Atrapada al atardecer. C. C. Hunter

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Atrapada al atardecer - C. C. Hunter


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      Kylie siempre había sospechado que Della no había dejado de preocuparse por su ex novio, pero le sorprendió que lo admitiera.

      —¿Y?

      —Está prácticamente prometido con otra chica. Sus padres lo están presionando para que lo haga oficial, a ellos les gusta ella. —El dolor que había en la voz de Della era el mismo que el dolor que Kylie sentía por Derek.

      Kylie se abrazó con fuerza las rodillas.

      —Lo siento mucho.

      —No lo sientas —dijo Della—. Es lo mejor. Él nunca habría aceptado que soy un vampiro.

      —Eso no significa que no te haga daño. —Y vaya si Kylie sabía eso por experiencia propia.

      Della vaciló.

      —Ella es cien por cien asiática. No es mestiza como yo.

      —¿Lee te dijo eso? —Ese chico no le gustaba nada a Kylie.

      —No exactamente. Dijo que sus padres lo habían presionado para que saliera con ella, y sé que yo no les gustaba porque soy medio blanca.

      —Tienes que seguir adelante —respondió Kylie—. Ya lo he hecho. —Della dejó caer la hoja al suelo.

      Era mentira, pero Kylie no creía que recordárselo la ayudase. Kylie se echó hacia atrás y levantó la vista en dirección a los árboles. La humedad de la lluvia que había caído hacía un rato impregnaba su ropa, pero no le importaba. Agradecía un poco de frío en medio del calor de Texas. Un arrendajo azul revoloteó de la rama de un árbol a otra. Las emociones de Kylie parecían hacer lo mismo que ese pájaro.

      Lo estudió, tan feliz, tan inocente, tan sin problemas. Della suspiró de forma exagerada, como si siguiera pensando en Lee.

      —A Steve le gustas —dijo Kylie.

      —No, no le gusto.

      —Sí, sí le gustas —Kylie miró a Della—. Hoy lo he visto mirándote en el comedor. Deberías lanzarte.

      —Si de verdad le gusto, ya lo hará él.

      —No me refiero a que te lances sobre él, solo digo que seas amable, que dejes que se acerque más a ti.

      —Yo dejo que la gente se acerque a mí —dijo Della.

      Tanto como una serpiente de cascabel, pensó Kylie.

      Della cogió otra hoja de hierba y se tumbó al lado de Kylie. Sus hombros casi se tocaban.

      —No es fácil.

      —Créeme —dijo Kylie—. Lo sé.

      Estuvieron tumbadas sobre la tierra húmeda durante varios minutos, sin hablar. El sol se filtraba a través de las copas de los árboles y proyectaba sombras doradas a lo largo del bosque. A través de las hojas, Kylie vio el cielo pintado con un colorido despliegue de nubes que parecían de tormenta. Su mente dio vueltas y vueltas hasta que de alguna manera se detuvo de nuevo en Derek.

      —No puedo creer que se haya traído a Ellie al campamento. —La idea de tener que ver a Derek con Ellie hizo que se le encogiera el pecho.

      —Sí, eso va a ser duro. Quiero decir que, si tuviera que ver a Lee con su novia, terminaría por matar a alguien.

      —No, no lo harías. —Kylie se incorporó, se echó el pelo sobre un hombro y se deshizo de unas cuantas ramitas que se le habían quedado—. Harías exactamente lo mismo que voy a hacer yo.

      —¿Qué? —Della también se incorporó.

      —Fingir. Fingir que no duele mientras deseas con todo el alma que llegue el día en que ya no lo haga.

      —No. Prefiero matar a alguien. —Della se levantó y se quitó las hojas de césped húmedas que tenía en la espalda. Entonces, bajó la mirada hacia Kylie—. ¿Esto significa que vas a darle una oportunidad de verdad a Lucas?

      Kylie se levantó y se limpió los pantalones de hierba.

      —Puede que sí. Si él también quiere.

      —¿Si? ¿No has visto cómo se ha enfadado con Burnett porque no le ha dejado ser tu sombra? Lo tienes loco. Vale, estás herida por lo de Derek y todo eso, pero no se merece que estés dolida por su culpa. Con Lucas tienes una oportunidad. Aprovéchala.

      Kylie dudó si decírselo, pero al final lo soltó.

      —Fredericka ha dicho algo así como que su manada no quiere que estemos juntos.

      —No escuches nada de lo que diga esa zorra. Diría cualquier cosa con tal de interponerse entre Lucas y tú.

      Kylie asintió; sabía que Della tenía razón. Al menos, esperaba que así fuera.

      El pájaro que revoloteaba entre los árboles empezó a cantar. Kylie lo buscó con la mirada y se preguntó si aquello era un rito de emparejamiento. ¿Se enamoraban los pájaros? La verdad es que el pájaro parecía estar horriblemente solo en aquel árbol, casi tan solo como lo estaba ella.

      —Vamos a hacer un trato —dijo Della—. Tú le das a Lucas una oportunidad, y yo se la doy a Steve.

      Kylie sonrió.

      —¿Estás preocupada por mí o es que solo necesitas una excusa para ir detrás de ese cambiaformas tan guapo?

      —Igual las dos cosas. —Della también sonrió—. ¿Trato hecho?

      Kylie consideró la propuesta. Se dijo que tenía que dejar de aferrarse al pasado, que tenía que dejar de intentar arreglar algo que no parecía que tuviera arreglo, que tenía que abrirse a otras posibilidades.

      —Sí.

      Della empezó a caminar. Kylie había dado solo un paso cuando el frío la abrazó. Se dio la vuelta y vio que el espíritu de la mujer sin nombre se materializaba entre la luz del sol.

      La mujer miró a Kylie a los ojos.

      —¿Lo sabes?

      —Saber ¿qué? —preguntó Kylie.

      Della se giró.

      —¿Qué? —Observó a Kylie durante un segundo y dijo—: Mierda. Otra vez no. —Dio un paso atrás—. No me voy a volver loca. No voy a hacerlo. De verdad, no me voy a volver loca.

      Kylie silenció a Della con la palma de la mano y miró al espíritu mientras se acercaba.

      —¿Sabes qué soy? —La mujer sin nombre habló en voz baja, en un susurro que se colaba entre los árboles. El arrendajo azul cantó con más fuerza.

      —No —respondió Kylie—. No lo sé. —Entonces, el pájaro lanzó un gorjeo extraño, cayó del árbol y aterrizó sin vida a los pies del espíritu.

      Capítulo 8

      —¿Qué ha sido eso? —inquirió Della.

      Kylie miró al pájaro. No se movía. No emitía sonido alguno. ¿Estaba…? El corazón le dio un vuelco.

      —¡Al carajo! Llueven pájaros muertos. Ahora sí que me estoy volviendo loca. ¿Podemos irnos, por favor?

      El espíritu levantó la vista del arrendajo azul hacia Kylie.

      —¿Está muerto? —Se arrodilló y lo miró fijamente. Cuando se levantó, tenía los ojos llenos de lágrimas—. Está muerto. Como yo. Tal como me advirtieron los ángeles de la muerte. Alguien vive y alguien muere.

      —Nadie va a morir.

      Kylie cogió el pájaro muerto. El cuello le colgaba hacia un lado. Recordó que había visto al pájaro lleno de vida tan solo unos momentos antes. ¿Qué había ocurrido? Volvió a mirar al espíritu.

      —¿Lo has matado?


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