Lluvia De Sangre. Amy Blankenship

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Lluvia De Sangre - Amy Blankenship


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del cuerpo de ese hombre estaban cubiertas por algún tipo de tejido metálico y Kriss pudo ver la larga espada atada a su espalda, la empuñadura de esta sobresalía bastante para poder acceder a ella con facilidad. Al no ver nada de sangre en el hombre, se dio cuenta de que era él el que estaba cubierto de sangre de demonio, la había llevado encima todo este tiempo.

      Ese había sido su primer encuentro con Vincent. Mientras el hombre se acercaba se miraron fijamente y Kriss dio unos pasos hacia atrás cuando se bajó con rapidez del gran animal. Su mirada asustada se fijó en la espada de peligroso aspecto.

      «No te fíes de nadie más que de mí.» El recuerdo de la voz de Dean resonó dentro de su cabeza como advertencia y Kriss se dio la vuelta para huir.

      –Espera, no corras —gritó Vincent.

      El tono de la voz le recordó a Dean, confundiéndole en lo que debía hacer. Estaba tan cansado de tratar de entenderlo todo. Miró hacia atrás para asegurarse de que mientras tanto el hombre no había desenvainado su espada.

      Vincent dio un suspiro de alivio cuando el niño se detuvo y le miró con una mezcla de curiosidad e incredulidad. El último par de pueblos por los que había pasado eran un maldito desastre y hasta ahora no había encontrado ningún superviviente. Incluso sucio y cubierto de sangre, el niño parecía sano y muy asustado, lo que le llevó a la conclusión de que era un superviviente de uno de los pueblos.

      –¿Dónde están tus padres? —preguntó, dejando que el tono de preocupación hiciera ganarse la confianza del niño.

      ¿Dónde estaban sus padres? La pregunta había hecho que Kriss se sintiera muy triste. Su padre ni siquiera estaba en esta dimensión y probablemente ya se había olvidado de él, Dean lo había dejado y nunca había regresado. Kriss sintió como el calor de las lágrimas recorrían de nuevo sus mejillas. La única respuesta que pudo dar fue un lento movimiento de su cabeza mientras giraba la cabeza para mirar al hombre.

      –¿Estás herido? —preguntó Vincent y se arrodilló delante de Kriss para no intimidarle con la diferencia de altura, no podía tener más de nueve o diez años. Extendió lentamente la mano y tocó la sucia mejilla, frotándose con su pulgar para secar las lágrimas.

      Kriss se preguntó en qué debería estar pensando este hombre humano cuando lo vio, estaba cubierto de sangre y llevaba unas ropas que no eran más que jirones. Como casi todas sus heridas ya se habían curado y sabiendo que no había que contarle a un humano lo que realmente había pasado, respondió con la única cosa que sí era verdad.

      –Estoy solo —. Entonces empezó a llorar de verdad, fuertes lamentos mezclados con el sonido del hipo, haciendo que Vincent lo tomara en sus brazos, susurrándole que todo estaba bien, Que él lo protegería y cuidaría.

      Y Vincent lo había protegido, hasta el punto de sacrificar su propia vida.

      El dolor del vidrio cortándole la palma de su mano devolvió a Kriss al presente. Abrió la mano para ver el fragmento de vidrio que sobresalía.

      Y eso fue lo que Dean se encontró cuando salió de su ducha. Frunció el ceño al ver a Kriss de pie sacándose un fragmento de vidrio de su palma. Cerró detrás de él la puerta de un portazo e hizo que los otros Caídos se estremecieran y se quedó mirando fijamente el reflejo de la ventana. No estaba de humor para ver a su amante por la mañana como el pasado de su infancia le aplastaba de nuevo. Una vez había sido más que suficiente.

      Kriss respiró profundamente tratando de aliviar el dolor de su pecho. —Dean, nunca pensé que lo volvería a ver. Una parte de mí esperaba que ya me hubiera perdonado. Sólo estaba tratando de salvar su vida.

      –Kriss, él era un mortal. Hiciste mucho más que simplemente salvarle la vida y tú lo sabes muy bien —dijo Dean sin poner emoción en sus palabras. —Gracias a ti, ahora puede experimentar el dolor de la muerte eternamente y revivir para quejarse. La mente humana no puede soportar mucho. Es por eso por lo que su vida está hecha para no ser muy larga.

      –Lo sé —gruñó Kriss. —Nunca has dudado en recordarme ese hecho. Tomé una decisión egoísta, pero estaba sola en un mundo donde los demonios vagaban libres, y no creía que fueras a volver. Estuviste fuera tanto tiempo que temí que los demonios te hubieran matado, No quería perderlo a él también.

      Dean suspiró e intentó mantener su temperamento bajo control. —Tú hubieras sabido el momento en que algo me hubiera pasado, así que tu miedo fue en vano.

      –Yo era un niño Dean —respondió Kriss. —Todo lo que quería era que alguien me cuidara y que me dejara cuidarlo a cambio.

      –Oh, tienes tan buen corazón —se burló Dean, consciente de que el príncipe adolescente se había enamorado del Caballero durante su ausencia. Ese pequeño dato era algo difícil de asimilar mientras veía a Kriss llorar por la pérdida de su amor. Apretó los dientes preguntándose si Kriss se obsesionaría una vez más con su enamoramiento de la infancia.

      Kriss lanzó la botella de Heat al otro lado de la habitación y Dean tuvo que echarse ligeramente hacia un lado para que no le diera. —Vete a la mierda, Dean.

      Dean se levantó y dijo: —Ahí está mi príncipe malcriado en todo su esplendor.

      Sin decir una palabra más, Kriss se lanzó sobre Dean con el puño en alto para aplastarlo contra la cara del otro Caído.

      Dean estaba listo para el ataque y agarró el puño cerrado de Kriss con una mano y con la otra la camisa. Con muy poco esfuerzo, Dean se ayudó de la fuerza de la rabia de Kriss y lo hizo girar, lanzándolo contra el suelo. Varios botones saltaron por el suelo dejando la camisa de Kriss abierta.

      –¿Quieres probar a hacerlo otra vez? —preguntó Dean con una dura mirada—. Podemos estar así toda la noche.

      Kriss se desplomó contra el suelo como si se rindiera y de repente golpeó con su puño la mejilla de Dean, haciendo que la cabeza del Caído se girara.

      –Por supuesto que no lo entiendes —gritó Kriss mientras le daba una patada en el estómago a Dean para sacárselo de encima—. A ti nunca te ha importado si estabas solo o no. Ya lo demostraste cuando te escabulliste para suicidarte, ¿cuándo fue, ayer? Si la ambrosía funcionara contra el Caído, te la habría metido por tu garganta egoísta y yo no habría sentido ningún remordimiento al matarte.

      Dean aterrizó de pie y se deslizó hacia atrás por la fuerza de la patada. Así que Kriss seguía bien enfadado con él, ¿o le estaba echando eso en cara ahora que su exnovio había vuelto a la ciudad? Los celos rápidamente se le subieron a la cabeza solo de pensarlo.

      –Si hubiera sabido que poseías más de una sola gota de la maldición, te la habría quitado después de que condenaras a Vincent a esta tierra para toda la eternidad —le advirtió Kriss mientras se levantaba lentamente del suelo.

      Sin dejarse engañar por su fingida calma por segunda vez, Dean estaba listo cuando Kriss lo golpeó, y casi hizo que saltaran a través de la enorme ventana. Rápidamente volteó a Kriss y le empujó la cara contra el grueso vidrio. Le puso un brazo alrededor de la garganta mientras con el otro le rodeaba las costillas por debajo de la camisa abierta, haciendo difícil que Kriss pudiera moverse.

      –Sigues siendo nada más que un niño egoísta y lo demostraste cuando le diste la maldición a Chad, ¿hace cuánto? ¿un par de semanas? —dijo con mucha sorna con a la cara de Dean. Una vez más se miraron con furia en el reflejo del cristal justo delante de ellos.

      – Yo primero le pregunté a Chad y él estuvo de acuerdo, aunque él no lo recuerde. Si le preguntara de nuevo, su respuesta sería la misma. En verdad salva vidas, pero tú siempre has pensado de la ambrosía como si fuera una maldición, ¿por qué? —Kriss hizo finalmente la pregunta que siempre había querido hacerle a Vincent, no a Dean.

      Pestañeó cuando la llave que Dean tenía sobre él pasó de sujetarlo a ser un abrazo desesperado. Dean le había ocultado muchas cosas a Kriss por su inocencia. Cuando el Caído casi había destruido la Tierra él era solo un niño, pero tal vez era hora de compartir ese secreto por si acaso su príncipe escondía más líquido contaminado.

      Presionó


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