Justificación. N.T. Wright
Читать онлайн книгу.se trata del abc paulino —conceptos básicos sobre Abraham e Israel, escatología y pacto, sala de audiencias de la corte y cristología. Con debates sobre perspectivas antiguas y nuevas que se baten alrededor como un ciclón, Wright hace lo de siempre: nos guía cuidadosamente a través del texto. Sin duda, algunos permanecerán escépticos ante la revolución copernicana que propone, pero todos estamos en deuda con él por recordarnos de nuevo la amplitud del evangelio de Dios y la majestad del Dios del evangelio”.
Peter Leithart, autor de Salomon among the Postmoderns.
“A veces, la discusión teológica franca es un esfuerzo necesario. La Justificación de Tom Wright es su respuesta sustantiva al trabajo crítico de muchos, incluido John Piper, en torno a la Nueva Perspectiva. Wright nos recuerda correctamente que ese enfoque debería llamarse Perspectivas Nuevas o Perspectivas Frescas. El objetivo es abrir el texto y conectarlo con lo que originalmente se dijo en el siglo I, no cambiarlo. Este libro establece una conversación significativa entre los campamentos que se han establecido en este campo de debate a través de su interacción directa con la crítica. Es un libro que debe leerse y considerarse tal como ha de hacerse con el trabajo proveniente del otro lado. Así que recomiendo este libro y digo, además: acerque una silla a la mesa y preste especial atención a la conversación. En el diálogo, todos aprenderemos más sobre lo que Pablo y las Escrituras dicen acerca de la justificación (y algunas otras cosas también)”.
Darrell Bock, profesor investigador de Estudios del Nuevo Testamento, Seminario Teológico de Dallas
CONTENIDO
1. ¿De qué se trata todo esto y por qué es importante?
2. Reglas de participación en la discusión
3. Judaísmo del siglo I: pacto, ley y tribunal
4. Justificación: definiciones y rompecabezas
6. Interludio: Filipenses, Corintios y Efesios
PREFACIO
N. T. WRIGHT Y SU LECTURA DE LA JUSTIFICACIÓN: PELEANDO LA BUENA BATALLA; LA JUSTICIA ESTÁ EN JUEGO
Alvin Góngora
Justo ahora, cuando escribo estas líneas, la propagación de un virus mortal nos tiene a todos en suspenso. Y con miedo. El número de muertos aumenta constantemente. El de casos confirmados en casi todos los continentes sigue cuesta arriba de manera incesante, rumbo a una cumbre que no se puede prever. A diferencia de las plagas de antaño o las que devastan comunidades geopolíticamente sin relevancia alguna, la amenaza del coronavirus de hoy se encuentra en la cima de la cresta de la ola actualmente globalizada. Los esfuerzos para combatir el virus son de naturaleza multilingüística, plurinacional y colectiva. Se acerca rápidamente una tragedia para recordarnos que no estamos aislados. Irónicamente, también nos lleva de vuelta a la mesa comunal que somos tan propensos a abandonar, reduciendo así el diálogo al soliloquio, las conversaciones a los monólogos, las polifonías a los discursos en un solo idioma.
El destino humano común y el drama también dan lugar a buenas noticias de esperanza y redención. Sí. Las catástrofes nos ponen a todos en modo supervivencia y ponen en peligro nuestro sentido de solidaridad. Sin embargo, también abren nuevas y ya largamente probadas avenidas hacia territorios de interés mutuo. La oscuridad fomenta nuevos amaneceres.
De manera similar, las buenas noticias de los sueños de Dios de liberación, redención y salvación, noticias que, en mi caso, llegaron y siguen viniendo en Jesucristo, arribaron a nuestras costas del sur global entremezcladas con la espada de los conquistadores, las cadenas de los esclavistas y el aliento fétido de sus misioneros acompañantes. El colonialismo resultante, un coronavirus histórico mortal, no fue lo suficientemente letal como para sofocar la salvación. A pesar de que logró erigirse como el eje central alrededor del cual las sociedades colonizadas se han definido históricamente, en última instancia, el colonialismo no pudo reprimir, ni tampoco suprimir, el fermento revolucionario del evangelio. Intentó, eso sí, definir los términos por los cuales la vida humana y el medio ambiente deberían justificarse, pero lo sobrecogió el terror cuando el evangelio gritó su propio mensaje de justificación y clamó: “No es la mentalidad aristocrática del colonialismo sino la justicia de Dios en acción en la historia lo que a la postre recupera para la humanidad y la creación su dignidad fundante”.
Sin embargo, todavía se habla de tal mensaje de salvación en los idiomas dominantes, que hacen eco de las culturas dominantes. Europa salió de sus pestes negras y se apoderó del mundo entero, construyó imperios cuyos tentáculos alcanzaron los recovecos más ocultos de las culturas y territorios humanos y difundieron sus cosmovisiones, idiomas, valores y fútbol (por lo cual os perdonamos, ¡oh pérfida Albión!). Los misioneros españoles y portugueses llegaron a América Latina; los protestantes, a la parte norte del hemisferio occidental y otras partes del mundo. Todos parecieron trabajar en sincronía cuando se trataba de servir a sus amos terrenales, sin importar cuán amargas fueron sus rivalidades. Solo ve y pregúntales a los monarcas españoles e ingleses; ve y ausculta a Trento, y Augsburgo, y Dordt, y Westminster.
Simplemente ve y sumérgete en los mitos occidentales fundacionales de la justificación.
La plantilla que usaron para escribir sus respectivos guiones fue la misma: tan solo hay justificación en el modelo blanco occidental androcéntrico.
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Aquí viene, ahora, N. T. Wright; su hacha en la raíz de un árbol que ha afirmado serlo durante, al menos, quinientos años, está lista para despejar el camino y llevarnos de regreso allí donde, quizás, podamos escuchar el evangelio. Wright se esfuerza minuciosamente por crear un espacio en el que podamos sentarnos, saborear una taza de café, tomarnos un mate, disfrutar