Justificación. N.T. Wright

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Justificación - N.T. Wright


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sentado en primera fila.7 Mi relación con Jimmy Dunn —a veces tormentosa, a veces desconcertante, ahora feliz (me sorprendió y honró al dedicarme su reciente y gran libro The New Perspective on Paul [2008]; mi ofrenda de gratitud es mi reconocimiento a una larga y prolongada amistad, tan profesional como enredada)— debe contarles a los espectadores lo más importante sobre la nueva perspectiva; es decir, que no hay tal cosa como La nueva perspectiva (¡a pesar del título de su libro!). Solo hay una familia dispar de perspectivas, con más o menos rasgos familiares y, en su interior, con disputas y rivalidades feroces entre hermanos. No hay un frente unido (como la famosa “Cofradía de David contra los filisteos” de Schumann, que luchaba contra Rossini, por un lado, y Wagner, por el otro) haciendo retroceder con los cuernos de toro de la erudición bíblica liberal a las hordas recalcitrantes de la Confesión de Westminster. No es así como funciona este asunto.

      Jimmy Dunn y yo hemos estado en desacuerdo durante los últimos treinta años en la Cristología de Pablo, en el significado de Romanos 7; más recientemente en torno a pistis Christou y, quizás lo más importante, en la cuestión del exilio continuo de Israel. Ed Sanders no ha tenido ninguna razón particular para estar en desacuerdo conmigo; no soy consciente de que él se haya interesado demasiado en todo lo que he escrito, pero mi gratitud por el estímulo de su trabajo ha sido alegremente igualado por mis desacuerdos principales con él en cada punto, no solo de detalle, sino también de método, estructura y significado. Recuerdo bien un semestre académico en Oxford, cuando yo daba mis clases sobre Romanos a las 11 a. m. los lunes, miércoles y viernes, y las clases de Ed Sanders sobre la Teología de Pablo eran a las 10 a. m. Los estudiantes pasaban directamente de su aula a la mía y, en más de una ocasión, dije algo que provocó una oleada de risas: había contradicho, exacta pero involuntariamente, lo que Sanders acababa de decir la hora anterior.

      Para usar una metáfora peligrosa: hay dos formas de ganar una batalla. Puedes hacer tu mejor esfuerzo para matar tantos enemigos como puedas hasta que te queden pocos o puedes flanquearlos para que se den cuenta de que su posición es insostenible. Buena parte de la literatura reciente ha estado probando con el primer método. Este libro le apunta al segundo. Sé que habrá muchos soldados de infantería que seguirán escondiéndose en la jungla, creyendo que van ganando; pero espero que la próxima generación, ya sin el peso de reputaciones preexistentes a perder ni posiciones a defender, capten el mensaje.

      II

      Otra imagen viene a mi mente. A veces, frente a un rompecabezas, uno se siente tentado a armar lo que aparenta ser más fácil e ignorar la mitad de las piezas. ¡Ponlas de nuevo en la caja! ¡No puedo con todo! El resultado es, por supuesto, que el rompecabezas se torna más difícil. Sin embargo, uno puede imaginar que alguien, tras esa decisión inicial tan desastrosa, trata de remediar la situación con fuerza bruta, uniendo piezas que de todos modos no encajan en el afán de crear algún tipo de imagen. (Me recuerda el viejo chiste de los exoficiales de la Stasi, la policía secreta de Alemania del Este. Para saber qué trabajos podrían ser adecuados para ellos en la nueva Alemania, se les exigió tomar una prueba de inteligencia. Les dieron un marco de madera con varios huecos de diferentes formas y un conjunto de bloques de madera que encajarían en ellos. Cuando se completó la prueba, todos los bloques habían sido puestos en los marcos; pero resultó que, si bien algunos de los exoficiales eran bastante inteligentes, la mayoría eran simplemente muy, muy fuertes).


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