Los niños escondidos. Diana Wang

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Los niños escondidos - Diana Wang


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mientras papá se había quedado en París. Tampoco sin saber bien qué pasó, en mayo del 39 volvimos a París.

      En Polonia me decían franek, o sea, el francesito. Recuerdo la casa de mi abuela, de la que era dueña, tenía inquilinos y la tenía hipotecada. Había una perra muy grande que se llamaba Mirza. Fui a un jardín de infantes del que tengo muy pocos recuerdos y también empecé la escuela primaria. En casa se hablaba idish y polaco. Mamá había aprendido algo de francés. Pero yo de francés, al tiempo de estar en Polonia, no recordaba nada, igual que ahora no recuerdo nada de polaco. Jugábamos en la calle, iba en trineo, andaba en patines sobre hielo.

      Cuando volvimos a París lo hicimos en tren, el viaje duró mucho tiempo, creo que hicimos trasbordo en Varsovia. Recuerdo a los oficiales nazis cuando cruzamos a Alemania, taconeaban para saludar. Era 1939. Luego llegamos a Francia, a la casa de mi padre y ahí nos instalamos.

      La casa era un primer piso a la calle en la Rue de Trevise, cuatro ambientes, uno de los cuales era el taller en donde trabajaba mi papá, cocina y baño. Papá era peletero, trabajaba para terceros, en francés se llama chambre maître, acá façonnier.

      Cuando llegamos papá dijo: “Se acabó el polaco” y de a poco fui aprendiendo francés, pero en casa también hablábamos idish. Creo que mi papá era muy joven para tener hijos, no entendía lo que era un niño.

      Recuerdo mi primer cumpleaños en París al que fue toda gente grande. Cumplía ocho, aburridísimo. Papá no era muy comprensivo, le gustaba burlarse. Se burlaba de mis dibujos, se me fueron las ganas de dibujar para siempre. Pero así era él. Mamá era una idishe mame típica, me sobreprotegía. Papá me hacía leer libros y aún hoy lo sigo haciendo.

      Primer reglamento de la ley de ciudadanía del Reich*

      (14 de noviembre de 1935)

      Apartado 4

      1) Un judío no puede ser ciudadano del Reich. No tiene ningún derecho a voto en los asuntos políticos, no puede ocupar un cargo público.

      2) Los funcionarios judíos quedarán jubilados el 31 de diciembre de 1935.

      Apar tado 5

      1) Un judío es una persona que desciende de un mínimo de tres abuelos plenamente judíos de raza. [...]

      2) Un Mischling, mestizo, es un súbdito del Estado a quien igualmente se considera como judío, cuando, además de ser descendiente de dos abuelos plenamente judíos:

      a) haya sido miembro de la comunidad religiosa judía en el momento de la promulgación de esta ley o haya sido admitido a ella posteriormente;

      b) haya estado casado con un judío en el momento de la promulgación de esta ley o se haya casado con un judío posteriormente;

      c) haya nacido de un casamiento con un judío, según el párrafo 1, contraído posteriormente a la promulgación de la ley para la protección de la sangre alemana y del honor alemán del 15 de septiembre de 1935;

      d) haya nacido como resultado de una relación extramarital con un judío, según el ap. 1, y que haya nacido ilegalmente después del 31 de julio de 1936. [...]

      *Citado por Yad Vashem.

      Abraham Cukierman (1932, VARSOVIA, POLONIA)

      Vivía en el barrio judío, en la calle Nowolipki, en uno de esos edificios típicos en Varsovia, moles de tres o cuatro pisos muy grandes con un patio central, el hoif, donde transcurría la vida, mis juegos con mis vecinos. Nunca salía de allí, era un mundo dentro del mundo. Aunque estábamos en Varsovia, los carteles en las calles estaban en idish. El idioma y la cultura eran judíos. Afuera estaba en peligro. No debía alejarme de ciertas zonas, era peligroso, los polacos eran como el “cuco” que había que evitar.

      Mi padre era de una familia judía ortodoxa, como la mayoría, sin embargo me crié en un hogar muy alejado de lo religioso, con una muy fuerte identidad judía pero teñida de ideología socialista, de lucha por la igualdad social. Papá era joyero calificado y trabajaba por su propia cuenta. El taller estaba en la cocina de nuestro departamento.

      Mi padre era fanático de la música lírica y teníamos una radio que en ese momento era una sensación, era nuestro lujo más preciado.

      Tuve una infancia muy enfermiza. Estuve años enfermo de riñones, de hígado; me hicieron dos operaciones por osteomielitis. Me volví muy introvertido, tal vez por todo el tiempo de aislamiento que exigió la curación, me gustaban mucho mis libros. Tenía mucha curiosidad, me refugiaba en la lectura y para cuando estalló la guerra tenía mi propia bibliotequita con clásicos infantiles. Iba a una escuela judía donde en cuarto grado recién se empezaba con “idioma polaco”, antes todo era en idish y como yo recién estaba en segundo cuando empezó la guerra, todavía no sabía nada de polaco.

      Tenía dos novias: una de verano, cuando nos íbamos de vacaciones, y otra de invierno. Las dos se llamaban igual: Pérale, que quiere decir “perlita”. Mi madre también se llamaba así y en la tradición judía eso era de mal augurio, entonces mi madre les hacía bromas y les decía que no se iban a poder casar conmigo. La de invierno respondía: “No importa, porque tengo un segundo nombre”.

      Kati Hantos (1933, BUDAPEST, HUNGRÍA)

      Yo fui un ser sumamente privilegiado, porque mis primos se vinieron a la Argentina en el año 1938, así que quedé, además de hija única, como única nieta. Tenía tres abuelos, porque mi abuelo paterno se separó de la abuela. Mi papá andaba por los veinte años cuando mi abuelo se fue de la casa. Eran de Budapest.

      No éramos ricos, pero yo era una nena mimada por todos, en aquella época tenía cien muñecas.

      Mi papá era doctor en Química y trabajaba como director técnico de una fábrica que estaba en las afueras de Budapest. Vivíamos en el primer piso de la fábrica. Teníamos teléfono y radio, mi abuelo tenía también un gramófono. Tenía niñera, primero una señora judía, una de esas señoras gordas, buenas, que me cuidó de chiquita, después una niñera alemana que estuvo hasta 1939 cuando Hitler hizo volver a los alemanes a Alemania. Hablaba alemán gracias a ella. Mi mamá no trabajaba fuera de casa, era profesora de Física y Química, pero nunca ejerció. Después de recibirse hizo un viaje por toda Europa, cosa que era poco común en aquel entonces. Su papá era el director comercial de una fábrica importante de zapatos, cuyo dueño era uno de los pocos barones judíos, porque en la guerra del 14 a los judíos que tenían méritos se les confería ese título como premio.

      Era una vida linda la de mi infancia.

      Mi abuelo materno era muy religioso, iba al templo y yo lo acompañaba hasta que me echaron porque hablaba tanto que no los dejaba rezar. Los viernes a la tarde o los sábados a veces íbamos a clubes, pero el domingo lo pasábamos con el abuelo, que tenía una casa grande e importante. Toda la familia pasaba el día ahí. Era una familia grande, mi abuela tenía hermanas, mi abuelo tenía hermanos. Yo martirizaba a todo el mundo haciendo de peluquera y me dejaban porque era la mimada.

      Me acuerdo de un amiguito cuyo papá era el director técnico de la fábrica de al lado. Como nosotros teníamos una pileta, una especie de tanque australiano, venía a jugar conmigo. Era judío, como muchas de las relaciones de mis padres.

      Estaba bautizada, porque muchos judíos húngaros en la década del 30 se habían bautizado y cambiado el apellido. Me bautizaron en 1935. Mi apellido original es Hartenstein. Todos nos cambiamos el apellido. Se acostumbraba y no era un tema secreto, todos lo sabíamos.

      Fui a una escuela estatal y el ser judía nunca me causó problemas. Por el contrario, tenía un lugar preferencial porque mi papá era el director técnico de una fábrica grande y muchos de los hijos de los obreros iban al mismo colegio que yo, así que yo era la hija del doctor. Me discriminaban, pero al revés.

      Cuando tenía un año nos mudamos a París donde pasé mi infancia. Nos fuimos a Francia por dos razones. Una era que papá había quedado muy golpeado por la Primera Guerra; cuando supo por un amigo dueño


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