Medellín. Jorge Pérez Jaramillo

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Medellín - Jorge Pérez Jaramillo


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colectiva, todo lo cual incluye compromiso con aporte en impuestos y desarrollo de obligaciones de los ciudadanos.

      Con una población superior a los dos millones y medio de habitantes, Medellín es el núcleo del valle del río Aburrá, una aglomeración metropolitana con 10 municipios poblados por casi cuatro millones de personas. Tras la profunda crisis de los años ochenta y noventa, la ciudad real creció en medio de grandes preguntas sobre equidad en el desarrollo, hábitat sostenible y saludable, disponibilidad y acceso al agua, la energía y los alimentos, y retos complejos de convivencia e inclusión, participación ciudadana y gobernanza local, movilidad y accesibilidad para todos. Contamos con algunas capacidades desde la planeación, el urbanismo, la arquitectura y políticas para la convivencia, pero aún nos falta mucho para ser una sociedad urbana viable.

      iii

      Una tradición de planificación

      Aunque fue fundada en 1616, Medellín puede considerarse una ciudad relativamente joven, pues su crecimiento y desarrollo más significativo se dieron desde mediados del siglo xix, tras haber sido erigida en capital del Departamento de Antioquia. Gracias a la minería, la producción de café y otros productos agrícolas, así como a una importante dinámica comercial, a inicios del siglo xx la ciudad adquirió importancia nacional como centro económico, cultural y político en el noroccidente colombiano. Por su localización en la cordillera de los Andes, con el soporte del Ferrocarril de Antioquia, construido a partir de 1874, muy pronto tuvo conectividad por Puerto Berrío con el río Magdalena y, a través de él, con el Caribe y el mundo, con un consecuente auge económico, cultural y social. En aquellos años, nuestra sociedad configuró una base social y económica, y desde entonces determinó elementos físicos y espaciales de la estructura urbana.

      Una ciudad como Medellín que en 1905 contaba con 59.815 habitantes, construye su relato durante la primera mitad del siglo xx con un significativo auge industrial y una economía regional pujante, asociada al café y a la minería, características que la hicieron progresista y líder en el entorno nacional [...]. Se convirtió en el principal centro industrial del país durante una época en la cual la riqueza subyacía en la industria, éxito que se apalancó en el desarrollo de su sector textil, el cual fue, por mucho, el aglomerado manufacturero de mayor valor y empleo en el país.

      A su vez, este proceso de industrialización en Medellín se asoció a un creciente desarrollo urbano, el cual emergió como respuesta a las condiciones de una ciudad industrial que manejaba economías de escala, que desvelaba transformaciones y dinámicas generadas por las migraciones poblacionales que iban perfilando una importante expansión urbana. Estas lógicas de ubicación industrial y su asociación a la vida urbana provocaron un desarrollo vial que jugó un papel importante, logrando conectividad en todos los puntos cardinales del Medellín urbano y rural, pues además de configurarse un proceso de conformación de barrios como respuesta a intereses funcionales y a una población que demandaba intervenciones específicas, se estimuló la expansión de Medellín en todo el valle de Aburrá (Sánchez Jabba, 2012, 4).

      Desde fines de siglo pasado y durante la primera mitad del presente, se consolida un optimismo cívico, provinciano pero progresista. Entre 1900 y 1950 crece la ciudad, su población asciende aproximadamente a 358.189 habitantes, proceso que está acompañado de una rápida modernización de la infraestructura (Melo, 1995, 5).

      La pequeña población de comienzos del siglo xx evolucionaba rápidamente formando una comunidad con apuestas culturales y técnicas, manifestaciones de liderazgo y creación de instituciones cívicas y académicas que gradualmente fueron trazando su rumbo. Entre las entidades más singulares de aquellos años podemos recordar a la Universidad de Antioquia, fundada en 1803, y a la Sociedad de Mejoras Públicas fundada en 1899, fundamentales en la evolución posterior de la joven ciudad.

      Estas entidades, de la mano de la Escuela Nacional de Minas e Ingeniería, creada en 1886, y las facultades de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Pontificia Bolivariana (upb) y de la Universidad Nacional (Unal), que surgieron en 1942 y 1947 respectivamente, así como otras escuelas de derecho, ciencias sociales y otras disciplinas, gradualmente se convirtieron en el germen de una masa crítica de profesionales locales, enfocados a gestionar, planificar y construir la ciudad, una comunidad con fuerte tendencia a construir y actuar con obras concretas sobre la realidad. Como es natural, este contexto no estaba aislado de las dinámicas generales de la ciudad, el auge de las actividades económicas y productivas, así como un movimiento cultural singular por sus alcances, en un entorno conservador y tradicionalista, de estirpe campesina, “montañera” como se suele denominar, con personajes modernos y libres en su visión del mundo, como escritores, artistas e intelectuales diversos, que desde siempre retaron y cuestionaron lo establecido. Vale mencionar a María Cano, Marco Tobón Mejía, Pastor Restrepo, Melitón Rodríguez, Ignacio Gómez Jaramillo, Tomás Carrasquilla y Débora Arango entre intelectuales escritores y artistas, así como arquitectos, ingenieros y urbanistas prestantes como Horacio Marino Rodríguez, Ricardo Olano, Agustín Goovaerts, Carlos Carré, Nel Rodríguez, Pedro Nel Gómez, Antonio Mesa Jaramillo y muchos otros, quienes forman parte de la historia de maduración de la pujante sociedad.

      Desde entonces urbanización, cultura y sociedad, planeación y acción sobre el territorio han estado íntimamente unidas como características de un desarrollo extremadamente rápido, cargado de contradicciones y con una población municipal que se multiplicó casi 40 veces, desde el inicio del siglo xx hasta hoy. Si consideramos la población metropolitana actual, la expansión ha sido casi 60 veces, llegando a más de 3 millones 800 mil personas.

      En 1913, dos ciudadanos eméritos, Ricardo Olano y Jorge Rodríguez, integrados a la Sociedad de Mejoras Públicas, lideraron la formulación de los primeros esquemas de ordenamiento urbano a través del llamado Plano de Medellín Futuro, que “se desarrolló con base en cuatro ejes principales: creación de un espíritu público en la planeación de la ciudad, planificación de la ciudad, conversión de los planes en obras e institucionalización de la reforma” (Martín, 2012). Fue una de las primeras experiencias de planeación y un hito en la apuesta por el desarrollo urbano en nuestra sociedad.

      En el número de abril 18 de 1910 del periódico La Organización, la Sociedad de Mejoras Públicas (smp) convocó a un concurso público para premiar “el mejor plano” de Medellín Futuro. El citado concurso se sumaba a las conmemoraciones del centenario de la Independencia, iniciativa de la Sociedad San Vicente de Paúl dirigida a exhibir los avances industriales. Los términos de la convocatoria estaban orientados a mantener como base la ciudad existente, proponer modificaciones sobre el espacio público y proyectar las futuras vías (Perfetti, 2012).

      Los visionarios urbanistas de la ciudad no sólo buscaron a través del Plano de Medellín Futuro, la apertura y creación de nuevos espacios urbanos sino, además, la rectificación de los existentes; sin embargo, pese a los vientos modernizadores del Plano de Medellín Futuro proyectado a quince años, ya se revelaba insuficiente para el crecimiento de la ciudad en la década de los veinte, lo que deja de manifiesto cómo la proyección de las élites en el ordenamiento del territorio ya estaba sobrepasada por unas dinámicas de urbanización, que no lograban gestionar de manera eficaz (Almario García et al., 2017).

      Sumados a los desarrollos académicos regionales antes descritos, así como al apoyo de un conjunto de agremiaciones y organizaciones sociales, esta clase de iniciativas consolidó durante los años cincuenta una idea de ciudad con una planeación creciente ante un desarrollo muy dinámico, gran auge comercial e industrial. En síntesis, fue una etapa de modernización e ilusión. Es pertinente dejar constancia, como se evidenciará a lo largo del texto, de que la evolución de la ciudad ha estado guiada en buena medida por los aprovechamientos inmobiliarios y el desarrollo urbanístico.

      En un texto publicado en noviembre de 1947, el profesor Nel Rodríguez escribió:

      No veo posibilidad de que esta tibia e indolente ciudad de Medellín llegue a tener un plan urbanístico completo por las vías naturales o sea por el Gobierno Nacional. A éste, no le han faltado nunca estudios, proyectos de reorganización de su oficina de urbanismo, su temible Junta de Valorización, etc. Ahora todas esas buenas intenciones entrarán


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