La extraordinaria vida de la gente corriente. Iván Ojanguren Llanes

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La extraordinaria vida de la gente corriente - Iván Ojanguren Llanes


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este caso, en una oportunidad: la posibilidad de dedicarse a algo más acorde con su manera de comprender la vida y el trabajo. De nuevo, esto es algo común a todos nuestros protagonistas: convierten los problemas en oportunidades que les permiten aprender y abrirse a nuevas posibilidades que de otro modo seguirían ocultas. Saben que los problemas en realidad son síntomas que deben ser escuchados y honrados para posteriormente actuar sobre la verdadera causa que los creó.

      Tras el despido decidió hacer de nuevo el Camino del Norte –variación del Camino que, como él mismo reconoce, siempre le ha marcado muchísimo–, optando sobre la marcha tomar el Camino Primitivo en Oviedo para hacer noche en el albergue de Álex, en Bodenaya. En lugar de terminar en Santiago, caminó hasta Finisterre pasando previamente por Muxía –Muxía es también un centro importante de peregrinaje–. Al llegar a Finisterre tuvo la idea de volver caminando a Aranjuez: «Una vez en Finisterre sentí que volver en algún transporte a casa me sobrepasaba; no podía simplemente subirme a un autobús después de todo lo que había vivido, así que decidí hacer la vuelta a casa a pie –y continúa–: Ese viaje de vuelta a Aranjuez dio un vuelco a mi vida. Verás, aunque viajes solo, en el Camino hay mucha convivencia; en los albergues acabas hablando y conociendo a gente con la que de manera natural terminas compartiendo Camino. Si haces el regreso caminando, eso no sucede: vas en dirección contraria al resto así que el viaje es tremendamente introspectivo. Recuerdo haber caminado los más de 700 kilómetros que separaban Finisterre de Aranjuez con la mente súper lúcida, muy consciente».

      Al llegar a Aranjuez, David ya no era el mismo; la semilla que había depositado en el año 2008 había germinado en su interior y poco a poco iba descubriendo el tipo de vida que estaba destinado a tener; así, estuvo trabajando en otra empresa similar hasta el año 2015, año en el que decide hacerse cargo de su propio albergue siguiendo los valores tradicionales del Camino: respetar –todos somos iguales en el Camino– , ayudar –los peregrinos se ayudan unos a otros– y compartir –se comparte todo lo que se tiene–.

      La vida de algún modo le había llevado a hacer un cambio importante de rumbo, sobre todo a nivel profesional. «Por aquel entonces Álex quería dejar el albergue así que hablé con él y decidí que era el momento de hacer lo que sentía que tenía que hacer. Así, invertí todos mis ahorros y le compré la casita donde muy pronto comenzaría a dormir con mis peregrinos». Cuando le pregunto acerca de cómo supo que podría ser capaz de llevar un albergue de peregrinos, David me contesta: «Yo ya había hecho hospitalidad anteriormente; además, ya había aprendido de otros hospitaleros a escuchar y atender a los peregrinos, a curar ampollas, etc.». Muchas de estas habilidades David las traía de serie, como veremos enseguida. En realidad, en este momento David siguió su instinto: sabía que darle continuidad al albergue de Bodenaya, que tantas alegrías le había reportado a sí mismo y a los peregrinos, era una decisión sensata y más cercana a su concepto de vivir una vida con sentido.

      Pero no todo siempre es de color de rosa. «¿Sabes qué? Recuerdo que cuando llegué el primer día sabiendo que solamente me quedaban 300 € en el banco, me eché a llorar. Es inevitable ponerse a veces en lo peor, así que me asaltaron muchas dudas». Claro. Dejar tu vida conocida y sencilla, salir de tu entorno, dejar tu familia, gastar todos tus ahorros e irte a más de 500 kilómetros de tu casa para atender a peregrinos, por muy convencido que uno esté, es una decisión difícil, lo mires por donde lo mires. No puedo dejar de reconocerme en su decisión; y es que yo dejé un buen puesto de trabajo para cambiar radicalmente de sector. Un sector en el que nadie me conocía, y sabía que iba a tener que emplearme a fondo para poder ser un referente, para que la gente entendiese todo lo que les podía aportar. Llegar a la conclusión de que esa es tu mejor opción es un momento glorioso, es cierto, pero también hay momentos de dudas, de miedos, de «¿estoy haciendo lo correcto?, ¿y si todo esto no es más que un capricho que me va a traer más disgustos que alegrías?». Entiendo perfectamente a David y por eso es tan importante haber allanado el camino previamente. Por eso es crucial que la decisión se haya fraguado desde lo más profundo de tu ser a lo largo de una buena temporada; no se trata de que huyas tomando esa decisión, se trata de que te pongas en la dirección adecuada: tu verdadero camino, el que tú elijas, o como diría David, «me puse donde la vida quiso que estuviese». Habrá momentos complicados y ahí es donde tendrás que tirar de saber que estás ayudando de algún modo a crear un mundo mejor, de saber que estás ahí por convicciones propias, por un deseo que sale del fondo de tu corazón. «Hazlo por nosotros», esto es lo que algunos de sus compañeros de trabajo le dijeron cuando les comentó sus intenciones. Esta frase le ayudó mucho a montar el albergue, pues fue consciente de que el mero hecho de que uno tome tus propias decisiones ya es de por sí una acción inspiradora para otras personas.

      Tomar decisiones: esa es otra de las lecciones que nos enseña David. Muchas veces vamos por la vida simplemente dejándonos llevar y en la mayoría de los casos no estamos del todo conformes. Tomar decisiones hace que te acerques allá a donde quieres ir, poco a poco, sin prisa, sin pausa, pero acercándote. Eso sí, para que la vida te vaya colocando donde quieres estar es fundamental que esa decisión parta de uno mismo. Déjame decirte algo: siempre hay opciones. Tal vez hoy no puedas tomar esa decisión que consideras importante. En este caso te preguntaría: ¿qué puedes hacer diferente hoy para que dentro de un tiempo sí que puedas tomarla?, ¿cuál es el primer paso necesario que podrías dar para acercarte a donde realmente quieres estar el día de mañana? No es necesario que sea algo de calado en tu vida: puede ser algo tan simple y accesible como comenzar a leer un libro antes de acostarte, darte quince minutos más para comer o ir una vez a la semana a clases de pintura. David no tomó la decisión de comprar una casa en Bodenaya de la noche al día: fue la conclusión última al desarrollo natural de una serie de acciones conscientes. ¿Quieres tomar una decisión que cambie tu vida para bien? Empieza decidiendo qué vas a hacer diferente en el día de hoy, ¡aunque sea algo pequeño! Cuando tengas integrado ese pequeño cambio positivo, vuelve a hacerte la misma pregunta y, una vez más, vuelve a integrarlo. Al cabo de un tiempo te verás a ti mismo con una mejora sustancial en tu calidad de vida, incluso manteniendo el grueso de tus quehaceres y rutinas.

      Así, desde el año 2015 David tiene lo que podía llamarse un albergue de los que apenas quedan: te recibe con un sentido abrazo ofreciéndote bebidas calientes en invierno y frescas en verano, te lava la ropa y hace la cena para que todos los peregrinos se junten alrededor de la misma mesa a la misma hora. Cuando le pregunto qué le empuja a obrar de este modo, me contesta: «Creo que en general pensamos mucho y sentimos poco; con mi albergue pretendo que la familia que llega cada día pase más tiempo compartiendo y sintiendo, por eso les lavamos la ropa y les hacemos la cena y el desayuno. Lo importante es lo que el peregrino está viviendo en este momento, así que yo me pongo a su servicio». Es decir, libera a los peregrinos de las tareas domésticas para que puedan sentarse o relajarse en el porche y compartir experiencias; en definitiva, para que puedan vivir el Camino de Santiago. «Un día vino un peregrino del norte de Europa, era verano. Cuando llegó le ofrecí una cerveza y la aceptó. Salió al porche y tras tumbarse en el suelo comenzó a reír y a revolcarse… ¡Parecía un niño! Hablando más tarde con él resultó que era un alto ejecutivo, padre de familia, que parecía que siempre tenía que tener una careta puesta en su vida: la del padre de familia responsable, la del jefe serio… Por unos instantes simplemente se dejó llevar. A eso me refiero con que pensamos mucho y sentimos poco. Esa persona durante unos instantes hizo simplemente lo que le pidió el cuerpo; en cierto modo fue plenamente feliz. ¡Y con una cerveza de 0,30 céntimos!».

      En todo este proceso de auto-descubrimiento David tuvo una relación sentimental que también le marcó profundamente: «Mi pareja me hacía preguntas retadoras, preguntas que me invitaban a cuestionarme mi vida y mis necesidades. Me enseñó a entender las cosas que me habían pasado y también a escuchar a la vida; es más, en mi lista de contactos la tengo por la eme de maestra». Una vez más apreciamos ese sentimiento de gratitud que David profesa a las personas que de un modo u otro le ayudaron a lo largo de los años.

      La labor de David pasa también por ayudar a las personas a ser ellas mismas, aunque no lo hace de un modo demasiado explícito; él simplemente crea las condiciones de tranquilidad, confianza


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