Comprometida . Морган Райс

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Comprometida  - Морган Райс


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gruñó y se fue corriendo lejos.

      “¡Ruth!" gritó Caitlin.

      Estaba lejos. Ni siquiera se volvió para escuchar y se echó a correr con todas sus fuerzas.

      Caitlin se sorprendió. Nunca la había visto comportarse de esa manera, incluso en momentos de máxima peligro. ¿Qué la estaba jalando? Ruth nunca la había  desobedecido.

      Al mismo tiempo, Caitlin y Caleb echaron a correr tras ella.

      Pero aun con su velocidad vampírica, corrían lentamente por el lodo, y Ruth era mucho más rápida que ellos. La vieron dar vuelta y meterse por las masas, y tuvieron que empujar su paso entre la multitud para no perderla de vista. Caitlin pudo verla a lo lejos, doblar en una esquina y correr por un callejón estrecho. Ella tomó velocidad, al igual que Caleb, sacando a un gran hombre fuera de su paso y se dirigió por el callejón, detrás de Ruth.

      ¿Qué demonios estaba persiguiendo? Caitlin se preguntó. Se preguntó si se trataba de un perro callejero, o si tal vez había llegado a sólo un punto de inflexión con el hambre e iba tras algo para comer. Después de todo, era un lobo. Caitlin tuvo que recordárselo. Debió haber buscado con más ahínco comida para ella, y pronto.

      Pero cuando Caitlin dobló en la esquina y miró hacia el callejón, con asombro se dio cuenta lo que era.

      Allí, en el otro extremo del callejón, estaba sentada sobre la tierra una niña de tal vez ocho años, se veía asustada, lloraba y temblaba. Por encima de ella había un hombre fornido, grande, sin camisa; su vientre enorme le sobresalía, estaba sin afeitar y tenía el pecho y los hombros cubiertos de pelo. Con su ceño enojado, sin algunos dientes, llevaba hacia atrás un cinturón de cuero y azotaba a la pobre chica en la espalda, una y otra vez.

      “¡Esto es lo que te pasa por no escuchar!" el hombre gritaba con un tono malicioso, mientras levantaba su cinturón de nuevo.

      Caitlin se sintió mortificada y, sin ni siquiera pensarlo, se preparó para entrar en acción.

      Pero Ruth se le adelantó. Cuando el hombre llevó el brazo hacia atrás, Ruth corrió y saltó en el aire, abriendo sus fauces.

      Mordió el antebrazo del hombre y hundió sus dientes hasta el fondo. La sangre salpicaba por todas partes, mientras el hombre emitía un grito sobrenatural.

      Ruth estaba furiosa y no se detuvo. Gruñó y sacudió la cabeza hacia adelante y atrás, mordiendo más profundamente la carne del hombre; no lo soltaba.

      El hombre jaloneaba a Ruth de uno a otro lado, lo podía hacer debido a su considerable tamaño y porque Ruth no era todavía un lobo adulto. Ella gruñía; era un sonido suficientemente aterrador para erizar el pelo detrás del cuello de Caitlin.

      Pero este hombre estaba acostumbrado a lidiar con la violencia, y sacudió su hombro grande y fornido hasta que logró estrellar a Ruth contra una pared de ladrillo. Luego, con la otra mano sacó su cinturón y la azotó con fuerza en la  espalda.

      Ruth chillaba y chillaba. Finalmente, la soltó y cayó al suelo.

      Con odio en sus ojos, el hombre llevó sus dos manos hacia atrás, listo para lanzar con toda su fuerza su cinturón contra el rostro de Ruth.

      Caitlin entró en acción. Antes de que el hombre pudiera bajarlo, se lanzó con su mano derecha extendida y lo agarró de la garganta. Lo hizo retroceder tomándolo del cuello, lo levantó sobre el suelo, más arriba de su cabeza, hasta que lo estrelló contra un muro de ladrillos en ruinas.

      Lo tuvo colgando frente a ella mientras su cara se volvía azul por la asfixia. Ella era mucho más pequeña, pero él no tenía ninguna alternativa con su puño de hierro.

      Finalmente, ella lo dejó caer. Alzó la mano, buscando su cinturón, Caitlin se echó hacia atrás y le dio una fuerte patada en la cara, rompiéndole la nariz.

      Luego se inclinó hacia atrás y le dio una patada en el pecho, una patada tan fuerte que lo envió volando varios metros hacia atrás. Él golpeó contra la pared con tal fuerza que dejó una hendidura en los ladrillos, y cuando cayó al suelo, era un desastre.

      Pero Caitlin aún podía sentir la furia correr por sus venas. Pensó en esa chica inocente, en Ruth, y no había sentido tanta rabia desde no sabía cuándo. No podía evitarlo. Se acercó a él, le sacó el cinturón de la mano, lo hizo hacia atrás, y le pegó duro en su enorme barriga.

      Él se tambaleaba hacia arriba mientras se agarraba el estómago.

      Cuando se sentó, ella lo pateó con fuerza, justo en la cara. Le pegó en el mentón, y lo envió hacia atrás; él pegó con la parte posterior de su cabeza en el suelo. Finalmente, estaba inconsciente.

      Pero Caitlin aún no estaba satisfecha. No se llenaba de ira con facilidad, pero cuando se enfurecía, no lograba detenerse.

      Se acercó y puso un pie en la garganta del hombre, iba a matarlo en el acto.

      “¡Caitlin!" le llegó una voz intencionada.

      Se dio vuelta, todavía latiendo con furia, y vio a Caleb junto a ella. Él negaba  con la cabeza lentamente, con una mirada desaprobadora.

      "Ya has hecho bastante daño. Deja que se vaya."

      Algo en la voz de Caleb le llegó.

      A regañadientes, levantó el pie.

      A lo lejos, vio una enorme bañera llena de aguas residuales. Vio el oscuro líquido espeso derramarse por sus bordes, y podía oler su hedor desde allí.

      Era perfecto.

      Se agachó, alzó al hombre por encima de su cabeza, a pesar de que pesaba fácilmente más de 300 libras, y cruzó el callejón. Lo arrojó de cabeza en la tina de aguas residuales.

      Aterrizó con un chapoteo. Lo vio atascado hasta el cuello en todo el excremento. Le gustó imaginar su despertar y darse cuenta de dónde estaba, finalmente, se sintió satisfecha.

      Bien, pensó. Ahí es donde perteneces.

      Inmediatamente, Caitlin pensó en Ruth. Corrió hacia ella y examinó la marca de la correa en su espalda; Ruth estaba acurrucada, y estaba recuperándose lentamente. Caleb se acercó también para examinarla, mientras Ruth ponía su rostro en el regazo de Caitlin y gemía. Caitlin le dio un beso en la frente.

      De repente, Ruth se apartó de ellos y se lanzó por el callejón en busca de la niña.

      Caitlin de pronto recordó y corrió tras ella.

      Ruth se acercó a la chica y empezó a lamer su rostro. Lentamente, la niña dejó de llorar, distraída por los lamidos de Ruth. Se quedó sentada en el barro, con su vestido sucio, cubierto de marcas del cinturón en la espalda, se traslucía la sangre; la niña miraba a Ruth en sorpresa.

      Sus ojos llorosos se abrieron mientras Ruth la seguía lamiendo. Lentamente, levantó su mano vacilante y acarició a Ruth. Luego, le dio un abrazo. Ruth le correspondió acercándose más.

      Era increíble, pensó Caitlin. Ruth había detectado a esta niña desde muy lejos. Era como si las dos se conocieran de siempre.

      Caitlin se acercó y se arrodilló junto a la niña y la ayudó a sentarse.

      “¿Estás bien?" preguntó Caitlin.

      La niña la miró en estado de shock, y luego a Caleb. Parpadeó varias veces, como si se preguntara quien eran esas personas.

      Por último, lentamente, asintió con la cabeza. Sus ojos estaban muy abiertos, y parecía tener demasiado miedo para hablar.

      Caitlin la acarició quitando suavemente el pelo enmarañado de su cara. "Está bien", dijo Caitlin. “Nunca más él te hará daño.”

      La muchacha miró como si estuviera a punto de llorar otra vez.

      "Yo soy Caitlin," dijo ella. "Y él es Caleb."

      La niña los miró, aún sin hablar.

      “¿Cómo te llamas?” preguntó Caitlin.

      Después de unos segundos, la niña finalmente respondió: "Scarlet".

      Caitlin


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