Justificación. N.T. Wright

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Justificación - N.T. Wright


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de la calidad de cualquier libro acerca de Pablo con tan solo observar qué pasajes no figuran en el índice. Sorprendentemente, John Piper no plantea ninguna discusión sobre Romanos 2: 25–29 ni 10: 6–9, pasajes absolutamente cruciales en Pablo y en mi exposición sobre el apóstol. De igual manera, no trata en ningún momento con lo que, para mí, es central: la comprensión de Pablo de la promesa de Dios a Abraham en Génesis 15. Su única referencia a este capítulo consiste en decir que Pablo “recoge el lenguaje de la imputación” del Génesis. En este punto, Piper coincide exactamente con Ed Sanders con respecto al uso del primer libro por parte de Pablo. Los dos consideran que, para el apóstol, Génesis es simplemente una conveniencia incidental. No hacen referencia al contexto más amplio ni —mucho menos— tienen en cuenta el lugar de Génesis 15 dentro de una de las narraciones rectoras en Pablo. Ni siquiera Jimmy Dunn, en la discusión de si Pablo es un “teólogo del pacto”, consigue abordar la pregunta de por qué Génesis 15 es elegido no solo como un texto de prueba, sino como el tema subyacente a dos de sus capítulos de mayor importancia.13

      Quizás esto está relacionado con el hecho de que Westerholm, uno de los más destacados voceros contra la nueva perspectiva en la actual producción literaria, no parece notar la existencia y, mucho menos, la importancia, de “la justicia imputada de Cristo” que, para Piper y otros, es el problema central; tal vez, también esté relacionado con el hecho de que Westerholm ubica a C. E. B. Cranfield en su relato dentro de la intelectualidad “luterana”, a pesar de reconocer que Cranfield es miembro indiscutible del campamento “Reformado” y que ha invertido gran parte de su carrera académica en tratar de arrancar la lectura de Pablo de las manos de un aparente luteranismo antinomiano. Son muchas las piezas del rompecabezas que este tipo de tratamiento barrió debajo de la mesa.

      Me parece que el apóstol Pablo nos obliga a prestar atención a dos fichas del rompecabezas en particular, ninguna de ellas especialmente característica de la “antigua” o de la “nueva” perspectiva. En realidad, son dos piezas que van juntas, muy cercana la una de la otra.

      En segundo lugar —y en lo que a mí respecta, una pieza del rompecabezas que es absolutamente central para Pablo—, está la comprensión que el apóstol tiene de la historia de Israel y del mundo entero como una narración continua, única, que, habiendo alcanzado su clímax en Jesús el Mesías, ahora se desarrolla en las formas originales y frescas que Dios el creador, el Señor de la historia, siempre quiso. Esta también es una idea judía característica del Segundo Templo, aunque, nuevamente hay que decirlo, no ha sido prominente en la “nueva perspectiva”.

      Sin embargo, al interior de esa línea continua hay un estruendo, como el gran acorde en la sinfonía Sorpresa, que despierta a todo el mundo a pesar de que forma parte integral de la armonía y el ritmo del movimiento: un momento apocalíptico dentro de la historia del pacto, el momento —para cambiar la imagen musical— en que el solista irrumpe en la melodía con un torrente de acordes violentos y que, al reflexionar sobre la obra, se revelan como el punto hacia el cual la introducción orquestal se dirigió desde el principio. La visión de Pablo de la irrupción cataclísmica de Dios en la historia de Israel y del mundo en y a través de la muerte y resurrección de Jesús el Mesías fue que este momento deslumbrante y espeluznante que desplaza de sus lugares de privilegio todo otro evento es lo que —a pesar de las apariencias iniciales, y ciertamente a pesar de las propias expectativas y comprensión iniciales de Pablo— toda la historia de Israel, de Abraham en adelante y toda la historia de Israel bajo la Torá desde Moisés en adelante y, de hecho, toda la historia de la humanidad desde Adán en adelante había estado esperando. Es una convicción central en Pablo, pero algo que las perspectivas antiguas y nuevas han ignorado completamente, que Dios siempre tuvo un solo plan de rescate del mundo y la especie humana, y que se centró en el llamado a Israel, un llamado que Pablo vio fructificar en el Mesías, el representante de Israel. Lee a Pablo en esa línea y podrás conservar todas las piezas del rompecabezas sobre la mesa. Ignora ese gran relato y tendrás que barrer la mitad de las piezas o intentar arreglártelas con el truco de los Stasi.

      Donde sea que esto se ignore —como


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