Justificación. N.T. Wright

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Justificación - N.T. Wright


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Piper dice ser fiel a las escrituras; por supuesto, yo también. algunos de los que critican lo que se ha dado en llamar “nueva perspectiva” escriben como si fueran ellos los que saben “lo que dice la Biblia”, mientras que los demás la tomamos a la ligera. Pues bien. Ellos apelan a la exégesis, y a la exégesis iremos, particularmente en la segunda mitad del presente libro. Aunque el tratamiento de los pasajes clave es necesariamente breve, es, con todo, mucho más completo —y se ocupa de los textos completos, no tan solo de unos pocos versos arrancados— que los ofrecidos por la mayoría de mis críticos.

      Estos adelantos resumidos de argumentos mucho más complejos tienen que alertar al lector, no en lo tocante al alcance total de lo que se puede decir desde las dos orillas del debate, sino en lo relacionado con las áreas generales de acuerdos y desacuerdos.

      Lamento enormemente que otras obligaciones me tengan bajo presión y que el editor haya necesitado que se cumplan los plazos con urgencia, pues eso significa que no pude compartir los borradores iniciales de este libro, ya sea con varios amigos que me ofrecieron su ayuda o con el propio John Piper (como él tan amablemente lo hizo conmigo). Sin embargo, aunque espero haber presentado las cosas bajo una luz nueva y con una claridad fresca, no creo que esté diciendo mucho más de lo que no haya dicho ya en otra parte, en los diversos trabajos enumerados en la bibliografía. Sin duda, hay gente amable que habría hecho comentarios que hubieran mejorado el libro, pero los errores y la falta de claridad son los de siempre; y esta vez, inevitablemente, todos míos. Todavía espero que llegue ansioso el tiempo en el que pueda completar el cuarto volumen (que se ocupa de Pablo) de mi serie Christian Origins and the Question of God. Ese texto, espero, permitirá aclarar mucho más las cosas.

      Es un deleite dedicar este libro a mi viejo amigo y compañero de entrenamiento en el cuadrilátero, Jimmy Dunn. El hecho de que él no esté de acuerdo con buena parte de su contenido no afecta en absoluto su exposición. Estoy supremamente agradecido por su amistad y compañerismo en la tarea del evangelio aquí en la parte nororiental de Inglaterra y en Durham en particular. También debo expresar mi gratitud a los muchos amigos y colegas que me han animado a escribir, aunque sea brevemente, en respuesta a John Piper. Por último, a aquellos que comparten mi carga pesada en Durham y en la Iglesia anglicana, por animarme a ver el ministerio de exponer las escrituras en persona y por escrito como una parte vital de esa vocación.

      N. T. Wright

      Castillo de Auckland

      1 Sorprendidos por la esperanza: Repensando el cielo, la resurrección y la vida eterna (Nota del traductor).

      Abreviaturas

ClímaxN. T. Wright, The Climax of the Covenant. Edinburgh: T&TClark, 1991
JVGN. T. Wright, Jesus and the Victory of God. London: SPCK,1996
NTPGN. T. Wright, The New Testament and the People of God.London: SPCK, 1992
PiperJohn Piper, The Future of Justification: A Response to N. T.Wright. Wheaton, IL: Crossway Books, 2007

      1

      ¿De qué se trata todo esto y por qué es tan importante?

      I

      Imagina que un amigo se queda a dormir en tu casa y que, por alguna curiosidad en su educación, nunca le dijeron que la tierra gira alrededor del sol. Como parte de una conversación en una noche agradable, te impones la misión de explicarle cómo funciona el sistema planetario. Por supuesto, desde donde estamos, pareciera que el sol gira alrededor de nosotros. Pero es simplemente el efecto de nuestra perspectiva. Todo lo que hasta ahora conocemos de astronomía confirma que la tierra en la que vivimos, en compañía de algunos otros planetas similares, gira, de hecho, alrededor del sol. Tú sacas libros, cuadros y diagramas, e incluso reorganizas los objetos en la mesa de café para ilustrar tu punto. Tu amigo pasa de la incredulidad a la fascinación, luego a la alarma momentánea y, por último, a la perplejidad. al final sonríes, tomas otro trago y te vas a la cama.

      Muy temprano en la mañana, mientras todavía está oscuro, alguien golpea la puerta de tu dormitorio. Él ya está levantado y vestido y te invita a una caminata mañanera. Te lleva cuesta arriba hasta un punto donde puedes ver todo el campo extendido ante ti y, a medida que amanece, se puede ver, muy hacia el oriente, el océano brillante.

      Tu amigo vuelve al tema de la noche anterior. Muchos sabios de la antigüedad han hablado de la tierra como el punto fijo, firme, sobre el que nos apoyamos. ¿No dice uno de los Salmos algo así como que el sol celebra a medida que gira y gira como un gigante fuerte que corre una carrera? Sí, por supuesto, siempre vienen los científicos modernos con sus teorías elegantes. Claro que pueden opinar, pero es posible que todo eso no sean más que modas. ¿No sería mejor que nos quedáramos con la vieja y probada sabiduría de antaño?

      A medida que tu migo se anima con el tema, por fin, del mar emerge la bola de fuego enorme, deslumbrante y resplandeciente. Los dos se quedan en silencio, contemplando el majestuoso ascenso que, poco a poco, baña el campo con su luz dorada. a medida que el borde inferior se despega del océano, esperas con una sensación de frustración inevitable la frase letal. Y no demora:

      Tal como ves —una mano condescendiente te aferra el brazo, no quiere ponerte en una situación embarazosa—, la evidencia está delante de nuestros ojos. Realmente el sol le da la vuelta a la tierra. Todas las maravillosas teorías y modernas ideas inteligentes pueden tener mucho que enseñarnos, pero, en última instancia, nos alejan de la verdad. Es mejor quedarse con lo que ya sabemos, con la verdad comprobada, con el suelo firme bajo nuestros pies. ¿No te alegra haber salido a caminar conmigo?

      Ahora bien; puedo imaginar que, así como los fariseos cuando escucharon la parábola de Jesús sobre los labradores malvados, puede haber algunos lectores que se irriten de inmediato al darse cuenta de que narro esta historia contra ellos. Y puede no ser muy inteligente comenzar un libro alienando aún más a aquellos con quienes, al parecer, estoy comprometido en el diálogo. Pero uso esta historia por una razón en particular: para dejar en claro que, a estas alturas del debate sobre San Pablo y el significado de justificación, así es como luce el actual estado de la cuestión, al menos para mí.

      No estamos en diálogo. He escrito sobre San Pablo durante treinta y cinco años mal contados. He orado, predicado y dado conferencias, abriéndome paso a través de sus cartas. He escrito comentarios a nivel popular sobre todas ellas, un comentario completo sobre la más importante, y varios otros libros y artículos sobre asuntos paulinos específicos. Y el problema no es que las personas no estén de acuerdo conmigo. De hecho, eso es lo que uno espera y quiere: ¡Entremos en discusión! El punto del debate es que aprendamos con y el uno del otro. Solía decirles a mis alumnos que, al menos, el veinte por ciento de lo que les decía era erróneo, pero que yo no sabía específicamente qué cosas de todo lo que decía entraban en ese porcentaje. Cometo muchos errores en la vida, en las relaciones y en el trabajo, y no espero que mis pensamientos estén libres de ellos. Sin embargo, mientras durante una buena parte de la vida los errores propios son, a menudo, bastante obvios —el atajo en el camino que terminó en un lecho de ortigas, la receta experimental que puso a nuestros estómagos en aprietos, el tiro de golf que fue a dar al lago—, en la vida intelectual las cosas no suelen ser tan sencillas. Necesitamos que otras mentes nos desafíen, que vuelvan y discutan nuestros argumentos y análisis. Así es como el mundo gira en su órbita.

      Algunos podrían responderme: “Bien, ¿no es eso lo que está pasando? ¿De qué te quejas? Aquí están todos esos escritores, tomándote en serio. ¿No habrán descubierto ese veinte por ciento que te aflige? ¿No deberías estar contento de que te estén corrigiendo?”.


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