sólo una zona enorme y plana del suelo lunar, increiblemente lisa y pulida. La grabación continuó todavÃa por unos momentos mostrando el satélite cada vez más lejos; luego, se interrumpió.
«El laboratorio» exclamó RTY horrorizado. «Ha sido destruido por completo.»
«No hay nada más» comentó con amargura el coordinador. «La grabación ha terminado.»
«Es un ataque descarado y deliberado a nuestro puesto de avanzadilla. SabÃa que no debÃamos fiarnos de aquella especie de alienÃgenas.»
«¿Piensas que el arma esférica ha sido construida por ellos?»
«Hay sólo dos planetas habitados en aquel sistema solar y en ellos hay seres de la misma especie. No tendrÃamos que haber establecido allà nuestra base.»
«Es una tragedia inmensa» dijo con tristeza el keriano coordinador. «En el laboratorio habÃa casi diez millones de almas preparadas para ser transferidas. Se salvaron sólo las novecientas noventa que han conseguido huir a la catástrofe por medio de la cápsula (|).»
«TodavÃa no me lo puedo creer» exclamó RTY consternado. «Debemos de advertir de inmediato al Supremo TYK.»
Tell-el-Mukayyar â Las grabaciones
Petri y sus tres amigos, de momento, se habÃan trasladado al interior de la tienda laboratorio de la doctora Hunter.
«Realmente me come la curiosidad» dijo Azakis ansiosamente. «Me gustarÃa ver qué es lo que no ha funcionado de tu sistema de enganche.»
«No, querido. Ya verás como las cosas sucedieron de manera distinta» replicó Petri mientras hacÃa aparecer, aproximadamente a medio metro del suelo, un holograma tridimensional.
«Esto que haces, siempre me deja atónito» exclamó Jack mientras observaba las imágenes que se formaban justo en medio de la tienda.
«Ahora voy un poco hacia atrás» dijo Petri mientras trasteaba con un extraño instrumento y las escenas se iban reproduciendo al revés. «Este es el momento en que hemos llevado al Ãrea 51 al general Campbell, el senador Preston y los dos graciosos personajes que nos han asaltado cuando estábamos intentando recuperar la carga.»
«SÃ, sÃ. Me acuerdo perfectamente.»
«Ahora os enseño una cosa» y el holograma mostró al tipo corpulento que se acercaba amenazante a Azakis al tiempo que le daba una palmada en la espalda.
«CreÃa que me estaba atemorizando» dijo el comandante alienÃgena. «No me ha movido ni un milÃmetro. ¿Qué tiene que ver esto con el extravÃo del control remoto?»
«Espera. Deja que agrande este detalle... Lo que estáis viendo es la mano del gordito mientras, con una habilidad finÃsima, te quita del cinturón el aparato.»
«¡IncreÃble!» exclamó el coronel. «Una maniobra digna de los mejores carteristas que dan vueltas por el metro.»
«Con la excusa del golpe en el hombro ha aprovechado para robarte el control remoto» añadió Elisa. «Es una vieja técnica que los ladrones de tiendas se transmiten de generación en generación.»
«¿Me lo ha robado él?» preguntó Azakis consternado.
«Justo, amigo mÃo» confirmó Petri.
«¿Y cómo diablos ha conseguido reactivarlo y completar la orden de autodestrucción? Tú lo habÃas deshabilitado completamente ¿o me equivoco?»
«SÃ, Zak. El aparato habÃa sido desactivado. Probablemente, él y su compinche, después de haber sido liberados, se habrán puesto a buscar entre las numerosas informaciones que hemos dejado a los terrestres y habrán encontrado el sistema para burlar el sistema de bloqueo.»
«Esos dos han destruido nuestra astronave y nos han impedido regresar a casa» explotó Azakis preso de una furia impensable en él. «Cuando los tenga otra vez a mano haré que se arrepientan de haber nacido, te doy mi palabra.»
«Cálmate amigo mÃo. Ahora, lo que está hecho, hecho está. No podemos hacer nada. Lo que deberÃamos hacer es localizar a esos dos desgraciados y recuperar lo que nos han robado antes de que descubran las otras funciones que posee.»
«¿Por qué? ¿Qué otras cosas hace?» preguntó Elisa con curiosidad.
«OlvÃdalo, por el momento. Es mejor que no lo sepas.»
«¡Porras! ¡Cuántos misterios!» replicó la doctora un poco molesta.
«Tienes razón, si han conseguido descubrir cómo activar la autodestrucción, podrÃan haber descubierto también el resto» dijo Azakis preocupado.
«¿No deberÃais pensar antes de nada en un sistema para volver a casa?» preguntó el coronel. «No me parece que esto sea tan urgente.»
«Tienes razón Jack, pero ese artefacto, en las